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  • Francella, Darín y la grieta sin fin

    » Corrienteshoy

    Fecha: 19/08/2025 19:50

    Francella, Darín y la grieta sin fin Por Pablo Vaca Guillermo Francella y Ricardo Darín tienen varias cosas en común. Las obvias: la profesión y la popularidad. No hay otros actores argentinos tan convocantes como ellos. Son de la misma generación (Darín, 68; Francella, 70) y supieron sumarle prestigio a su fama (Darín apareció como galancito y Francella como capocómico). La única vez que compartieron cartel, en El secreto de sus ojos, la película ganó el Oscar. Dos elegidos, claramente. Basta charlar con ellos para descubrir además dos tipos sensibles y sencillos, laburadores, de buen sentido del humor. A esta altura de su vida, también, saben lo que quieren y piensan lo que piensan, pero han preferido, en general, expresar sus posiciones educadamente, con buenos modales. Nada de eso ha podido evitar que cayeran en la grieta, utilizados, sin que nadie les preguntara, como estandartes de uno y otro lado de ese zanjón lleno de barro donde la mayoría termina salpicada. A Darín le pasó con El Eternauta. El personaje imaginado por Héctor Oesterheld ya traía su carga ideológica, por la época en que fue escrito, por el destino de su autor y por la apropiación que había hecho el kirchnerismo de este. Sin embargo, no podría decirse que la serie dirigida por Bruno Stagnaro -y que tuvo un éxito tremendo desde el día de su estreno en Netflix, el 30 de abril pasado- sea panfletaria. A lo sumo, Juan Salvo y sus amigos de esa distópica Buenos Aires representan un aspecto presente en unos cuantos argentinos: el costado solidario, amiguero, también nostálgico. Pero “Lo viejo funciona”, frase pronunciada por Favalli en la serie, fue rápidamente cooptada por kirchneristas y asociados como sinónimo de que todo tiempo pasado fue mejor. Encima, Darín se quejó en el programa de Mirtha Legrand por el precio de las empanadas y desde el ministro de Economía, Luis Caputo, hasta el último troll libertario le cayeron al actor como si el demonio hubiera encarnado en él. El protagonista de éxitos como Nueve Reinas o Argentina, 1985, quedó atrapado sin salida. Incluso cuando había sido crítico del gobierno K, lo que entonces le valió su cuota de insultos. Lo de Francella está sucediendo en tiempo real. Su nueva película, Homo Argentum, no sólo cuenta con el favor del público, que la convirtió, con 467.518 entradas adquiridas entre jueves y domingo, en uno de los mejores debuts de la historia para una película argentina. Sino también con el del presidente Javier Milei, que la vio él, se la hizo ver a su Gabinete y a un grupo de legisladores y además tuiteó: “La película de Guillermo Francella deja en evidencia muchos de los aspectos de la oscura e hipócrita agenda de los progres caviar (Woke).” Francella sumó a la polémica cuando dio una opinión mal vista por los políticamente correctos: “Siempre lo digo: hay cine que es muy premiado, pero que le da la espalda al público. Ese cine no me gusta”, soltó. “Quiere decir que van cuatro al cine, porque ni la familia del director va, porque son obras de arte pero que no tienen identificación, no representan a nadie. Es mi criterio. Lo digo sin humor”, sostuvo en una entrevista en Olga. Suficiente como para que actores kirchneristas como Pablo Echarri salieran a cruzarlo. Una periodista llegó a decir que a Milei le gustaba la película dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn porque es “apátrida”. Del otro lado, obvio, lo defendieron aún más. Por ejemplo, Marcos Galperín, dueño de Mercado Libre, llamó a verla, comparando la taquilla de Homo Argentum con la de El Kiosko, un filme de Echarri al que “vieron 3.000 espectadores y contó con un crédito de 120.000 dólares del INCAA” (en realidad tuvo 12.632 espectadores, que no dejan de ser pocos). Ahora bien, vista sin anteojeras, la película tampoco exuda la ideología que dicen unos y otros. Es, ni más ni menos y con más o menos gracia, una burla a 16 estereotipos de argentinos, especialmente porteños, fácilmente reconocibles porque existen en la vida real. Pero vivimos en la Argentina crispada. Todo vale a la hora de insultarse un poco con el de enfrente. Incluso, usar como armas a dos grandes actores que no dudan en decir lo que piensan, pero que siempre prefieren charlar a gritar.

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