Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • De Alaska a Washington

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/08/2025 04:36

    El diálogo directo entre Rusia y Estados Unidos busca evitar la escalada militar y abrir nuevas áreas de competencia tecnológica. REUTERS/Kevin Lamarque/File Photo Dependiendo de su resultado final, la cumbre de Alaska podría ser el inicio de posibles cambios en las estructuras de poder global. Hoy predomina la desconfianza generalizada entre los principales actores estratégicos; casi no hay actividades diplomáticas; solo abundan debates “principistas” que nadie escucha, prolongadores de este turbulento statu quo, y hay demasiadas acciones agresivas, que llevan a más guerras. Las situaciones de Guerra o de Paz dependen en gran medida de las confianzas mutuas existentes entre los dirigentes de las grandes potencias y de las presiones de los lobbies. El software de la seguridad estratégica se asienta en la confianza recíproca de los dirigentes, aunque también es necesario el conocimiento y control mutuo del hardware militar. Sin la coordinación de ambos, la Paz sería muy difícil de lograr y de mantenerse. Lograr la Paz permitiría empezar a fijar algunas reglas de juego medianamente estables, dejando que las competencias entre los países se desarrollen principalmente en el campo tecnológico e industrial, aunque ese paso consolidaría la preponderancia del G3 (EEUU, China, Rusia), es decir, de las superpotencias con zonas de influencias; no solo en Ucrania, sino en Europa; pero también relegaría las influencias geopolíticas de Turquía, de Irán, de Israel, de los países árabes y de otros. Es decir, el acercamiento entre Rusia y EEUU podría cambiar las reglas de juego actuales. EUROPA no podría, por sí sola, continuar la guerra de la OTAN en territorio ucraniano, si EEUU no la apoya; por lo que tampoco podría reivindicar un papel de “actor geopolítico” para defender a Ucrania. Su postura principista es delirante; insistir en el derecho de Kiev a unirse a la OTAN como una cuestión de “principios” refleja una mentalidad propia de los lobbies armamentísticos, que privilegia, hipócritamente, un discurso ideológico sobre la diplomacia genuina. La Paz solo se podrá alcanzar cuando finalice la persistente sensación de inseguridad tanto para Rusia como para el resto de Europa y que provoca el aumento de los presupuestos militares, siempre a expensas del gasto social. Las garantías de seguridad deberán ser mutuas. Trump se ha convencido de que la maniobra de la OTAN, de rodear y fraccionar a Rusia, ya ha fracasado definitivamente y que la guerra militar en Ucrania fue ganada por Rusia, reflejada en el hecho de que en la reunión de Alaska no concurrió ningún militar, ni ruso ni norteamericano; no había nada para discutir. Lo que continuará ahora es un sostenido diálogo para el control mutuo de los sistemas de armas estratégicas, en especial retomar los acuerdos nucleares, la cooperación en seguridad energética, medidas de desescalada militar y comenzar con nuevos negocios conjuntos, lo que abriría un frente más sofisticado de competencia tecnológica y financiera, en lugar de competencia puramente militar. El control de armamentos estuvo sobre la mesa en Alaska. La reciente decisión de Moscú de levantar su moratoria unilateral sobre el despliegue de misiles de alcance intermedio fue, casi con seguridad, la que influyó en las conversaciones. La estabilidad estratégica tras la expiración del Nuevo Tratado START en febrero de 2026 será una preocupación central. Las múltiples negociaciones demandarán mucho tiempo; será un proceso donde la clave de todo estará en la confianza mutua, por lo que debería concluir antes del final del mandato de Trump o de Putin (las negociaciones de paz entre Irán e Irak tardaron 3 años). EEUU va a imponer una solución al tema ucraniano porque tiene una carta fundamental: retirarse militarmente de Ucrania y si eso se diera, Rusia tomará Odessa y será el final de toda Ucrania. Kissinger tenía razón; no convenía arrinconar a Rusia, expandiendo la OTAN. Es como con un gato; te araña fuerte. Alaska Pese a la poca antelación con la que se anunció la cumbre, la Base Conjunta Elmendorf-Richardson en Anchorage, Alaska, estaba lista para la cumbre entre los presidentes Vladimir Putin y Donald Trump; reunión que no solo se centró en el conflicto de Ucrania, sino que tuvo una amplia agenda de seguridad y de temas económicos y estratégicos. Fue la primera reunión del más alto nivel entre Rusia y EEUU desde junio de 2021 en Ginebra (Putin–Biden), y la primera visita oficial de un presidente ruso a suelo estadounidense desde el viaje del entonces presidente Medvédev en 2010. Putin y Trump se habían reunido en 2019, en el marco de la cumbre del G-20 en Osaka, Japón. Valor simbólico y de poder El mensaje de Alaska es claro: Moscú y Washington tomaron decisiones clave sobre Ucrania y luego informaron a Europa. El lugar, bien lejos de Ucrania y de Europa, tuvo un alto carácter simbólico. Alaska, el estado estadounidense más cercano a Rusia, separado únicamente por el estrecho de Bering, anteriormente formó parte del Imperio Ruso. Su propia historia nos recuerda, lamentablemente, que la propiedad territorial no es inmutable, sino una variable política y diplomática moldeada por los acuerdos de las grandes potencias en momentos históricos específicos. Las fronteras dentro de Europa fueron modificadas tantas veces. Lo saben bien, entre otros, Alemania, Polonia, Hungría, Rumania y Ucrania, cuya parte este pertenecía a Polonia y le fue otorgada por Stalin a Ucrania. La península de Crimea era parte del Imperio Otomano, y en 1783 pasó a manos del Imperio Ruso. En 1954, Krushev, el ucraniano primer ministro de la URSS, se la cede administrativamente a Ucrania, hasta que vuelve a manos rusas en 2014. Antecedentes La elección de Alaska refleja el alto interés en volver a un equilibrio de poder más estable y previsible, para alejarse de este período de guerra y de paz simultánea, donde todos pierden. Refleja claramente temáticas de acercamientos más que de distanciamientos: en el pasado (la venta del territorio), en el presente (reconocimiento del equilibrio geopolítico actual, y ambos como superpotencias) y en el futuro (relaciones e inversiones económicas conjuntas). Pasado Entre 1737 y 1867, Alaska era parte del Imperio ruso. Su frontera era con el Imperio Británico (hoy Canadá). Se dice que el zar Alejandro II vendió Alaska a EEUU por 7,2 millones de dólares para que no cayera en manos británicas, ya que sus finanzas no le alcanzaban para defender dicho territorio, escasamente poblado y muy lejano de San Petersburgo. Nunca previeron en aquel entonces que EEUU se convirtiera en superpotencia. Esta vecindad en territorios tan remotos fue de enorme practicidad para que la URSS recibiera ayuda militar de EEUU durante la IIGM, ya que desde aeródromos de Alaska se suministraron equipos y materiales militares para el combate en el Frente Oriental contra el III Reich. Cabe recordar también que en Alaska viven hoy varios descendientes de rusos, con iglesias ortodoxas en funcionamiento y nombres de lugares como Nikolaevsk, Voznesensk, Soldotna y los lagos Superior e Inferior de Rusia, conectados por el Russia River. Presente La elección de territorio norteamericano, en lugar de espacios “neutrales” como Turquía o EAU, lo que daría lugar al engrandecimiento internacional de Recep Tayyip Erdogan o de Mohammed bin Zayed Al Nahyan, revela que Trump quiso darle a esta cumbre un carácter más estratégico y con una mirada al futuro, en especial a las relaciones de Rusia y China, que a un enfoque más básico sobre la guerra en Ucrania. La elección de Alaska simplifica cuestiones prácticas, como los temas de seguridad y evita cuestiones legales que plantea la orden de arresto de Putin de la Corte Penal Internacional, ya que EEUU no reconoce la jurisdicción de la CPI en su territorio. Además, el Departamento del Tesoro levantó temporalmente algunas restricciones a Rusia para facilitar la reunión. Futuro El Ártico es un tema crucial para Rusia y EEUU en relación al comercio entre Occidente y Asia. La administración Trump ha estado presionando a Canadá y Groenlandia por este escenario estratégico. Rusia y EEUU tienen intereses a explorar: la Ruta marítima del Mar del Norte; la explotación de las reservas de petróleo y gas en alta mar. También hay disputas en curso como la cresta de Lomonosov, una formación submarina en el océano Ártico que Rusia reclama como extensión natural de su plataforma continental. Proyectos conjuntos en el Ártico podrían convertir la región en un atractivo polo de inversiones. Pero la continuación de grandes diferencias podría transformarse en un escenario de pruebas de armas nucleares y ejercicios de defensa aérea. La lógica subyacente del diálogo directo, sin intermediarios, es un recordatorio de los lazos históricos (IIGM) y aún de los peores momentos de la Guerra Fría, donde Moscú y Washington continuaron en contacto. Como todo proceso en curso, se debate entre oportunidad o amenaza. Washington Si bien no hubo resultados concretos, visibles o comunicables, se vislumbra que ya hay varios puntos aceptados por todas las partes: el no ingreso de Ucrania a la OTAN, compensado por medidas especiales que garanticen su seguridad, como el “Artículo 5” o variantes; la partición total o parcial del DONBAS, incorporado a la Federación Rusa; el otorgamiento de garantías de seguridades estratégicas mutuas, entre otros temas. La forma de arribar a las conclusiones finales, aparte de llevar bastante tiempo, será en formatos que dejen a un Trump triunfante; el reconocimiento de Putin como un líder importante e imposible de ignorar; que los europeos puedan exhibir las garantías de seguridad que le brinden los acuerdos Trump-Putin, además de un reparto justo de la carga de defensa entre EEUU y Europa. Entramos a una nueva y sorprendente etapa geopolítica, que rompe el statu quo actual.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por