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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 16/08/2025 02:34
Friedrich August von Hayek (Photo by Hulton Archive/Getty Images) El argentino Alberto Ades, abogado de la UBA, doctor en Economía de Harvard y con una muy amplia experiencia en Wall Street, es el autor de tres tomos de “Economía Conversada. Para no economistas (y economistas también)”. Son tres tomos en los que busca “tender un puente entre el conocimiento económico y quienes sienten curiosidad por entender mejor el mundo que los rodea, pero no disponen del instrumental matemático para enfrentarse a un manual académico tradicional”. “El objetivo de este libro no es formar expertos, sino ofrecer una herramienta práctica y clara para pensar los grandes temas económicos que nos atraviesan cada día: por qué suben los precios, qué impulsa el crecimiento de un país, cómo lo afectan las políticas de un banco central o qué consecuencias tienen las trabas al comercio internacional”, agregó en la introducción del primer tomo. Para lograrlo, recurrió al diálogo por medio de entrevistas ficticias con personajes históricos y otros referentes de la economía actual. Alberto Ades “Ese método tiene una ventaja adicional: humaniza las teorías. No se trata solo de estudiar “la mano invisible” o “el multiplicador keynesiano” como abstracciones, sino de advertir cómo y por qué surgieron esas ideas, qué problemas buscaban resolver, y en qué contextos históricos y políticos las desarrollaron. Imaginar un nutritivo diálogo con Keynes o con Milton Friedman nos permite conocer sus propuestas, y también interpelarlas, cuestionarlas, y pensar cómo se aplican —o no— a los desafíos contemporáneos", destacó. Los tres tomos siguen la organización clásica de la disciplina: microeconomía, macroeconomía y economía internacional. Ades, que vive en Nueva York, lleva más de tres décadas de trabajo en los mercados financieros globales. Actualmente se desempeña como Director de Investigación y Estrategia en el fondo NWI Management. A lo largo de su carrera ocupó cargos de liderazgo en BofA Merrill Lynch, Citigroup y Goldman Sachs, donde dirigió equipos de investigación y desarrolló modelos económicos y financieros innovadores. La tapa de "Economía conversada". Tomo 1, Microeconomía A continuación, extractos de los de sus conversaciones: un debate entre uno de los grandes referentes del presidente Javier Milei, el economista de la escuela austríaca Friedrich von Hayek, y Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía y uno de los representantes del la heterodoxia económica. Además, una “entrevista” a Adam Smith, el padre de la economía moderna. Debate entre Friedrich von Hayek y Joseph Stiglitz Un auditorio lleno en una prestigiosa universidad. El público, compuesto por estudiantes, académicos y profesionales, espera este debate entre dos economistas de renombre mundial: Friedrich von Hayek, defensor a ultranza del libre mercado y crítico de la intervención gubernamental, y Joseph Stiglitz, proponente de la intervención del gobierno para corregir fallas del mercado. El tema del debate imaginario es: ¿Debe el gobierno intervenir en los mercados de bienes y servicios? Moderadora: Buenas tardes a todos. Tenemos el honor de presen ciar un debate entre dos titanes de la economía: Friedrich von Hayek, firme defensor de los mercados libres y crítico de la intervención del gorbierno, y Joseph Stiglitz, quien argumenta a favor de la intervención del gobierno para corregir fallas del mercado y promover el bienestar social. El tema es: ¿Debe el gobierno intervenir en los mercados microeconómicos? Comenzaremos con el prof. von Hayek. Prof. von Hayek, adelante. Friedrich von Hayek Friedrich von Hayek: Muchas gracias. Permítanme comenzar afirmando que la intervención del gobierno en los mercados microeconómicos es, en la mayoría de los casos, innecesaria y contraproducente. Como argumenté en mi obra Camino de servidumbre, los mercados libres son los mejores mecanismos para asignar recursos de manera eficiente. La razón es simple: los mercados agregan el conocimiento disperso entre millones de individuos, cada uno actuando según su información localizada y sus preferencias personales. Cualquier intervención del gobierno, mediante controles de precios, subsidios o regulaciones excesivas, distorsiona las señales de los precios, fundamentales para la coordinación económica. Esto conduce a una mala asignación de recursos y, a menudo, genera ineficiencias económicas que afectan el bienestar general. Moderadora: Gracias, prof. von Hayek. Prof. Stiglitz, ¿qué tiene que decir al respecto? Joseph Stiglitz: Respeto las contribuciones de von Hayek a la teoría del mercado, pero creo que su visión es demasiado idealista y no tiene en cuenta las imperfecciones del mercado que vemos en la realidad. Mi trabajo, particularmente en La economía del sector público, se centra en cómo los mercados, incluso a nivel microeconómico, a menudo no funcionan de manera eficiente debido a fallas de mercado como las externalidades, la información asimétrica, y los monopolios. En estos casos, la intervención del gobierno no solo es beneficiosa, sino esencial para corregir estas fallas y promover el bienestar social. Friedrich von Hayek: Stiglitz, parece que está demasiado ansioso por entregar el poder a los burócratas y políticos, en lugar de confiar en los mecanismos del mercado. Los problemas que menciona, como las externalidades y la información asimétrica son problemas reales, pero no siempre justifican la intervención del gobierno. Los mercados tienen formas de adaptarse y corregirse a sí mismos. Por ejemplo, las externalidades pueden ser abordadas a través de la creación de derechos de propiedad o mecanismos de mercado, como los permisos de emisión para la contaminación. Joseph Stiglitz (Maximiliano Luna) Moderadora: Permítame detenerlo ahí, prof. von Hayek. Para que la audiencia lo entienda mejor, ¿podría explicar de forma sencilla qué son los permisos de emisión? Friedrich von Hayek: Los permisos de emisión son un ejemplo de cómo los mecanismos de mercado consiguen abordar las externalidades sin necesidad de una intervención gubernamental excesiva. Básicamente, un permiso de emisión es un derecho que se otorga a una empresa para emitir una cierta cantidad de contaminación, como CO2. El gobierno establece un límite total de emisiones y distribuye o subasta estos permisos entre las empresas. Imaginemos que hay dos fábricas: una tiene tecnología avanzada y lograría reducir sus emisiones fácilmente, mientras que la otra, no. La fábrica más eficiente quizás decida reducir su contaminación y vender su permiso a la otra fábrica, que prefiere pagar por el permiso en lugar de hacer costosas modificaciones e inversiones. De esta forma, las empresas negocian entre ellas y el total de contaminación no supera el límite establecido. Así, se incentiva a las empresas a ser más eficientes y reducir sus emisiones: todo a través de un sistema de mercado en lugar de regulaciones rígidas. Moderadora: Gracias, prof. von Hayek, por su clara explicación. Ahora, prof. Stiglitz, continúe con su intervención, por favor.. Joseph Stiglitz: Gracias. Hayek, no estoy diciendo que el gobierno deba intervenir en todos los aspectos del mercado, pero hay casos claros donde es necesario. Toma la información asimétrica, por ejemplo. En muchos mercados, como los seguros o el mercado laboral, una parte tiene más información que la otra, lo que lleva a opciones ineficientes y potencialmente injustas. El gobierno puede intervenir mediante regulación o políticas de información obligatoria para garantizar que las partes accedan a la información necesaria para tomar decisiones informadas. Sin esa intervención, los mercados quizás fallen catastróficamente. Friedrich von Hayek: Sin embargo, Stiglitz, el problema con su enfoque es que subestima la capacidad del mercado para encontrar soluciones a estos problemas. La intervención del gobierno, aunque bien intencionada, a menudo genera consecuencias no deseadas. Por ejemplo, la regulación excesiva, a lo mejor, sofoca la innovación, crea barreras de entrada para nuevas empresas, y consolida el poder de los monopolios que ya existen, en lugar de fomentar la competencia. Además, los burócratas que implementan estas políticas no siempre tienen la información o los incentivos adecuados para hacerlo de manera eficiente. Peor aún, la intervención estatal abre la puerta a la corrupción, ya que quienes deciden pueden verse influenciados por intereses privados o políticos, beneficiando a ciertos grupos a expensas del bienestar general. Joseph Stiglitz: Hayek, su fe en la autorregulación del mercado es admirable, pero también me parece ingenua, por ejemplo, cuando hablamos de mercados con información asimétrica, como el de los seguros. En este tipo de mercados, los compradores (asegurados) y los vendedores (aseguradoras) no tienen acceso a la misma información. Los aseguradores pueden desconocer qué tan riesgosos son los asegurados, y los consumidores no siempre entienden a fondo las políticas que adquieren. La asimetría informativa crea fallas del mercado. Por ejemplo, los aseguradores pueden elevar las primas para cubrir la incertidumbre, excluyendo a los consumidores más responsables y dejando solo a los más riesgosos. Esto no es un resultado eficiente del mercado. Sin intervención gubernamental, la competencia por sí sola no corregirá este problema. Se necesita regulación para evitar estas distorsiones y asegurar que el mercado funcione para todos, no solo para los que poseen más información. Friedrich von Hayek: Stiglitz, parece que no reconoce que el propio gobierno puede ser un problema mayor que el monopolio o la asimetría informativa que intenta controlar. Cuando el gobierno interviene en mercados como el de los seguros, introduciendo regulaciones para corregir lo que percibe como una falla, a menudo se crean ineficiencias aún mayores. Por ejemplo, al intentar obligar a las aseguradoras a ofrecer coberturas amplias o establecer primas más bajas, desincentiva a las aseguradoras a entrar al mercado, lo que probablemente reducirá la oferta y llevará a una disminución en la calidad o cantidad de los productos ofrecidos. Un ejemplo de esto ocurrió en California: establecieron precios máximos a las primas de seguro, lo que condujo a que muchas aseguradoras dejaran de ofrecer cobertura. Como resultado, cuando se produjeron incendios forestales, muchos propietarios perdieron todo: no podían acceder a seguros adecuados. Los subsidios o incentivos fiscales, si no se aplican correctamente, pueden distorsionar los precios del seguro, causando que personas con riesgos más altos accedan a coberturas por debajo de su costo real, lo que a largo plazo eleva los costos para todos. Incluso en mercados con información asimétrica, es preferible dejar que los mecanismos del mercado como las señales de precios y la competencia conduzcan a una solución. De lo contrario, corremos el riesgo de crear un sistema aún más ineficiente y, a menudo, costoso para los contribuyentes. Joseph Stiglitz: No niego que la intervención del gobierno tenga, quizás, sus desventajas, Hayek. Pero la pregunta no es si el gobierno es perfecto; es si el gobierno está en condiciones de mejorar los resultados del mercado en situaciones donde el mercado por sí solo no proporciona resultados justos o eficientes. Consideremos la educación o la salud pública. Ambos son bienes con externalidades positivas significativas. Sin la intervención del gobierno, muchos individuos no tendrían acceso a estos servicios esenciales, lo que llevaría a resultados ineficientes. Friedrich von Hayek: Stiglitz, usted subestima la capacidad de los mercados para resolver esos problemas de manera más eficiente que la intervención gubernamental. Un argumento central que defendí es que los gobiernos no poseen la información necesaria para planificar o intervenir eficazmente. Esa información está dispersa entre millones de agentes económicos, y solo el sistema de precios puede agregarla y comunicarla de manera eficiente. Como argumenté en The Use of Knowledge in Society, el conocimiento relevante para resolver problemas económicos no está concentrado en ningún lugar: está fragmentado en pequeños pedazos que solo los individuos poseen, y la única forma de utilizarlo con eficacia es a través del mercado. Moderadora: Prof. von Hayek, esa afirmación sobre la dispersión del conocimiento y el papel del mercado es muy interesante. Pero, ¿cómo funciona ese mecanismo en la práctica? ¿De qué manera el mercado coordina este conocimiento fragmentado? Friedrich von Hayek: La maravilla, como lo describo, es que un sistema de precios permite que, sin necesidad de órdenes directas o conocimiento completo por parte de los actores, la economía se ajuste de manera natural. Por ejemplo, en caso de escasez de un material, los precios suben, incentivando a los consumidores a usarlo con más cuidado y a los productores a buscar alternativas. Este proceso de descubrimiento, inherente al mercado, tiende hacia la eficiencia. En cambio, la intervención gubernamental, al distorsionar estas señales de precios, puede generar problemas adicionales que requieran aún más intervención, atrapándonos en un círculo vicioso. Necesitamos más competencia y libertad de elección, no más control gubernamental. Moderadora: Entonces, prof. von Hayek, ¿podría decir que la intervención gubernamental, aunque bien intencionada, a menudo crea más problemas que soluciones? Friedrich von Hayek: Exactamente. Cada intervención tiende a generar efectos secundarios inesperados que justifican nuevas intervenciones. Esto no solo genera ineficiencias económicas: también expande el poder del gobierno, lo que puede llevar a un control excesivo y a una pérdida de libertad económica y personal. Joseph Stiglitz: La competencia y la libertad de elección no son suficientes en todos los casos, Hayek. No puedes elegir no enfermarte, ni elegir asistir a una escuela mejor cuando no tienes los recursos para hacerlo. Además, hay ciertos bienes y servicios que, debido a sus características, no se pueden proveer eficientemente a través del mercado. Por ejemplo, la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías a menudo requieren una inversión inicial significativa y presentan externalidades positivas que benefician a la sociedad en su conjunto. Sin el apoyo gubernamental, muchas innovaciones cruciales no habrían ocurrido. Friedrich von Hayek: No estoy en contra del gobierno, en absoluto, Stiglitz. Pero el rol del gobierno tendría que ser limitado y definido. Debe enfocarse en proteger los derechos de propiedad, hacer cumplir los contratos y garantizar un entorno donde los mercados puedan funcionar de manera eficiente. La intervención excesiva del estado en los mercados microeconómicos quizás lleve a un aumento de su poder, lo cual amenaza la libertad individual y la prosperidad económica. Este intervencionismo, a lo mejor, se convierte en un camino hacia la servidumbre, donde la libertad económica se ve socavada por el control estatal. Joseph Stiglitz: Hayek, creo que su preocupación por la libertad económica es válida, pero está viendo el problema de manera demasiado simplista. La verdadera libertad no es solo la ausencia de interferencia del gobierno: la verdadera libertad es la capacidad de acceder a oportunidades y recursos que permiten a las personas mantener una vida digna. Un mercado totalmente desregulado puede llevar a la desigualdad extrema, a la explotación y a la marginación de los más vulnerables. El gobierno, cuando actúa con cuidado y propósito, puede corregir estas fallas del mercado y garantizar que todos los ciudadanos tengan la oportunidad de prosperar. Moderadora: Muchas gracias a ambos por este debate apasionado y enriquecedor. Quedó claro que tanto Friedrich von Hayek como Joseph Stiglitz han presentado argumentos sólidos sobre los méritos y riesgos de la intervención gubernamental en los mercados microeconómicos. Ambos enfoques ofrecen diferentes caminos para manejar nuestras economías y los desafíos que enfrentan. Les agradecemos su tiempo y sus aportes. Dejamos a la audiencia reflexionar sobre estas ideas y decidir por sí misma cuál es el mejor enfoque para el bienestar económico y social. Entrevista a Adam Smith sobre economía y sociedad Nos encontramos en una biblioteca acogedora en Edimburgo, Escocia. El entrevistador, un respetado profesor de economía, se sienta frente a Adam Smith, el célebre filósofo y economista del siglo XVIII, cuyo trabajo en La riqueza de las naciones cambió para siempre la forma en que entendemos la economía de mercado. La sala está llena de una audiencia compuesta por estudiantes y académicos, todos expectantes por escuchar las reflexiones imaginarias del padre de la economía. Entrevistador: Buenas tardes, prof. Smith. Es un honor tener la oportunidad de hablar con usted hoy. A usted se lo conoce como el “padre de la economía moderna”, y su obra La riqueza de las naciones resultó fundamental en el desarrollo del pensamiento económico. Para comenzar, ¿podría compartir con nuestra audiencia qué lo inspiró a escribir este libro y cuáles eran sus principales objetivos? La estatua de Adam Smith en Edinburgo, Escocia (REUTERS/David Moir/File Photo) Adam Smith: Muchas gracias por invitarme. La riqueza de las naciones fue un esfuerzo por entender las causas del crecimiento económico y la prosperidad. Durante mi tiempo, observé que algunas naciones prosperaban notablemente mientras que otras permanecían en la pobreza. Quería comprender los principios subyacentes que explicaban estas diferencias. Mi objetivo era describir un sistema de economía política que promoviera el bienestar general, sustentado en la división del trabajo, la especialización y el funcionamiento de lo que llamé la “mano invisible” del mercado. Entrevistador: La idea de la “mano invisible” es una de las más citadas de su obra. ¿Nos explicaría qué significa y por qué es tan importante para entender la economía de mercado? Adam Smith: Con mucho gusto. La mano invisible es una metáfora para describir cómo los individuos que persiguen su propio interés personal pueden, sin proponérselo, contribuir al bienestar económico general. En un mercado competitivo, cada empresa e individuo actúa motivado por el deseo de mejorar su situación, ya sea buscando mayores beneficios o mejores condiciones de vida. Sin embargo, al hacerlo, terminan promoviendo el interés de la sociedad en su conjunto. Al producir bienes y servicios que son demandados, los recursos se asignan en donde más se necesitan, y esto resulta en una distribución eficiente. En otras palabras, los bienes se producen en la cantidad correcta y se ofrecen a quienes están dispuestos a pagar por ellos, de modo que no hay desperdicio ni escasez innecesaria. Este proceso hace que los recursos se usen de la mejor manera posible, beneficiando tanto a los productores como a los consumidores. Entrevistador: Eso es fascinante. Pero, profesor Smith, ¿siempre es cierto que al buscar el propio interés se contribuye al bienestar general? ¿No hay situaciones en las que el interés individual podría entrar en conflicto con el interés público? Adam Smith: Pregunta muy perspicaz. Reconozco que existen excepciones y limitaciones a este principio. En situaciones de monopolio, por ejemplo, un productor único puede reducir intencionalmente la cantidad de productos ofrecidos para elevar los precios. Esto no solo genera una transferencia de riqueza, sino, más importante, una asignación ineficiente de recursos: se produce menos de lo que sería socialmente óptimo. Además, en casos que involucran servicios o recursos que todos pueden usar y disfrutar, como la seguridad o el aire limpio, los mercados por sí solos no siempre maximizan el bienestar social. Problemas como la contaminación, que generan efectos negativos para todos, suelen requerir alguna intervención. Por eso, en ciertas circunstancias, puede ser necesaria la intervención o regulación gubernamental para corregir estas fallas de mercado y proteger el bienestar colectivo. La riqueza de la naciones, de Adam Smith Entrevistador: Es interesante ver cómo su análisis anticipa varios debates económicos contemporáneos. Además de la mano invisible, su obra también enfatiza la división del trabajo. ¿Por qué considera que la división del trabajo es tan importante para la riqueza de una nación? Adam Smith: La división del trabajo es fundamental porque permite una mayor especialización y eficiencia en la producción. Cuando los trabajadores se especializan en tareas específicas, se vuelven más hábiles y productivos en esas tareas. Esto no solo reduce el tiempo necesario para producir un bien: también aumenta la cantidad total producida, lo que contribuye al crecimiento económico. Asimismo, la especialización permite la innovación y la mejora continua de los procesos de producción. Por eso sostengo que la división del trabajo es uno de los principales motores de la riqueza de las naciones. Entrevistador: ¿Existen limitaciones para esta división del trabajo? Adam Smith: Por supuesto. La división del trabajo no es infinita ni automática; la extensión del mercado la limita. En otras palabras, solo puede desarrollarse hasta donde el alcance del mercado lo permita. Si un mercado es pequeño o aislado, la especialización encuentra un límite práctico: no habría suficiente demanda para justificar subdividir más las tareas. Por ejemplo, en una aldea remota, un zapatero probablemente cumplirá con todas las etapas de producción de un zapato, porque el mercado local no puede sostener múltiples trabajadores especializados en cada etapa. Entrevistador: ¿Y qué sucede cuando el mercado se expande? Adam Smith: Cuando el mercado crece por el aumento de la población, el comercio o mejoras en el transporte que lo conecte con otros mercados, se abre la posibilidad de una mayor especialización. Esto no solo aumenta la productividad: también fomenta la innovación, ya que cada trabajador se concentra en perfeccionar su tarea específica. Por ejemplo, en una ciudad grande con un mercado amplio, producir zapatos podría dividirse entre quien corta el cuero, quien lo cose, y quien lo ensambla. Esto sería impensable en un mercado pequeño. Entrevistador: Entonces, ¿podemos decir que la especialización depende directamente de la conectividad y el tamaño del mercado? Adam Smith: Exactamente. Sin un mercado suficientemente amplio, la especialización sería limitada, y el crecimiento económico no alcanzaría su máximo potencial. Esta conexión entre la extensión del mercado y la división del trabajo es una razón por las que el comercio y las infraestructuras son tan importantes para el progreso económico. Entrevistador: Muy claro. Sin embargo, ciertos críticos señalaron que la división del trabajo puede llevar a la alienación de los trabajadores y a una monotonía en el trabajo. ¿Qué opina sobre esto? Adam Smith: Reconozco esa preocupación. En mi obra La teoría de los sentimientos morales, abordé la cuestión de cómo la especialización extrema podría llevar a la alienación o al desgaste moral del trabajador. La monotonía de realizar la misma tarea en forma repetida puede, sin duda, disminuir la satisfacción del trabajador y su desarrollo personal. Es fundamental que la sociedad encuentre un equilibrio entre la eficiencia económica y el bienestar individual. En este aspecto, a la educación y las instituciones sociales les compete desempeñar un papel crucial para que los trabajadores también tengan oportunidades de desarrollo personal y cultural. Entrevistador: Hablando de La teoría de los sentimientos morales, ese libro a menudo se pasa por alto en comparación con La riqueza de las naciones. ¿Cómo ve la relación entre las dos obras? Adam Smith: Ambas obras se complementan. En La teoría de los sentimientos morales examino cómo los individuos desarrollan sus sentimientos morales mediante la simpatía —capacidad natural que nos permite ponernos en el lugar del otro y comprender sus emociones—. Esta obra explora cómo buscamos la aprobación social y actuamos conforme a principios éticos que trascienden el mero interés propio. En La riqueza de las naciones, trato sobre cómo los individuos, guiados principalmente por su propio interés, interactúan en los mercados generando prosperidad económica. No obstante, la primera proporciona la base moral esencial sobre la cual debe apoyarse cualquier sistema económico. Una sociedad verdaderamente próspera requiere no solo principios económicos sólidos: también una sólida fundamentación moral. Entrevistador: Es una perspectiva muy completa. En su opinión, ¿cuál es el papel del gobierno en la economía? Adam Smith: El gobierno tiene tres deberes esenciales: primero, proteger a la sociedad de la violencia y la invasión de otras naciones; segundo, proteger a cada miembro de la injusticia y la opresión de otros miembros de la sociedad; y tercero, construir y mantener ciertas obras públicas e instituciones que, aunque no son rentables para individuos o grupos privados, resultan muy beneficiosas para la sociedad. Con instituciones me refiero a sistemas y servicios esenciales, como la educación pública o la justicia, que estructuran y organizan la vida en comunidad. También incluyo a la infraestructura, como carreteras y puentes: facilitan el bienestar y el progreso. Estas funciones son necesarias porque existen actividades y servicios que el mercado no puede gestionar eficazmente por sí solo. Entrevistador: Antes de concluir, ¿hay algo más que le gustaría decir sobre la economía y su visión para el futuro? Adam Smith: Me gustaría recordar que la economía no es solo una ciencia de números y cálculos. Es una ciencia social, destinada a mejorar la vida de las personas y a promover el bienestar general. Aunque los mercados pueden ser poderosos motores de crecimiento, no debemos olvidar la importancia de los valores morales y la equidad en nuestras instituciones. Hay que rechazar la idea de la igualdad de resultados, ya que es enemiga del progreso al desincentivar el esfuerzo y la innovación. En su lugar, resulta crucial distinguir entre esto y la verdadera equidad, que implica proporcionalidad entre esfuerzos y resultados, así como la igualdad ante la ley y de oportunidades. Además, tiene que haber un esfuerzo por lograr cohesión social y por atenuar el infortunio, pero siempre evitando afectar los incentivos que impulsan el progreso. Solo cuando estos principios se unen, podemos esperar una sociedad verdaderamente próspera y equitativa. Entrevistador: Sabias palabras, prof. Smith. Gracias por su tiempo y por sus profundas reflexiones. Ha sido un honor hablar con usted.
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