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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 13/08/2025 03:01
Julia Child, con delantal, coles en mano y una sonrisa inconfundible: así enseñaba que cocinar era un acto de amor, alegría y valentía: en su cocina, todos podían ser chefs Durante décadas, su voz aguda y su entusiasmo contagioso llenaron las cocinas de millones de hogares. Julia Child no era solo una cocinera. Fue una revolucionaria que enseñó a los estadounidenses que preparar boeuf bourguignon en casa no era solo una fantasía francesa, sino que cualquiera que tuviera ganas podría hacerlo. Pero su historia más conocida no comenzó en las hornallas sino entre archivos secretos, mapas militares y una receta extraña a base de acetato de cobre: un repelente de tiburones. Nacida el 15 de agosto de 1912 en Pasadena, California, Julia Carolyn McWilliams parecía destinada a una vida tradicional dentro de la alta sociedad. Pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, cambió su rumbo. En 1942, se unió a la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), precursora de la CIA, y comenzó un recorrido profesional y vital que la llevaría a reinventarse muchas veces, sin perder jamás esa chispa que la hacía tan auténtica. Durante esa etapa, cuando trabajaba como espía en Asia, algo inesperado despertó en ella: el gusto por cocinar. Su historia de amor con la gastronomía se consolidaría algunos años más tarde. En 1946, se casó con Paul Child, un diplomático y amante del arte y la buena mesa. En 1948, Paul fue asignado a la embajada estadounidense en París. Allí, en las aulas de Le Cordon Bleu, Julia encontró su verdadera vocación. Era una mujer de casi 1,90 metros de altura y “torpe”, según sus propias palabras, que se metía en una cocina francesa dominada por hombres. Lo que parecía una desventaja, ella lo convirtió en marca registrada. Con humor, curiosidad y una mente metódica, comenzó a traducir el arte culinario francés en palabras simples y platos realizables por cualquiera que, simplemente, tuviera ganas de darle nuevos sabores al paladar. Julia Child en su cocina diseñada por su esposo Paul y convertida en set de televisión. Hoy, este espacio icónico se conserva en el Museo Nacional de Historia Americana De los archivos secretos al arte del batido Cuando Julia se unió a la OSS en 1942, no tenía idea de que acabaría desarrollando recetas para millones de personas. Es que allí su tarea no era preparar salsas sino idear soluciones para la guerra. En Ceilán (hoy Sri Lanka) y China, trabajó como oficial de archivo y ayudó a desarrollar un repelente para tiburones para proteger a los marinos estadounidenses. En medio de ese caos, conoció en la OSS, a Paul Cushing Child, su futuro esposo. Compartían afinidades intelectuales y artísticas, cosa que hizo que su relación floreciera en un entorno lleno de tensiones. En 1946, tras finalizar la guerra, se casaron y Paul fue destinado a cumplir labores en Francia como parte del Servicio Exterior de Estados Unidos. Y en 1948 llegaron a París, la ciudad que transformaría para siempre la vida de Julia. No hablaba una palabra de francés ni sabía cocinar, pero estaba dispuesta a dejarse sorprender. Lo hizo apenas pusieron un pie en Ruan, donde almorzaron en un restaurante llamado La Couronne, el más antiguo de la ciudad. Allí comió su primer plato parisino. Años más tarde, recordaría ese momento como el verdadero inicio de su vida gastronómica. “Fue la apertura de mi alma y mi espíritu”, admitió al New York Times. Julia en Le Cordon Bleu Más que comer, fue allí donde comenzó a descubrir la cocina como arte y disciplina. Era 1949 y estaba fascinada por los mercados parisinos, por la variedad de quesos, los panes y los vinos. Sintió que todo eso no podía quedar por unos instantes en su paladar: se anotó en Le Cordon Bleu, una de las escuelas de gastronomía más prestigiosas y reconocidas del mundo, fundada en París en 1895. Era la única mujer en un grupo dominado por hombres franceses y chefs formales. Julia, con sus 1,88 metros de altura y su entusiasmo fuera de lo común, no pasaba desapercibida. Allí tuvo la formación clásica francesa con técnicas modernas de cocina y pastelería. Pese a los desafíos que cada día se le presentaban, su curiosidad y determinación para aprender la convirtieron en una estudiante destacada. Estudió bajo la tutela del renombrado chef Max Bugnard y, al poco tiempo, comenzó a enseñar cocina a otras estadounidenses residentes en París. Ese fue el germen de lo que vendría después. Durante esas clases conoció a Simone Beck y Louisette Bertholle, dos cocineras que compartían su interés por acercar la cocina francesa al público estadounidense. Las tres fundaron en 1951 una escuela informal llamada L’École des Trois Gourmandes (La Escuela de las Tres Amantes de la Buena Comida) y enseñaban desde sus propias cocinas. Esa original experiencia no solo hizo que tuviera más conocimiento técnico de la cocina, sino que también fortaleció su vocación por enseñar de forma clara, práctica y accesible, sembrando las primeras semillas del libro que cambiaría para siempre la forma de cocinar en su país. La risa de Julia durante sus programas de cocina la convirtieron en una de las figuras de la tevé estadounidense más queridas por el público La mujer que cambió la forma de cocinar en Estados Unidos Durante ese mismo año, 1951, y junto a las chefs Beck y Bertholle, también comenzaron a trabajar en un libro que adaptaba la cocina francesa al paladar y los recursos del público estadounidense. Así nació Dominando el arte de la cocina francesa, aunque su publicación demoraría una década. En poco más de ocho años, Julia perfeccionó recetas, escribió instrucciones minuciosas y probó cada preparación incontables veces. Finalmente, en 1961, la editorial Knopf publicó el libro. Por primera vez, un recetario explicaba la cocina francesa de manera clara, precisa y realista para el hogar norteamericano. Ese mismo año, la televisión pública de Boston la invitó a hacer una demostración de cocina. Su carisma fue tan evidente que enamoró a los televidentes, y en 1963 comenzó su propio programa: The French Chef, emitido por la cadena PBS. El programa rompió todos los esquemas televisivos. Julia cocinaba en vivo, cometía errores, se reía de ella misma y, sobre todo, mostraba que cocinar era divertido. En su primer episodio, preparó un clásico boeuf bourguignon con tanta pasión que el público pidió más. Así nació un fenómeno cultural que acercó la alta cocina a los hogares americanos. Los libros más significativos de Julia Ese primer programa estuvo al aire durante más de una década, hasta 1973, y ganó un Premio Emmy en 1966. Le siguieron otros ciclos memorables como Julia Child & Company (1978), Dinner at Julia’s (1983), Cooking with Master Chefs (1993), In Julia’s Kitchen with Master Chefs (1995), Baking with Julia (1996) y Julia & Jacques Cooking at Home (1999), en el que compartía cocina y complicidad con su amigo Jacques Pépin. En cada uno, Julia mantenía su estilo cálido, instructivo y espontáneo, siempre fiel a su mantra: enseñar sin solemnidad y disfrutar del proceso. Durante el resto de su vida, Julia escribió más de una docena de libros y participó en numerosos programas de televisión, dando cátedra de cocina, arte y oficio que convirtió en todo un espectáculo, pero sin perder precisión técnica. Era una maestra y toda una showwoman, con cuchara de madera en mano y alma de divulgadora de lo que más la apasionaba. Fue tanto el amor que le tuvieron que su vida fue retratada en cine con cariño y humor en Julie & Julia (2009), donde Meryl Streep interpretó a Julia con una ternura que conquistó al público, revalidando su lugar como ícono cultural y figura entrañable para nuevas generaciones. En su último libro, Mi vida en Francia, Julia escribió una frase que resume toda su filosofía: “Pensar sobre eso me recuerda que los placeres de la mesa y de la vida son infinitos... Toujours bon appétit!”. Julia Child, sin exageraciones y con el amor por la cocina, enamoró a los estadounidenses Una vida vivida con sabor Julia Child se convirtió en un símbolo de la cocina casera bien hecha, sin pretensiones, pero con ambición del paladar. En 1981 fundó junto a colegas el Instituto Culinario Americano y siguió activa en televisión y lanzando libros durante las décadas de 1980 y 1990. en el inicio de este milenio, entró al Salón de la Fama de la Televisión, y en 2003, a sus 91 años, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto honor civil que se entrega en Estados Unidos. A lo largo de su carrera, inspiró a generaciones enteras. Su filosofía era clara: “Cualquiera puede cocinar si tiene el coraje de intentarlo”. Y ella enseñó a cortar cebollas con paciencia, a hacer una salsa bechamel sin miedo y a disfrutar del proceso tanto como del resultado en un país donde las comidas rápidas eran lo corriente. Su cocina —diseñada por su esposo en su casa de Cambridge— fue trasladada intacta al Museo Nacional de Historia Americana del Smithsonian Su última aparición televisiva fue en el año 2000, a los 88 años. Poco después, se retiró a su casa en Montecito, California, donde vivió rodeada de libros, recuerdos y el cariño de millones de seguidores y fanáticos de su arte, que iba más allá de cada plato. Su cocina — diseñada por su esposo en su casa de Cambridge— fue trasladada intacta al Museo Nacional de Historia Americana del Smithsonian, dejando así el testimonio de su gran impacto cultural. El 13 de agosto de 2004, apenas dos días antes de cumplir 92 años, Julia murió de insuficiencia renal, luego de un período de salud delicada, aunque se mantuvo lúcida y con su característico buen humor hasta el final. Aunque su voz ya no suene en la televisión de ningún canal del mundo, su presencia sigue viva en las cocinas de quienes la siguieron de cerca porque fue mucho más que una chef: fue una maestra de vida que además de enseñar a cocinar con alegría contagiosa, enseñaba a disfrutar del sabor de una buena salsa, de cada bocado y con los ojos cerrados, diciendo antes, con una sonrisa: ¡Bon appétit!
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