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  • Del odio al amor en un viaje en tren por el conurbano

    » Clarin

    Fecha: 19/08/2025 13:08

    El odio está de moda. No hay día que salga de casa sin ver aunque sea una pequeña escena de violencia: una mujer maniobra con su coche en una esquina, una joven y su pareja la empiezan a increpar porque ahí no se puede estacionar, la insultan mientras ella dice “no me bajé del coche, no me voy a bajar”. En la plaza de mi barrio, la gente se enfrasca en peleas por los perros, los partidos de fútbol de los chicos, el uso de los juegos, los picnics, la basura. Lo que sea. A veces me toca protagonizar uno de esos episodios. Subo al 63, el colectivo frena de golpe, no puedo evitar tambalearme y empujar a una mujer. Entre el ruido de la calle y el de los celulares, no se oye que le digo “perdón” mientras trato de agarrarme a algo, así que ella empieza a gritar: “disculpate, disculpate, quién te creés que sos”. Estoy azorada. Le digo que ya lo hice pero que si le hace falta, no tengo problema en regalarle una palabrita de más. Me voy bien lejos. Trato de calmarme y pensar en qué momento Buenos Aires se transformó en una ciudad tan hostil. Quizás siempre lo fue. Muy de vez en cuando y como cualquier persona que haya ganado algún premio o distinción, también recibo hate mail. Comparado con esos eventos en real life, creo que lo prefiero. Hay algo amoroso en alguien que se toma el trabajo de odiar por escrito, sobre todo si esa persona sabe odiar con elegancia, disfrazando su mensaje de elogios y maravillas. En 1948, la escritora estadounidense Shirley Jackson escribió un cuento sobre un pueblo en el que la gente sigue un extraño ritual: cada tanto se elige al azar a una familia a la que todos apedrean. Se llama La lotería y es tan perturbador como acertado para representar el lado más oscuro de lo humano. Muchos creyeron que el cuento era realidad y le escribieron a la autora: algunos, escandalizados, otros para preguntar dónde quedaba el pueblo (quizás para llegar con su mochila llena de piedras). A veces yo también me levanto odiadora. Odio a la gente que escucha música sin auriculares o que te obliga a compartir los audios de sus parientes. Odio las noticias hechas con IA, los millones de likes que tiene un video descerebrante, la ignorancia de algunos funcionarios, el desinterés de los alumnos, la hipocresía de quienes condenan el bullying y el racismo pero aplauden a los políticos que los ejercen.

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