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  • Ludopatía y psicoanálisis: la “adicción silenciosa” y una nueva generación vulnerable

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 14/08/2025 02:42

    Usamos los juegos. Y también abusamos de ellos. Esto es lo que ocurre cuando el juego se vuelve una patología (Imagen Ilustrativa Infobae) Nadie sabe qué es un juego; no sabemos cómo definirlo, aunque sepamos jugar. Esto es lo que dijo una vez el filósofo Ludwig Wittgenstein, al destacar que el significado de una palabra se corresponde con el uso. Sabemos jugar, pero si queremos decir que el juego se define por un aspecto, siempre vamos a encontrar un contrapunto; por ejemplo, alcanza con hacer énfasis en las reglas para recordar que hay juegos que no las implican; si priorizamos la competencia, hay juegos que no la suponen y así sucesivamente. Usamos los juegos. Y también abusamos de ellos. Esto es lo que ocurre cuando el juego se vuelve una patología. Aunque, por cierto, hay una diferencia ostensible entre ser adicto a las máquinas tragamonedas (asociadas a una gratificación mecánica) y ser un jugador que se nutre de un saber especializado, como sucede con el Blackjack o el Turf. Por eso cuesta encontrar bibliografía específica que atienda a los matices y desarrolle de un modo riguroso los alcances que tiene la psicoterapia en casos complejos. He aquí la razón de por qué decidí escribir esta nota para comentar dos libros de un mismo autor que, desde hace años, viene trabajando en el campo de las ludopatías. Agustín Dellepiane es psicoanalista y se desempeña profesionalmente en un programa de prevención y asistencia a jugadores compulsivos. Asimismo, se dedica a la divulgación de su conocimiento, en ámbitos educativos, en charlas para padres y para el público en general, para transmitir herramientas y estrategias colectivas de intervención. "Apuestas online en adolescentes y adultos jóvenes. Apostar hasta perderse", de Agustín Dellepiane El ser humano es un homo ludens. El juego se encuentra en el inicio de su vida y es un gran estímulo para su crecimiento. ¿Cuándo se puede volver una enfermedad? Sabemos que el niño juega con la ficción, pero otra cosa es lo que ocurre en la medida en que comienza a apostar. En este punto, el juego puede dejar de estar al servicio de la pulsión de vida y ceder lugar a la pulsión de muerte. Apostar es una tentación. Es la promesa de un efecto. Lo hacemos con más o menos regularidad. Alguien mira por la ventana y apuesta a que el próximo auto que pase será de un color u otro. Desde niños también somos apostadores –quizá el de dominar el azar sea otro de los sueños que se consolidan en la infancia–, pero otra es la situación cuando apostamos en un juego por dinero. En la novela Fuera de juego, Emmanuel Carrère narra el derrotero por el que una mujer se convierte en ludópata. En una escena patética, ella sale del casino y camina por una calle embarrada en busca de un cajero automático para retirar más dinero. En última instancia, el ludópata no domina el azar, pero sí logra hacer que ese objeto privilegiado en el mundo capitalista –el dinero– demuestre su esencia, que no vale nada y se lo puede perder irremediablemente. El ludópata es la antítesis del avaro. Es interesante que Carrère proponga a una mujer como protagonista de su novela, sobre todo cuando la literatura nos tiene acostumbrados a varones jugadores (desde Dostoievski a Saer) en un mundo en el que crecen las consultas de apostadoras, cada vez más sofisticadas y en contraposición al estereotipo del ama de casa que pasa la tarde en el Bingo. Tal vez esta sea una paradoja; al final, el consumo lastima por igual a varones y mujeres. Y si tiene mayor sentido escribir estas líneas es porque hay una nueva población vulnerable, la de adolescentes y adultos jóvenes. Cuando fui mayor de edad, una de las primeras cosas que hice fue ir a un casino. Junto a una ruleta casi vacía, apareció a mi lado un hombre que puso una pila de fichas sobre el 17 negro y acertó un pleno. Se fue con una fortuna en las manos. Yo intenté hacer lo mismo y en menos de media hora había perdido la mitad del dinero con que contaba para las vacaciones. Sentí horror y nunca más me interesé por repetir la experiencia. Apostar es una tentación. Es la promesa de un efecto. Lo hacemos con más o menos regularidad. Alguien mira por la ventana y apuesta a que el próximo auto que pase será de un color u otro (Imagen Ilustrativa Infobae) Sin embargo, esto pasó hace mucho. En un mundo previo a tres hitos que Dellepiane considera fundamentales para la promoción social del juego, en contra de su reconocimiento como una adicción potencial: En 2019 se habilitó a empresas a operar de forma online en el mercado de las apuestas; esto es una legalización, aunque en la actualidad no haya una ley que, a nivel nacional, lo regule (cada provincia tiene su propia normativa). La pandemia (por COVID-19) implicó una virtualización ampliada de la vida; ya no solo somos usuarios de la virtualidad, sino que vivimos allí (por ejemplo, en redes sociales). El último mundial de fútbol fue el evento deportivo más visto en la historia y generó un amplio entusiasmo por las apuestas deportivas. Voy a comentar dos libros, pero desde ya que estamos ante un tema difícil y complejo, que no puede mirarse sin la perspectiva de lo que se viene. Ya no alcanza con pensar el uso de la Quiniela barrial o la excursión a una sala de juegos. Hoy la capacidad para apostar está al alcance de la mano (apenas hace falta un click) con formas instantáneas de endeudamiento que antes no existían. El potencial adictivo del juego se multiplicó, por eso este tema requiere una atención especial. En 2022, Dellepiane publicó Ludopatía. Una adicción silenciosa. A diferencia de otras adicciones, las ruidosas (porque dejan marcas, ya sea en el rostro, en el olor, etc.), el juego se esconde bien; por eso habla mejor en el silencio y es importante contar con criterios que permitan reconocer su presencia latente. En un capítulo específico, el ensayo distingue entre las figuras del jugador social y el jugador que ya tiene un vínculo con el juego, así como entre aquel que adquirió el estatuto de jugador patológico y el que tiene la pretensión de ser un profesional. La cuestión central está en delimitar el momento en que el juego se vuelve compulsivo. ¿Qué es una compulsión? Es una conducta que se impone a quien la ejerce, más allá de su voluntad, con un patrón repetitivo y a pesar de que el sujeto sepa que lo daña. No alcanza con saber que algo hace mal para dejar de hacerlo. Aquí estamos ante la dimensión de lo que el psicoanálisis llama “goce”. ¿A qué se opone el goce? Al placer. En la compulsión, se trata de una excitación que se tiene que descargar, sin que se conserve ninguna tensión –necesaria para el desarrollo de una vivencia de placer. En el placer, la excitación se pierde y la tensión conservada adquiere la condición de lo que, en psicoanálisis también, se llama “deseo”. ¿Qué es una compulsión? Es una conducta que se impone a quien la ejerce, más allá de su voluntad, con un patrón repetitivo y a pesar de que el sujeto sepa que lo daña (Imagen Ilustrativa Infobae) Dicho de otra manera, la pérdida es la causa del deseo. Ahora bien, ¿qué ocurre en la compulsión? La pérdida de excitación es total y, ante el vacío excitatorio, es preciso generar nuevas excitaciones para reeditar la descarga. La compulsión es un trastorno en el circuito del deseo, dado que la pérdida no funciona como tal y deja un vacío intolerable que debe ser llenado para ser nuevamente descargado. En este punto, Dellepiane recuerda un pasaje de la novela Hasta que puedas quererte solo, de Pablo Ramos, en la que se dice: “Porque la sustancia de nuestra predilección tiene la capacidad de fingir que llena, que completa o cierra ese agujero descomunal que sentimos en el alma. Solo da la sensación, porque lo que hace en realidad es agrandarlo…”. Un capítulo más que interesante de este libro es aquel en que debate diferentes modos de aproximación a la compulsión y propone el valor de los dispositivos grupales. Hay autores que han sido muy críticos, en la historia del psicoanálisis, con la producción de una especie de identificación explícita con el consumo: “Soy alcohólico”, “Soy jugador”, entre otros. Sin embargo, Dellepiane plantea que a veces este reconocimiento es un modo de detener el empuje compulsivo hasta que se puedan generar otros recursos personales. En particular esto último es importante porque, al no estar comandada por la pérdida (de goce), la compulsión acecha siempre. Esto es algo que los adictos dicen claramente cada vez que subrayan que lo serán para toda la vida, porque en la medida en que retoman ese tipo de satisfacción, lo hacen como si nunca la hubieran dejado. Sin embargo, no es mi interés detenerme en las relaciones que puede haber entre la ludopatía y otras adicciones, aquellas que estaban desde antes; sino ir hacia el escenario en que el juego puede convertirse en el nuevo modelo para pensar el consumo compulsivo. Para esto pasaremos al segundo libro. Acaba de publicarse Apuestas online en adolescentes y adultos jóvenes. Apostar hasta perderse, en el que Dellepiane extiende los desarrollos del libro anterior y les da el marco práctico propio de un libro para el público en general. Con una estructura narrativa que recuerda cómo la adolescencia puede ser concebida como un viaje (hacia la adultez), este libro nos presenta el riesgo que imponen las sirenas –parafraseando el rodeo de Ulises en La odisea– que, hoy más que cantar, nos miran fijamente desde las pantallas. ¿Por qué los adolescentes y adultos jóvenes son un blanco para las apuestas? Esta cuestión no puede pensarse por fuera de la transmutación de las vivencias afectivas en esa etapa de la vida (Imagen Ilustrativa Infobae) Un capítulo muy interesante en este nuevo libro es aquel que plantea la pregunta de si los videojuegos llevan necesariamente a las apuestas. “Por ejemplo: el FIFA, un famoso juego de fútbol que en algún momento comenzó a dar sobres por dinero para obtener y sacar ventaja, convirtiéndose en una experiencia similar a las apuestas, aportando riesgo y azar. En el Fortnite, conocido videojuego shooter, se pueden comprar armas, skins y otros accesorios para optimizar el avatar y mejorar la jugabilidad […]. Aprenden a usar la tarjeta de crédito o hacer transferencias para acceder. Habilidades que podrán ser utilizadas en el mundo de los juegos de azar”, dice Dellepiane. Y, por otro lado, recuerda que, en 2019, la Clasificación Internacional de Enfermedades publicada por la OMS incluyó el Trastorno por Videojuegos para referirse a la adicción a los juegos digitales, sean online o no. Esto no quiere decir que haya que salir a prohibirle a los adolescentes los videojuegos, sino que se trata de retomar los criterios que permiten situar su compulsividad. Así es que, en otro capítulo, se establecen las fases del juego compulsivo: Fase Dorada : Se gana a veces, lo importante es que se activa el goce de ver. Se enciende la chispa de la ilusión de ser elegido y ganar. Fase Frustración : Se insiste con la chispa y cuanto más se apuesta más se pierde. Arranca el endeudamiento para seguir apostando. Fase Desesperación : Lo que empuja es recuperar lo perdido y se instala el goce de deber. Una bomba de tiempo está configurada. Fase Crisis: No se consiguen los medios para seguir apostando. Lo oculto se revela y sale a la luz esa otra vida que pocos conocían. A su vez, estas fases se combinan con ciertas actitudes y rasgos de pensamiento: Ilusión de control (se cree que se controla el azar) Falacia del costo hundido (no se admite el fracaso) Desvalorización del dinero (solo sirve para seguir jugando) Decisiones repentinas (primacía del jugar) Sesgo de confirmación (se valoran los resultados positivos sobre los negativos) En este punto, podríamos preguntarnos ¿por qué los adolescentes y adultos jóvenes son un blanco para las apuestas? Esta cuestión no puede pensarse por fuera de la transmutación de las vivencias afectivas en esa etapa de la vida. En otro tiempo de nuestra sociedad, había una experiencia para jugársela: el amor. ¿Para qué servía el amor en aquellos años si no para perderlo todo? Recuerdo el caso de un amigo que, en ocasión de su primer amor, empeñó su discman –objeto preciado y precioso en los ’90– para poner un enorme pasacalle en la cuadra de la chica que le gustaba y que, por supuesto, no lo correspondió. Todavía se ríe de esa pérdida. Los problemas comienzan cuando el miedo a perder lleva a perderse. En el consumo, el consumidor siempre termina consumido. Y es lo que vemos en esta época de influencers que viven del canje en lugar de trabajar para producir algo; que prioriza el resultado directo y no confía en los tiempos de espera, a los que llama “perdidos”. ¿Somos conscientes de lo que se pierde cuando no se quiere perder tiempo? El libro “Apuestas online...” se presenta este jueves 14 de agosto, a las 18.30, en la Librería del Fondo (Costa Rica 4568, CABA) Esto no quiere decir que los jóvenes no tengan vida sexual. En efecto, muchos la tienen y más que en otras épocas, pero es al margen de las estructuras afectivas que modificaban la relación de cada quien consigo mismo. En el amor adolescente, se producía el desasimiento de la figura de los padres –a través de la recreación de una situación de dependencia– y se conseguía un vínculo exogámico orientado hacia la consolidación de una pareja. ¿De qué se depende cuando no se depende del amor? Esta pregunta recuerda la célebre frase de Chesterton: “Cuando se deja de creer en Dios, se cree en cualquier cosa”. Podríamos parafrasearla de este modo: cuando se deja de creer en el amor, se cree en el dinero. Y en el contexto actual, cuando la pérdida no está simbolizada como causa de deseo, solo queda el ofrecimiento sacrificial al Dios oscuro de la compulsión. Presentado con una casuística lúcida y una mirada sensible, este libro –al igual que el anterior– abunda en referencias clínicas (breves historiales de tratamientos, ejemplos de las intervenciones llevadas adelante, etc.) y buenos consejos para trabajar en comunidad en función de que pensar restricciones en el acceso a este goce potencialmente mortífero no se interprete como una prohibición. Restricción, regulación, supervisión, prevención, acompañamiento, asistencia, son los diferentes puntales de una concepción compleja y multifactorial de un fenómeno tan difícil de cernir como son las ludopatías. Agustín Dellepiane escribió dos libros que contribuyen con solvencia a la salud mental de una sociedad vulnerable y en transición. * El libro “Apuestas online...” se presenta este jueves 14 de agosto, a las 18.30, en la Librería del Fondo (Costa Rica 4568, CABA). Actividad libre y gratuita.

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