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  • La Mezquita que ilumina

    » Diario Cordoba

    Fecha: 15/08/2025 12:02

    Desde Kropotkin, teórico anarquista, sabemos que «la iglesia que más ilumina es la que arde». Nos lo acaba de confirmar la ultraderecha, con el malhadado incendio de la Mezquita de Córdoba, que nos informa que no estamos en Al Ándalus. Cosa que, sinceramente, ya imaginábamos por la proliferación de torreznos en los bares. Además, un diputado por Córdoba de la izquierda verdadera que nunca aparece por aquí ha decretado que los bienes públicos son imprescriptibles, inajenables, inembargables y, según todos los indicios, incombustibles. Como todo el mundo sabe, las cosas del Estado no pueden quemarse. Curioso laicismo este, que quiere catedrales estatales. Ah, el pensamiento mágico. Me van a disculpar los de la guerra cultural pero es que ya me pilla mayor tanto pego. Son el viejo clericalismo y anticlericalismo español, que se rastrea en la historia y la literatura. El día que una ley, un tribunal o quien sea decidan un cambio de estatus en la Mezquita, hablamos. Mientras tanto, vayan a darle la turra a sus familias, que los demás queremos volver a nuestro asiento al Arcángel-Bahrein Victorious, que es como la Mezquita-Catedral pero en la acera de enfrente. Vox y actividades afines -Cabildo mediante- funciona de forma especular a la izquierda chachi. La fiesta del cordero de unos es la recreación imaginativa de la Historia de los otros. Hechos inequívocos, no sujetos a opinión, son que la Mezquita ha ardido y que no debería. Sí es una hipótesis del que suscribe que las consecuencias son muy graves y que hay que actuar con ambición para dejar de postergar cuestiones que son, en este punto, inaplazables. La Policía y los juzgados nos dirán si existen razones accidentales, negligentes o culposas del Cabildo como propietario legal de la Mezquita. Todo poder, nos enseñan los tebeos de Spiderman, conlleva responsabilidad. La titularidad implica hacerse responsable de los fracasos y de hacer lo imposible para que no se repitan. Los que ya lo sabían, y tantas veces lo habían avisado, podrían haber perseverado, ciruelo. Y algunos de los que participan en el debate deberían, antes, revisar sus propias biografías. No hay cosa que dé más grima en este punto que quienes aprovechan la desgracia para conseguir sus objetivos, los oportunistas. Sobre todo, si arrastran determinadas trayectorias que pretenden ahora que olvidemos. Hay que ser sumamente idiota (en su etimología estrictamente griega) para negarse a pedir o a destinar dinero público para la reconstrucción de la Mezquita, como campanudamente están defendiendo las barras bravas. Los mismos que se gastaron una millonada en el chalé pijo de La Ricarda para contentar al nacionalismo catalán nos quieren convencer de que la inasistencia financiera pública es legítima. Tiempo les hubiera faltado para visitar la Sagrada Familia, acercarle directamente los euros, ponerse a apagar el incendio con sus propias manos si el siniestro hubiese ocurrido en Barcelona. Algunos ni se han dignado a aparecer. Esos pueden irse al mismísimo carajo. *Periodista Suscríbete para seguir leyendo

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