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» Diario Cordoba
Fecha: 21/08/2025 03:52
Una campaña del Gobierno recorre estas semanas las redes sociales y las pantallas. Alude a la violencia digital, la que sufren demasiadas mujeres por parte de sus parejas o excompañeros y que no deja marcas físicas: lo que deja a su paso es la angustia, el miedo, la coacción a la libertad. La idea de la campaña es efectiva, alude a que el teléfono móvil, ese objeto que llevamos en el bolsillo o en la mano casi todo el día, es el instrumento que usan demasiados hombres para desplegar su control coercitivo, su odio. Otra forma de violencia digital, más sofisticada y que afecta a todos los usuarios de teléfono, es la que ejercen quienes martillean con mensajes y llamadas no deseadas, esas en que al descolgar te ponen música, que cuando empiezan a hablar no te dejan apenas contestar, e incluso te dificultan colgar el teléfono con una conversación inacabable, que se enreda para mantenerte al aparato. En demasiadas ocasiones sobrevuela el temor a que detrás de la llamada haya una urgencia importante, que tienes que atender y que de no hacerlo, puedes sufrir algún perjuicio. Un cambio en las condiciones de un contrato, un encarecimiento inminente de un servicio, una amenaza fantasma a la seguridad de datos importantes. Uno de los principales retos que tenemos como sociedad es el derribo de la brecha digital que distancia a los mayores, más lentos en la adaptación de las nuevas tecnologías, menos motivados. Y cada vez son más las personas de avanzada edad que tienen internet en su teléfono y que a través de redes sociales comunican con familia y amistades, por lo que son un blanco especialmente fácil para la delincuencia que se expande e n este medio con suplantación de identidad y hackeos. El plan contra las estafas telefónicas en vigor desde marzo ya ha permitido bloquear 48 millones de llamadas y dos millones de SMS fraudulentos, y esos datos lejos de alegrarnos deberían de causar horror: tal es el tamaño de la invasión digital que afrontamos y gestionamos como podemos. Un ataque a la privacidad que también angustia y coarta. Una violencia más.
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