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  • “Cuando me dijeron que el boxeo no era para nosotras me motivé aún más”

    » Elterritorio

    Fecha: 16/08/2025 18:34

    Silvia Lescano (45) es una de las pioneras del deporte local y la primera árbitro de la provincia. Con una carrera marcada en el ambiente pugilístico, hoy sigue dejando huella como coach sábado 16 de agosto de 2025 | 2:00hs. Foto: Marcos Isaac El boxeo misionero tiene una dama respetada y reconocida por sus pares, una pionera que entregó su vida a la causa y hasta le tocó codearse con las leyendas sudamericanas. Silvia Lescano nació en Campo Viera en 1980 y desde muy jóven sintió la necesidad de nadar en contra de la corriente. El ‘no’ fue su motor de búsqueda en un ambiente pesado como el pugilístico y en una etapa en que la mujer no tenía voz. Con 16 años conoció a su entrenador y posterior pareja, Félix Albrecht, con el que emprendió el viaje por el amateurismo, el profesionalismo y la vida misma. Hoy ambos enseñan boxeo en una escuela municipal que levantaron a pulmón en su casa de Cocomarola Este. Porque el amor por el deporte siempre fue más fuerte. Lescano es reconocida, además, como la primera árbitro de boxeo en la tierra colorada, pero también por una carrera marcada por desafíos constantes, desafíos satisfactorios. Tiene la palabra el ‘Cañón’ de Campo Viera. ¿Por qué elegiste en aquella época una disciplina tan cerrada para las mujeres? Fuimos criados por una mamá (Susana) soltera y nos mudamos a Posadas en 1994. Empecé a practicar boxeo en el 96 -con 16 años- cuando todavía no estaba permitido para mujeres en el país. Me llamó la atención de entrada, y cuando me dijeron que el boxeo no era para nosotras me motivé aún más. Si me dicen que no, es ahí donde voy y pruebo. En mi niñez, por ejemplo, no estaba bien visto el fútbol femenino, entonces llevaba los botines en mi mochila y me iba a jugar a la pelota lejos de casa. Siempre me gustaron los extremos. Así fue que mi mamá no quería saber nada del boxeo y su inquietud me motivó a comenzar definitivamente, además era un deporte que siempre lo miraba en la tele. Le conocí a una chica en mi barrio que practicaba el guanteo y me dijo que había un profe que enseñaba a mujeres. Él era Félix -mi actual esposo- el único que lo aceptaba. Así empecé junto a otras mujeres y de paso conocí al hombre que me acompaña hasta hoy en día. ¿Ahí empezó tu carrera profesional? Cuando agarré ritmo todavía no estaba permitido el boxeo para las mujeres en el país, recién en 1997 se autorizó. Paré un tiempo por algunos problemas respiratorios que tenía mi hijo; lo hice hasta el 2000 cuando retorné, esta vez con Félix de entrenador y en la ‘cancha de los curas’. En el 2002 fue mi primera pelea como amateur en Oberá y la gané por puntos. Así llegaron otras en Posadas y la región. Finalmente cuando decidí hacerme profesional, ya con 25 peleas como amateur, inicié los trámites, envié los exámenes médicos a la federación y me rechazaron con un fax asegurando que mi parte ginecológica estaba mal detallada. Me pusieron trabas justo antes de una pelea en Santa Fe cuando iba a debutar con complicidad de los mismos que después me rechazaron. Por suerte Félix llamó a la federación paranaense, en Curitiba, mandamos los exámenes, y ellos me habilitaron como boxeadora profesional sin problemas. Desde ese momento peleaba representando a Brasil hasta que después de un tiempo me hice la licencia de la WPC (World Pugilism Commission). Pero antes de llegar a este punto tuve que aguantar que me pongan el himno brasileño un par de veces ante de combates serios. Es realmente doloroso para cualquier argentino/a que te pase esto. Mi última pelea fue en San Pablo, en 2013, por la categoría 54 kilogramos de un título importante con la brasileña campeona mundial Simone Duarte. Tuve la oportunidad de pelear con otras pugilistas importantes como Mónica Acosta -en La Pampa-. No llegué a obtener un título, pero siempre me tocó con las mejores boxeadoras del momento. Noche especial El 23 de julio de 2010 llegó un momento bisagra. Silvia se dio el gusto de pelear con Alejandra Oliveras en la categoría súper ligero, junto antes de que Locomotora abroche el título mundial de la WBC. Esa noche en el Club Social y Deportivo Peñarol de la ciudad bonaerense de Guaminí, Lescano apenas aguantó un round en una de las peleas destacadas de la velada. Pero la experiencia fue mucho más que unos guantazos. ¿Pelear con la Locomotora te dejó una enseñanza? Era un lunes feriado y estábamos entrenando en casa, todavía sin el gimnasio armado. En un momento lo llaman a Félix para preguntar si podía participar de una pelea el viernes y lo aceptó. Cuando me dijo que era Locomotora me entusiasmé. Fuimos, me presenté, perdí por nocaut en el primer round, pero me quedó el recuerdo de pararme frente a ella. Sinceramente me siento orgullosa de ese momento. Oliveras era una persona con la que podía tratar porque fuera del ring era una excelente persona. Recuerdo que cuando bajamos de la combi después del pesaje compartimos un almuerzo y ella se sentó al lado mío, charlamos y entablamos una amistad. Perfil Silvia “Cañón” Lescano Boxeadora y árbitra Nació el 23 de febrero de 1980 en el kilómetro 28 de Campo Viera. Después de terminar sus estudios primarios en la Escuela 489 Tambor de Tacuarí, se mudó junto a su mamá y sus tres hermanos (tres mujeres) a Posadas en 1994. Compitió en el amateurismo-profesionalismo entre 2002 y 2013, más precisamente en las categorías pluma (54 kilos), súper pluma, ligero y súper ligero. Actualmente trabaja de cocinera en un restaurante, tiene dos hijos y es entrenadora junto al ex pugilista Félix Albrecht en la escuela municipal que ambos levantaron en el patio de su casa, ubicada en el barrio Cocomarola Este de la capital. También me tocó estar cerca de una persona que era otra cosa, muy distinta… la Tigresa Acuña. No llegué a pelear con Marcela porque según ella tenía que hacer carrera por otro lado para llegar a su lugar. Nunca la consideré un gran ejemplo del boxeo argentino, aunque suene mal. Para mí no es tigresa, es un gatito. Silvia trabaja por la mañana y a la tarde dedica su tiempo a la escuela. Foto: Marcos Isaac ¿Cómo te describís como pugilista? Siempre fui estilista en mi estilo, nunca peleadora. Pero si me tocaba ir al frente lo hacía. Soy derecha con una zurda muy trabajada. Todavía no me retiré (entre risas), así que todo puede pasar si bajo algunos kilos. Al boxeo se lo tilda de machista. ¿Coincidís? Definitivamente cambió mucho la realidad. Hoy está más aceptado el boxeo de mujeres, aunque en lo personal soy un poco machista. En Posadas hay mujeres que no están en condiciones de subir a un ring y lastimosamente hay entrenadores que no se dedican a preparalas psicológicamente, lo que genera confusiones. Hay que tener un poco de sangre machista para subirse al rectángulo. El camino del boxeador amateur o profesional, ¿es más sacrificado que otros deportes? El camino es el mismo porque fuiste responsable, algo que hoy cuesta asumir. El boxeador tiene que olvidarse de muchas cosas si quiere dedicarse ciento por ciento a esto, es más no puedo de lo que puedo. No lo veo como un camino cruel sino todo lo contrario. No te obliga a suspender hábitos buenos, sólo los malos. El boxeo te exige mucho y hoy hay muchas falencias justamente porque los jóvenes no son responsables. Sos la primera árbitra de Misiones con autorización de la federación argentina, ¿cómo lo lograste? Fue en el 2021 mediante un curso online en plena pandemia. Después de mi carrera como boxeadora tuve que parar mucho tiempo por un tema de salud, todo por nervio espinal. Después del alta había subido mucho de peso y costó volver, ya había otras responsabilidades. Con el tiempo fui ayudando en la escuela de Félix, pero siempre tuve el sueño de volver a subirme al ring. Así hice el curso hasta convertirme en la primera jueza en Misiones, tanto de mujeres como en varones. Después de la pandemia pude hacerlo. ¿Por qué el boxeo misionero no termina de posicionarse como en otros tiempos? Hubo gente que hizo mal las cosas, lo que provocó que muchos sponsors que apoyaban se terminaran alejando. En la época dorada recuerdo que las veladas en el club Huracán de Rocamora o el Instituto del Deporte siempre eran multitudinarias. Hoy eso no se ve. El público se aburrió de ver siempre lo mismo y se fue apagando. El boxeo está orientado para personas de bajos recursos, lo que hace que cueste más conseguir el apoyo. Como solución primaria se tendría que armar un equipo de trabajo en conjunto para ordenar todo. Hoy todos miran de reojo y cuando hay gente que intenta hacer bien las cosas, encuentra trabas. Además hay otros asuntos. Por ejemplo, hoy un chico sin examen médico no puede subir a pelear, lo mismo que una chica sin test de embarazo. Si llegan para pelear una velada y te dicen que no sabían de esos trámites, eso es una falencia que ya viene mal desde el propio gimnasio que los representa. Los entrenadores no asumen la seriedad de esta simple exigencia. Sinceramente veo lejana una posible solución al repunte del boxeo. Hoy los organizadores estructuran un evento y sólo piensan cuánto dinero les va a dejar. Por otra parte, la federación impuso una ley que dice que al boxeador amateur ya no se le paga más; eso antes era un incentivo que los chicos ya no tienen. Actualmente dictan clases en una escuela municipal que levantaron en el patio de su casa del barrio Cocomarola Este. ¿Cómo lo lograron? Lo levantamos justo antes de la pandemia, hace diez años. Desde que empezamos a colocar las chapas tuvimos el propósito de armar la escuela de boxeo municipal. Había necesidad porque los tinglados en los que entrenábamos siempre tenían dificultades de logística o seguridad. El boxeador que se está preparando para pelear no puede darse el lujo de parar dos o tres días. Así que lo hicimos realidad y hoy contamos con más de 30 alumnos. El boxeo es parte de mi vida y algo con lo que me gustaría seguir. Tengo más para darle, incluso estoy impulsando un proyecto, el de boxeo infantil sub 14 sin contacto para los que se están iniciando. Hoy la calle está muy complicada y queremos prepararlos para lo que viene. ¿Sos feliz con lo que hacés? Sí. Siempre digo que tuve la oportunidad de estar mejor económicamente pero nunca me importó lo material. Le pido a Dios fuerzas para seguir acá.

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