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» Clarin
Fecha: 12/08/2025 08:33
“Un día vi en las noticias algo sobre Tuvalu, y dije ¿cómo puede ser que haya un país en el mundo que no conozco? Me compré un atlas y vi que había un montón de países que no conocía, pero era imposible que me los aprendiera. Así que busqué un juego online que tuviera todos los países del mundo: lo jugué durante dos meses hasta que me aprendí todos los países”. Candelaria Mantilla usa esta anécdota para describir que su forma de abordar la vida siempre fue lúdica, mucho antes de dedicarse formalmente a los juegos y crear -con su hermano Agustín- Maldón, la marca de juegos de mesa detrás de El melómano y El camarero, entre otros. Pisaba los 30 años y trabajaba en publicidad cuando, después de haber trabajado toda la noche en una campaña de pañales, llegó a su casa y pensó “¿qué haría si pudiera hacer cualquier cosa y no me importara ni la plata ni lo que hice hasta ahora? Haría un juego de mesa”. Hace casi dos décadas empezaron a darle vueltas a la primera idea, durante seis meses crearon las preguntas y empezaron con los prototipos. Probaron el juego por primera vez durante un viaje de fin de semana a la costa con familia y amigos. Entre ellos, estaba el famoso ilustrador Liniers -amigo íntimo de Agustín, del colegio-, quien dijo que podría dibujarlo. Candelaria y Agustín Mantilla vienen de una familia de 5 hermanos. Foto: Ariel Grinberg. “La sensación de esa primera prueba fue maravillosa: tener una idea abstracta, realizarla -aunque sea un prototipo- y ver el impacto en otros, ver gente divirtiéndose con algo tuyo, es extraordinaria”, dice a Clarín. En 2008 salió a la venta la versión final de esa primera idea, El erudito. “Arrancamos inventando los juegos que nos gustaría jugar a nosotros. Entonces, El erudito tiene una combinación bastante clara de lo que a nosotros nos gustaba: era un juego de preguntas y respuestas, pero no tan académico”. No habían pensado que sería “un negocio”: recién seis meses después crearon la marca (con un nombre centrado en lo lúdico, ya que en el mundo de los juegos de cartas, “maldón” describe cuando a un jugador le tocan cartas muy desventajosas) y lanzaron el segundo juego, El melómano. “En ese momento vos ibas a una juguetería y veías solo juegos para chicos. Cuanto más juegos empezó a haber, más se generó el hábito de jugar”. Una mente lúdica Tiene una ludoteca con 550 juegos, asiste a ferias y eventos del tema y mantiene hábitos de juego muy consolidados (todos los miércoles y los fines de semana juega juegos desde hace al menos veinte años). Para Candelaria, el juego va más allá del simple entretenimiento. Uno de sus lemas es que “no dejamos de jugar porque envejecemos, envejecemos porque dejamos de jugar”. Ella asegura que el niño que juega “genera una mente lúdica”: a diferencia de las pantallas, quien juega “está conectado, está acá y ahora, conectado con la risa, con la conversación, con el otro”. Uno de sus lemas es que “no dejamos de jugar porque envejecemos, envejecemos porque dejamos de jugar”. Foto: Ariel Grinberg. La mente lúdica, para Candelaria, es una mente creativa y estratégica, que está acostumbrada a manejar la frustración -ya que pierde muchas veces- y a seguir reglas. Y como considera que estas características son esenciales de fomentar, se define como una “evangelizadora de los juegos de mesa”. “Desarrollar una actitud lúdica no es solo cosa de la infancia: es una forma de estar en el mundo que fomenta la imaginación, el pensamiento crítico, la empatía y la capacidad de colaborar. Las personas con una mente lúdica se adaptan mejor a los cambios, encuentran soluciones inesperadas y se relacionan con otros de manera más abierta y espontánea”. ¿Cómo se crea un juego? Hoy Maldón tiene un catálogo de 60 juegos, con opciones para distintas edades. De éstos, más de 20 los idearon desde la empresa, y el resto son juegos editados (producidos a nivel local) o éxitos internacionales que compran y distribuyen en Argentina, como Azul, Dixit, The Mind o Splendor, uno de sus favoritos. Candelaria explica que pensar un juego “no tiene una guía de pautas” fija, sino que hay varias maneras de concebir un juego. Algunos, dice, son “abstracciones de la realidad”, replicando desafíos de la vida cotidiana. Por ejemplo, El camarero, uno de sus juegos con más ventas y premiado como “Juego del año” en Argentina, es un homenaje a esos mozos que recuerdan y entregan todos los pedidos sin anotar. Otra forma implica pensar en una mecánica abstracta (como un juego de dados) y construir un “universo” a su alrededor. Cuenta, además, que hubo ocasiones en que las limitaciones impulsaron la creatividad: en El cinéfilo, al no poder usar imágenes de películas por temas legales, decidieron dibujar escenas sin caras, lo cual -asegura- “quedó todavía mejor”. El camarero es un homenaje a los mozos que recuerdan y sirven todos los pedidos sin anotar nada. Foto: Ariel Grinberg. Una vez que se tiene la base, la clave está en probar el juego una y otra vez para lograr el balance perfecto: que no sea muy largo, ni muy corto, ni muy difícil, ni muy fácil. Este proceso exige estar “abierto y receptivo a recibir la crítica y a mejorarlo”. Esto ocurrió con La Macarena, un juego de cartas, cuya segunda edición aumentó la cantidad de cartas iniciales de 7 a 13 tras un comentario de un jugador desconocido. Jugar está de moda “Cuando lanzamos El erudito, hicimos una postal que mandábamos en cada juego que decía ‘¡Qué vuelvan los juegos de mesa!’ En estos años la tuvimos que sacar, porque ¡volvieron!”, resume Candelaria. Es que la tendencia es clara: los juegos de mesa dejaron de estar asociados únicamente al mundo infantil y empezaron a colarse cada vez más frecuentemente en reuniones, bares y eventos temáticos. Tal es así que “en el mundo tienen un crecimiento del 20% anual” desde hace tiempo, señala Candelaria. “En Argentina, hoy se producen muchos más juegos que en los años 80. La oferta es más diversa. Las jugueterías actuales dedican secciones enteras a los juegos de mesa, lo cual es un signo de esta tendencia”. El juego como “antídoto” ¿Cuándo un juego es exitoso? "Al final, lo único que sirve es que se haya divertido”. Foto: Ariel Grinberg. Si bien reconoce que hoy gran parte de su día es mirar planillas Excel y gestionar recursos humanos, sigue jugando. Para ella, que se reconoce muy tecnológica, los juegos de mesa actúan como un “verdadero antídoto a la pasividad de las redes”; jugar “va contra la rutina”, y hace que la vida sea “más divertida, más alegre, más liviana y más conectada con el otro”.
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