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Parana » Informe Digital
Fecha: 17/08/2025 11:30
Existen tres tipos de recursos: 1) flujos acumulados del pasado que se han transformado en ahorro o capital; 2) flujos presentes, es decir, lo que actualmente estamos generando; o 3) flujos futuros a través de endeudamiento, anticipando lo que será necesario pagar más adelante. El gobierno de Milei consume simultáneamente los tres: amortización de obra pública desatendida, incorporación de superávit energético y, en mayor medida, endeudamiento. Ante la campaña de Milei, que se centra en el lema “Nunca más kirchnerismo”, es pertinente reflexionar sobre los aspectos económicos que metafísicamente distinguen al kirchnerismo del libertarismo, particularmente en su relación con la deuda. Para el kirchnerismo, esta es nociva y esclaviza; cada vez que ha gobernado, ha intentado reducirla o renegociarla con rebajas. En contraste, para Milei y Caputo (así como para Macri y Caputo), la deuda es la mejor señal de solvencia: solo se concede crédito a quienes pueden devolverlo; ser sujeto de crédito es una demostración de solvencia. En Caputo se encuentra el hilo conductor de la continuidad económica entre el PRO y La Libertad Avanza (LLA). A los aproximadamente 40 mil millones de dólares que adquirió de deuda con el FMI en 2018, ahora se suman los nuevos 20 mil millones de este Caputo (14 mil millones ya ingresados), representando un aumento cercano al 50%. Así como en 2018, esa deuda con el FMI se destina a pagos de otras deudas, por lo que el total de deuda en dólares no se incrementa, pero el nuevo acreedor tiene prioridad y exige cumplir compromisos de política económica que restringen la soberanía del país. Deber a uno solo no es lo mismo que a muchos. Cuando Macri tomó los primeros cerca de 40 mil millones de dólares, Olavo de Carvalho, el intelectual de Bolsonaro, similar a lo que sería hoy Agustín Laje en nuestro país, comentó que mientras competía por captar la atención de Donald Trump en su primera presidencia, tanto Brasil bajo Bolsonaro como Argentina bajo Macri vieron que, al ingresar al FMI, Argentina había descendido un escalón geopolítico, mientras que Brasil nunca necesitó hipotecar su independencia. Por ejemplo, Argentina no podría votar en contra de Estados Unidos en la ONU si decidiera hacerlo en algún momento, y tendría que alinearse con la geopolítica norteamericana, principal accionista del FMI. Nos hemos acostumbrado; esos 40 mil millones de dólares de 2018 marcaron un punto de inflexión en el debate público durante años, pero estos nuevos pasaron casi desapercibidos y fueron considerados necesarios para tranquilizar a los mercados, incluso antes de las elecciones de medio término. Macri logró ganar las elecciones legislativas de 2017 sin el respaldo de los dólares del Fondo, que fueron cruciales más tarde para evitar perder su frustrada reelección, mientras que Milei los requirió para intentar triunfar en las elecciones legislativas: todo se acelera. No siempre la deuda es negativa. Si sirve como puente para una inversión que generará más ingresos que los intereses y permitirá el repago del capital con sus propios flujos, es beneficioso adquirirla. En esencia, el prestamista ofrece tiempo, adelantando recursos futuros a cambio de la inversión actual, evitando postergar su ejecución hasta generar recursos propios mediante ahorro. Sin embargo, si la tasa de interés es superior a lo que generará la inversión de dicho capital, en el caso de un proyecto, o excede en porcentaje el aumento del producto bruto del país, la deuda se volverá impagable, incrementándose continuamente en lugar de amortizarse. Lo que observamos en la actualidad, más allá del aumento de deuda en dólares con el FMI, es el incremento de la tasa de interés en pesos que el Tesoro paga para refinanciar las deudas locales: debe cada vez más, descontando la inflación. Existen múltiples explicaciones técnicas sobre el desarme de la Lefi y el cambio de garantía al Banco Central, que siempre puede emitir para pagar, a diferencia de ahora, en que el acreedor es el Tesoro, que no tiene esa capacidad. Sin embargo, estas cuestiones técnicas, aunque comprensibles e importantes, no impiden ver que el gobierno de Milei está aumentando la deuda total al capitalizar los intereses a una tasa que duplica la inflación. El Gobierno también consume futuro al blanquear recaudaciones tributarias pendientes de individuos que no han pagado impuestos, quienes en algún momento podrían verse obligados a hacerlo. Esta es otra señal de las similitudes entre las políticas económicas de Macri y Milei. Es probable que el kirchnerismo sienta una fobia hacia la deuda, al igual que hacia el mundo financiero. No son los únicos, ya que la misma Iglesia católica, en la Edad Media, consideraba pecado que el dinero generara más dinero al prohibir los intereses; el papa Francisco ha sido un crítico ferviente de la financiarización de la economía. En contraposición, contamos con un ministro de Economía cuya especialidad es conseguir recursos infinitos a través de diversas formas de endeudamiento. “El Messi de las finanzas”, como lo calificó el jefe de Gabinete de Macri en 2018. Así como Sturzenegger relata impúdicamente que Milei parecía experimentar un clímax frente a proyectos de ley que reducirían el gasto y desregularían la economía, Caputo podría obtener una satisfacción similar si el riesgo país disminuyera a la mitad, permitiendo que Argentina tomara toda la deuda que deseara en el mercado de deuda privado. “Cada uno goza como puede”, dijo el psiquiatra Sergio Zabalza sobre este tema. El problema radica en la resaca que sigue a esa satisfacción pulsional. Metafísica de la deuda. Friedrich Nietzsche sostiene en La genealogía de la moral (1887) que en la lengua alemana las palabras “deuda” y “culpa” comparten el morfema Schuld. De igual manera, en inglés, la proximidad entre should (deber) y shoulder (hombro) sugiere que “tanto las deudas como la culpa son cargas que se llevan”. En Capitalismo como religión (1921), Walter Benjamín afirma: “El capitalismo es el primer culto que no expía la culpa, sino que la genera”, ya que con los intereses la culpa nunca deja de aumentar. Deuda y sacrificio están intrínsecamente ligados; “una vida endeudada es una vida culpable condenada al sacrificio”. En La fábrica del hombre endeudado, el filósofo italiano Maurizio Lazzarato describe “la deuda como una técnica de gobierno y control en la gubernamentalidad”, y desarrolla la idea de “fabricación de deudas” como herramienta para “constreñir a los individuos para que se comporten de determinada manera”. Bajo la promesa de poder disponer anticipadamente del futuro, el préstamo implica “una apropiación del tiempo por parte de quien presta”, disciplinando al prestatario y neutralizando cualquier posible insubordinación: “La deuda es también una técnica política de control”.
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