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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 21/08/2025 04:51
El libro del día: "The Science of Revenge", de James Kimmel Jr “Vivir bien es la mejor venganza”. Esta máxima, repetida a lo largo de generaciones, encierra una paradoja: la satisfacción de sentirse reivindicado puede surgir sin infligir castigo alguno. En la novela Cumbres Borrascosas, Catherine afirma haber obtenido venganza sobre Heathcliff no porque haya actuado contra él, sino porque considera que las desgracias que él mismo ha provocado constituyen un ajuste de cuentas suficiente. Así, la venganza puede adquirir un matiz de clemencia: el agraviado se siente compensado no por su acción, sino por el simple curso de los acontecimientos. Esta perspectiva, que resuena con la tradición judeocristiana de delegar la retribución en Dios, sugiere que la necesidad de castigar personalmente al ofensor no es universal ni inevitable. En este contexto, el libro The Science of Revenge de James Kimmel Jr. explora la raíz psicológica y neurobiológica de la venganza. Kimmel, profesor de psiquiatría en Yale y exabogado, parte de una observación inquietante: muchos de sus antiguos clientes, lejos de buscar una compensación económica, parecían disfrutar del sufrimiento infligido a sus adversarios a través de litigios prolongados y traumáticos. Esta constatación le llevó a definir su labor como una forma de “venganza legalizada”. Afiches de "Cumbres borrascosas" Desencantado con la práctica jurídica, Kimmel se dedicó a investigar los mecanismos cerebrales que subyacen al deseo de venganza. Descubrió que la percepción de haber sido agraviado activa la “red del dolor” en la ínsula anterior del cerebro. El solo hecho de imaginar o consumar la venganza desencadena la liberación de dopamina y estimula los circuitos de placer en el núcleo accumbens y el estriado dorsal. Así, la venganza proporciona un “subidón químico” comparable al de ciertas drogas, lo que puede explicar su carácter adictivo. Según Kimmel, “todos nosotros regularmente autoescenificamos, autocreamos y autoimaginamos agravios todo el tiempo para obtener deliciosas dosis de venganza”. Esta compulsión, alimentada por la química cerebral, podría estar detrás de la proliferación de relatos como la saga de John Wick. El análisis de Kimmel va más allá de la neurociencia y se adentra en el lenguaje. La estructura de frases como “Hamlet se venga de Claudio” revela una fusión entre el castigo y la compensación: la ganancia del ofendido se mide en el sufrimiento del ofensor. La venganza, a diferencia de la justicia, se orienta a satisfacer la percepción de la víctima, no necesariamente a que el culpable comprenda su falta o reciba un castigo proporcional. Escena de John Wick A lo largo de la historia, la venganza ha dejado una estela de devastación, desde la sed de sangre de Calígula hasta los juicios ejemplares de Stalin. Frente a este legado, Kimmel propone una alternativa mental: el Nonjustice System. Esta técnica consiste en someter al ofensor a un juicio imaginario. El proceso incluye exponer los cargos, imaginar la defensa, asumir el papel de juez y, finalmente, el de ejecutor de la sentencia. Según el propio Kimmel, este método ha mostrado eficacia para liberar a las personas de sus “ansias de venganza”. Un caso ilustra el potencial de esta práctica: un hombre, tras completar el juicio mental, visualizó al asesino de su padre pidiéndole perdón. “Me dijo que lo sentía”, relató el hombre. “Eso ayudó muchísimo”. El "Nonjustice System" consiste en someter al ofensor a un juicio imaginario (REUTERS/Jane Rosenberg) No obstante, la mente humana ya dispone de mecanismos espontáneos para sentirse reivindicada sin recurrir al castigo o la compensación directa. La satisfacción puede provenir de reinterpretar los logros personales —en lo material, familiar, espiritual o social— como una forma de respuesta a quienes nos han herido. El refrán “el éxito es la mejor venganza” resume esta idea: la prosperidad propia basta como desagravio, sin necesidad de infligir daño. Para quienes consideran artificial el Nonjustice System por requerir imaginar situaciones ficticias, existe una alternativa más sencilla: aceptar que la fortuna, o el infortunio ajeno, puede percibirse como un ajuste de cuentas suficiente. Así, la venganza deja de ser un acto y se convierte en una interpretación, una forma de resignificar la experiencia del agravio y el propio bienestar.
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