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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 17/08/2025 05:00
Juan Manuel Abal Medina (1945-2025) y el libro en el que cuenta su misión como Secretario General del Movimiento Peronista “Conocer a Perón. Destierro y regreso” (Planeta, 2022) es el título que Juan Manuel Abal Medina eligió para sus memorias sobre los años 1972-73, aunque adecuado también hubiera sido “Defender a Perón”, porque allí hace justicia con el tres veces presidente de los argentinos, sistemáticamente calumniado y responsabilizado de todos los males presentes y pasados, ante el injustificable e indigno silencio de quienes detentan la jefatura del partido que él fundó. Cuando se publicó “Conocer a Perón”, hubo quien cuestionó que Abal Medina no lo hubiese escrito antes. Esa crítica molestó al autor, pero en realidad se trataba más bien de un lamento porque la lectura del libro hacía ver hasta qué punto voces autorizadas como la suya faltaron de modo crítico en estos 20 años de memoria sesgada y deformante. Ahora, el testimonio está dado y contribuirá a disipar equívocos y restablecer la verdad histórica. Desde 2003, la llamada “política de derechos humanos” instaló una versión romántica del accionar de la guerrilla y favoreció la absolución del rol que jugaron las cúpulas de las organizaciones armadas en la frustración de la etapa democrática que se abría en 1973 con el fin de la proscripción del peronismo y de su líder Juan Perón. Esta versión es la que el libro de Abal Medina vino a corregir. “No comparto en absoluto el concepto de la primavera camporista”, dijo, categórico, en una entrevista con Infobae. Más aún, data el momento en que “las cosas se fueron de las manos” -en referencia a la radicalización de algunos sectores y a la lucha interna- justamente en el 25 de mayo del 73, día de la asunción de Héctor Cámpora a la presidencia. Entre otras cosas, recuerda que los presos del ERP salieron de la cárcel formados en escuadras, cantando la Internacional: “Soltamos a la gente que al día siguiente nos iba a seguir atacando”. Héctor Cámpora asumió la presidencia el 25 de mayo de 1973. Su candidatura surgió de la proscripción de Perón El kirchnerismo, en cambio, ha dejado correr en estos años la versión camporista -en realidad montonera- de la dramática coyuntura del 72/73. Dicho brevemente, Perón “engañó” a la juventud y “giró a la derecha”. Juan Manuel Abal Medina murió hace dos meses, el pasado 15 de junio. Tenía 80 años. Era abogado, periodista y político. Militaba en el nacionalismo católico y desde esa vertiente se sumó al peronismo a comienzos de los 70. Se había formado en el Nacional Buenos Aires y en la Facultad de Derecho de la UBA. Y en charlas con intelectuales como el padre Leonardo Castellani, Leopoldo Marechal, Arturo Jauretche y José María Rosa, entre otros: “Marechal y Pepe Rosa me insistían en que leyera a Perón y bueno, yo leía a Perón antes de ser peronista. La Comunidad Organizada siempre me resultó un texto sumamente atractivo”. Abal Medina fue clave en el dispositivo de Perón para su retorno a una Argentina convulsionada que quería reconciliar y pacificar. Además de su talento político, gozaba de dos grandes ventajas para ese rol. Por su proveniencia del nacionalismo católico, tenía buenos vínculos con los militares, y por su apellido -su hermano, muerto en septiembre de 1970, era uno de los fundadores de la organización Montoneros- ejercía atracción entre los sectores juveniles, aunque él jamás adhirió a la lucha armada. En el libro diferencia a su hermano de “lo que después fue Montoneros”. Poco antes de morir (en mayo del 74), Jauretche, muy apesadumbrado por la distancia que los jóvenes estaban tomando de Perón, le dijo que su hermano Fernando no hubiera avalado ese desafío a la autoridad del General. En el libro “Montoneros, la buena historia”, José Amorín describe la evolución del primer grupo de Montoneros -que inscribía su acción en el marco y en los objetivos del peronismo- hacia posiciones marxistas. La muerte de Fernando Abal Medina y de Sabino Navarro, sumadas a otros acontecimientos, fueron cambiando la cúpula de la organización y también su orientación ideológica. “Fernando era un peronista nacionalista. Él no tenía nada que ver con ese mundo”, decía Juan Manuel Abal Medina, en referencia a Cuba, poco a poco convertida en Meca de los grupos armados locales. LA MISIÓN Pese a lo reciente de su vínculo con Perón, éste le dio una responsabilidad central en su dispositivo de conducción. “Yo lo trataba desde hacía un año. Perón me elige porque había hecho el trabajo de acercamiento con sectores militares, y había logrado juntar reiteradas veces a referentes montoneros con gremialistas”, explicaba Abal Medina. En su libro expresa el privilegio que constituyó para él haber trabajado junto al líder justicialista en esa coyuntura histórica de 1972/73, con una cercanía que califica como única. Con evidente admiración y cariño evoca ese tiempo en que fue testigo y protagonista de un acontecimiento histórico extraordinario y probablemente inédito: el regreso de un líder desterrado y proscripto al país y al poder por la vía democrática, después de 17 años de proscripción y exilio forzoso. Con tan solo 27 años, Abal Medina se vio confiar esa misión de altísima relevancia. “La parte del regreso la dirigí en compañía del secretario general de la CGT, José Rucci, y con el respaldo muy fuerte y también decisivo de Rodolfo Galimberti, referente de la creciente movilización juvenil. Lo quería decir, porque Galimberti después fue tal o tal cosa, pero el de aquel entonces fue el que cuento en el libro. Textualmente el General hablaba de sus tres alfiles: Cámpora (a cargo del diálogo con los otros partidos en La Hora del Pueblo), Rucci y Galimberti”. Rodolfo Galimberti, Juan Manuel Abal Medina y Héctor Cámpora Del relato de Abal Medina surgen también los elementos que ya estaban en germen en aquella coyuntura y que, muerto Perón, frustraron una oportunidad histórica para el país. La generosidad y apertura del General hacia sus históricos adversarios radicales y su frustración por la falta de correspondencia a ese gesto es otro de los temas presentes en el libro de Abal Medina. Y la preocupación por evitar la radicalización juvenil. En las sombras -o no tanto- ya operaban los que, dentro y fuera del movimiento, se encargarían de abonar el terreno para la ruptura democrática del 76. Y, contra lo que dice la versión neomontonera, difundida por el kirchnerismo, la radicalización de la juventud y el copamiento por las organizaciones armadas de buena parte de esa militancia contribuyeron al sabotaje de la experiencia de unidad nacional y reparación histórica que Perón quiso impulsar con su regreso. Abal Medina expresa su admiración por Perón como gran estratega. Un líder al que en los años 60 pocos veían regresando al país y al poder. También subraya su patriotismo y la claridad absoluta de su ideología. “La forma en que enunciaba posiciones ante coyunturas políticas, tanto nacionales como internacionales. La forma en la cual asimilaba la óptica justicialista a los procesos que se vivían [pero que] nunca cambiaron la esencia de su pensamiento. Y no engañó a nadie en esta materia. Se engañó el que quería ser engañado”, subraya. Perón hizo grandes intentos por sumar al radicalismo al gobierno. En la foto, con Ricardo Balbín Este comentario apunta a desarmar el principal argumento montonero y posmontonero para justificar el no haber depuesto las armas y el desconocer la conducción de Perón. “El socialismo nacional del que hablaba el General era el justicialismo. Siempre fue claro”. Pero si para Perón el socialismo nacional era el justicialismo, para Montoneros, era el castrismo. En entrevista con Infobae, Abal Medina dijo que la campaña del 73 había sido “un campo minado de obstáculos externos e internos”. Y precisó que, al revés de lo que quiso vender el relato setentista de estos años, el papel de las organizaciones armadas no fue tan esencial en la salida democrática y el regreso de Perón. En cambio, sí tuvo aristas muy negativas que hasta comprometieron las chances electorales del Frejuli (Frente Justicialista de Liberación). Cuando Abal Medina empezó a trabajar con Perón, “Montoneros todavía no tenía relevancia”, dice. “Crece y hace su explosión con el ‘Luche y Vuelve’ [la campaña por el retorno de Perón], de julio de 1972, pero el ‘Luche y Vuelve’ era por el General”. Luche y vuelve, la consigna por el regreso de Perón El Movimiento Peronista había llegado unido al regreso de Perón (noviembre de 1972): los sindicatos, la JP y Montoneros y los sectores políticos; aunque ya intercambiaban los calificativos de “burocracia sindical” y “bolches infiltrados”, “el ‘paquete’ estaba contenido”. Pero este discurso de unidad nacional y moderación, acotaba Abal Medina, fue opacado en la campaña por la radicalización de la JP, que había conocido un crecimiento explosivo con el aporte de sectores recién llegados al peronismo y que estaba siendo cada vez más hegemonizada por las organizaciones armadas en cuyo ideario se mezclaban elementos marxistas. El crecimiento exponencial de Montoneros, tras absorber a las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y fusionarse con las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias, no peronistas), contribuyó a la desperonización de sus cuadros. Abal Medina apunta justamente contra esa fusión (“altamente negativa”, dice) con las FAR, porque implicó la llegada a la conducción de Montoneros de “un grupo de marxistas, más formados”. La campaña del 73 se radicaliza justamente por “la aparición de un nuevo tipo de militantes, muy orgánicos, pero muy de última horneada en el acercamiento al justicialismo y que son los que inventan consignas como ‘Montoneros y Perón, conducción, conducción’”. Pero ellos eran “un instrumento más del dispositivo del General, que desde el primer día los llamó ‘formaciones especiales’”. Además, Perón afirmaba que, “desaparecidas las causas (dictadura, proscripción) debían desaparecer sus efectos (violencia popular, formaciones especiales)”, decía Abal Medina. No será así, desgraciadamente, y eso contribuirá al baño de sangre posterior. Para Abal Medina, la fusión de Montoneros con las FAR fue "altamente negativa" Durante la campaña, la JP de Montoneros se enfervorizó contra el sindicalismo. con consignas como “se va a acabar la burocracia sindical”, en vez de “se va a acabar la dictadura militar”. Esta radicalización ahuyentó votos: “Yo percibía, en mi familia y en gente muy amiga, y en conocidos de mi entorno, que muchos de ellos nos hubieran votado si veían una cosa más civilizada, era gente que podía sentirse convocada por Perón y la unidad nacional, pero otra cosa es ‘5 x1 no va a quedar ninguno’ -decía Abal Medina-. Se podía haber ganado por más. Pero esas consignas eran muy pesadas e iban en contra de lo que quería el General”. Cuando la revista Así le pregunta si no habría “un período de arreglo de cuentas”, Perón responde que es “un error pensar que el justicialismo iniciará su programa de reconstrucción nacional profundizando en viejas heridas y resentimientos”. Y agregaba que “todos los objetivos del movimiento se podían alcanzar partiendo de un sentido de unidad nacional”. “Una cosa que siempre decía el General (era) que el 17 de Octubre lo había hecho la juventud, pero la juventud de los sindicatos. Porque la otra juventud nos andaba tirando piedras todos los días”, citó Abal Medina. En efecto, el grueso de los sectores juveniles de clase media formaban filas en la Unión Democrática en los años 40 mientras que se sumaron masivamente al peronismo en los 70. Pero la conversión no fue completa, como lo ejemplifica la evolución de Montoneros, de ser una organización con mayoría de jefes peronistas, que aceptaban la conducción del líder exiliado y tenían su retorno al país y al poder como principal objetivo, a una fuerza ganada por el marxismo castrista y que consideraba al peronismo apenas como la etapa burguesa de su marcha hacia el poder. “Para Perón en cambio la victoria era el regreso -decía Abal Medina-. Porque el peronismo había luchado durante 17 años por el regreso del General. Esa era la victoria. Luego hubo una desmesura total en el rol que los Montoneros se autoatribuyeron en ese regreso”. "La victoria era el regreso", dice Juan Manuel Abal Medina (derecha, traje claro). Cámpora, Perón y Rucci en Ezeiza, el día del regreso del General al país, 17 de noviembre de 1972 “Hay que recordar -escribió en Conocer a Perón- que el regreso fue también el resultado de una resistencia que se realizó durante los 17 años previos, y en la que la estructura del movimiento obrero organizado fue crucial”. Una de las tareas de Abal Medina -desafiante sin duda- fue intentar contener el enfrentamiento de la JP con los gremios; más en general, evitar declaraciones duras o violentas hacia otros sectores del movimiento y hacia las fuerzas armadas. “Suponíamos que la llegada de Perón significaría el fin de la guerrilla. El General tenía la confianza de llegar a un estatus similar al de México con Cuba”, decía. En México, el castrismo siempre se abstuvo de apoyar cualquier movimiento contestatario, a cambio de buenas relaciones diplomáticas entre ambos países. En una entrevista con Infobae en 2017, Abal Medina aludió a un tema crucial pero casi nunca mencionado cuando se hace el análisis de ese período: “Nuestra responsabilidad fue no haber logrado evitar que la interna peronista se transformara en un capítulo de la Guerra Fría”. El asesinato de Rucci fue un hecho mayúsculo por el impacto devastador que tuvo en el clima político y en la salud de Perón. Pero hubo otros desafíos menos públicos, tanto o más graves. Abal Medina evocaba uno de ellos como “el gesto más fuerte de los montos”, que fue “cuando ‘Pepe’ Firmenich le da a Cámpora la lista de ministros, funcionarios y legisladores para su gobierno”. “En una de las pocas conversaciones que tengo con la conducción de la organización, les reprocho muy gravemente un documento en el que decían ‘nosotros pensamos distinto’. ¿Son una organización peronista o no son una organización peronista?” Abal Medina con Héctor Cámpora y José Rucci, durante una campaña "minada de obstáculos", en la que costó contener la radicalización de la JP contra el sindicalismo Creer que ese grupo de “imberbes”, como pronto los calificaría Perón, actuaba por cuenta propia es ingenuo o malintencionado. Por algo Abal Medina mencionaba a los cubanos, a los que “había que neutralizar todo lo que pudiéramos” para que restringieran su apoyo a la guerrilla. Tampoco puede limitarse la influencia extranjera a La Habana; es olvidar que Cuba era tan solo un satélite en el dispositivo de Moscú, uno muy útil ciertamente porque proporcionaba un envoltorio romántico y local a lo que en el fondo no era más que Guerra Fría entre las dos potencias de la época, desarrollada en terceros escenarios, montándose sobre tendencias locales. Abal Medina admitía diferencias ideológicas “al interior del peronismo”, pero aclaraba: “Que eso se transformara en Comunismo versus Occidente, no tenía por qué suceder. El peronismo, con Perón en buenas condiciones, con excelente relación con Cuba, con integración abierta de todos los sectores, podría haberlo evitado”. Esto marca una dirección que deberían tomar futuras investigaciones sobre el período. Es notable que el marco internacional de la Guerra Fría y la intervención de las grandes potencias a través de operadores locales no haya sido objeto de estudio. En términos más generales, los políticos argentinos no integran al mundo en sus análisis ni en sus planes. Perón jamás hubiera regresado al país de haber actuado como ellos. Perón esperaba llegar a un acuerdo con Fidel Castro para que éste cesara de apoyar a la guerrilla argentina Abal Medina creía que un peronismo moderado como era el del Perón del 73/74, con vocación de acuerdo y unión nacional, hasta podría haber evitado el terrorismo de Estado. Pero ya los demonios de la violencia estaban desatados. El asesinato de Rucci marcó el limite para Abal Medina. “Soy totalmente sincero, yo ahí ya no tengo más nada que ver [con Montoneros]. Fue el fin para mí, yo no podía moral, política, afectivamente, tener nada que ver con eso. Pero el General hizo reiterados intentos [de conciliar posiciones con Montoneros]”. Lo intentó apelando a la mediación de Jorge Taiana (padre), Vicente Solano Lima, vice de Cámpora), José Gelbard, Duilio Brunello y del ya mencionado Carlos Funes. Inevitable sentir nostalgia de lo que pudo ser y no fue. Sobre todo, de las muchas vidas que podrían haberse salvado. Lo inadmisible es que, 30 años después, la llegada de los Kirchner a la presidencia, en vez de abrir un proceso de reflexión intelectualmente honesta sobre esa etapa, implicó la instauración de la versión montonera de los hechos; siendo el nombre de la agrupación juvenil de esa corriente uno de los síntomas más claros. Cámpora y Perón, encuentro en Roma, en vísperas del regreso Cámpora no es “el presidente que no fue” sino el que no debió haber sido; el que, obligado por las circunstancias, Perón eligió para representarlo. El del “Tío” era un poder vicario que sólo una operación de propaganda contra el fundador del Justicialismo pudo colocar en un pretendido sitial -y no se trata de negar su aporte, sino de guardar las debidas proporciones. El clima creado a partir del 2003 por este relato habilitó por ejemplo a alguna heredera de los “apresurados” y “desagradecidos” (como los llamó el General aquel 1° de Mayo de 1974) a decir que no habían tenido “miedo” de “discutirle al mismo Perón e irnos de la plaza”. Es decir que lo que fue un error de terribles consecuencias, algo de lo que sólo cabe lamentarse, se convierte -insolencia e ignorancia mediante- en orgullo, en la cabeza de quienes fueron aduladores y serviles con los Kirchner (nunca fueron a preguntarles por qué estaba lleno de corruptos el “gobierno popular”). Abal Medina dijo que “el principal objetivo” de su libro era hacer justicia con Perón, porque se habían “dado visiones de él absolutamente falsas”. Afirmó categóricamente la honestidad del General y de las personas que fueron sus colaboradores en el primer gobierno y luego durante su exilio: “Por encargo de él (Perón) revisé los juicios pendientes del General. Puedo dar fe de su honestidad absoluta y de lo grotescas que eran las acusaciones en su contra”. Para cumplir ese encargo, recurrió a la ayuda de “abogados que eran antiperonistas pero que eran mis amigos personales: ellos dieron fe de lo que estoy diciendo”, Abal Medina, Cámpora y Perón En las dos primeras décadas de este siglo, resurgió la campaña de infundios contra Perón, las mismas calumnias de siempre, casi un revival del 55. Figuras payasescas recorren canales y radios repitiendo las rancias calumnias de la Libertadora. Con honrosas pero escasísimas excepciones, muchos cuadros veteranos del peronismo optaron por seguir la corriente de los tiempos, dejando instalar impunemente estos relatos. La mayoría hizo la vista gorda frente a la colonización del peronismo por ideologías ajenas, a cambio de prebendas que en algunos casos fueron solo inmateriales -reconocimiento, palmaditas en el hombro y un discurso que les daba una falsa relevancia- y en otros más “conducentes”, como subsidios, becas, cargos… CONOCER A ABAL MEDINA La familia de Juan Manuel Abal Medina eligió despedirlo en privado, pero eso no justifica el silencio con el cual fue recibida la noticia de su fallecimiento por dirigentes que se autoperciben peronistas. Ningún comunicado, ningún homenaje. Pero su libro no ha sido recibido con la misma indiferencia. El kirchnerismo no fue puente sino quiebre entre aquella historia y los jóvenes de hoy, por eso es auspicioso que el testimonio de Abal Medina venga a saldar esa brecha. En el libro “Perón y la guerra sucia”, Carlos Chango Funes escribió que uno de los motivos del desencuentro de los cuadros juveniles con Perón fue su escasa formación “justicialista”. “El prejuicio academicista y la censura antiperonista habían privado a toda una generación (...) de un acceso sistemático a la doctrina justicialista. [Liberales y marxistas] coincidían en descalificar al justicialismo ‘como materia no digna de estudio’”. En estos años no fue la censura, sino el “relato”, lo que desperonizó a varias generaciones, sustituyendo el legado de Perón (Modelo argentino para el proyecto nacional, 1974), por la agenda de un progresismo globalista. Abal Medina dice que La comunidad organizada era para él un texto fascinante. En los 70, la conducción montonera bajaba como lectura obligatoria Los conceptos elementales del materialismo histórico, de la marxista Marta Harnecker (asesora del gobierno cubano), o La carretera de Volokolamsk, una exaltación del heroísmo soviético y, sobre todo, una apología de la muerte en combate. Sin embargo, en los 70, aunque incompleto, hubo un proceso de “peronización” de las clases medias. En este siglo, el auge del kirchnerismo con su transversalidad implicó un entrismo de sectores de izquierda con agenda y todo. Del testimonio de Abal Medina surgen reflexiones que impactan más allá del peronismo, porque despiertan nostalgia de un estilo político y de miradas estratégicas que hoy están desesperantemente ausentes en todo el espectro partidario nacional, con poquísimas excepciones individuales. Lectores no peronistas de este libro se han sentido impactados por la intensidad de lo vivido y el relato despojado, sin alardes. También por la forma en que Perón incorporaba a los más inteligentes. Con Abal Medina parte uno de los últimos integrantes de esa aristocracia del talento que promovió Perón. Muchas veces había oído hablar de Juan Manuel Abal Medina. Pero no fue sino en 2022 que tuve la oportunidad de conocerlo personalmente, gracias a los buenos oficios de un colega y amigo, Facundo Giampaolo. Fue también así que el ex secretario general del Movimiento Peronista nos concedió la primera entrevista a la salida de su libro. Lo que más impactaba al conocerlo era el contraste con la mayoría de los políticos de hoy. En diálogo con Gustavo Noriega, el escritor Juan José Becerra, editor del libro de Abal Medina, habló de su “sabiduría en reserva, sin alarde”. “Es muy agradable ver eso”, dijo. Sin duda es un abismo con el estilo actual que a unos los lleva a propagandizar revoluciones imaginarias y a otros a plantar banderas en cumbres todavía no alcanzadas. Abal Medina dice algo de lo que deberían tomar nota: tuvo el rol de primera línea que tuvo porque no lo ambicionaba. “Yo no quería ser nada, ni iba a ser nada en el gobierno”. En palabras de Becerra: “Su protagonismo ocurrió, como una contingencia. El cumplió una misión de la que no se jacta”. Abal Medina y un rol destacado en el Movimiento Peronista que no buscó En tiempos en que los políticos han sustituido el debate por el insulto, conocer a Abal Medina -a través de su libro- es asomarse a una concepción elevada de la política. Recomendado para los entusiastas de la grieta, que solo encuentran energía en la demonización de otros argentinos, y que parecen creer que quienes no piensan como ellos van a desaparecer. Para Juan Manuel Abal Medina conocer a Perón fue un momento cumbre en su vida y la muerte del General selló la suerte de la experiencia iniciada en 1973 con su regreso al país y al poder. También marcó el retiro definitivo de Abal Medina de la política. “Termina Perón y termina el libro”, dijo Noriega en esa charla con Becerra. Me recordó esta cita: “El General es el único hombre (...) por el que hasta este día he guardado un apego total y profundo. Él ha sido para mí la gran justificación de la condición humana, la de haberlo conocido, la de haberlo visto con frecuencia y la de saber que un hombre así podía existir.” Estas palabras, que bien podrían ser de Abal Medina, las dijo en realidad el escritor francés de origen ruso Romain Gary en referencia al general Charles de Gaulle cuando éste murió, en noviembre de 1970. Cuando Francia se rindió ante los alemanes, Gary, joven aviador militar, huyó a Londres piloteando su avión de combate para responder al llamado de De Gaulle a la resistencia. Una decisión y un encuentro que marcaron toda su vida. Algo similar le pasó a Abal Medina y lo expresa en ese título: “Conocer a Perón”. A su muerte, deja un testimonio extremadamente valioso, que debiera ser puente entre generaciones y vía de restauración del hilo conductor de una historia que un relato faccioso quiso cortar. Juan Manuel Abal Medina (foto Rafael Yohai)
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