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» Clarin
Fecha: 12/08/2025 02:36
Para poder hablar de la obstinación, Sara Ahmed necesita desarrollar una lectura genealógica de la voluntad y es allí donde se encuentra con una pedagogía venenosa que busca encauzar en la buena voluntad, esa que lleva a desear de una manera correcta. En realidad lo que hace Sara Ahmed en Sujetos obstinados (Bellaterra Ediciones) es pensar y describir procesos de subjetivación y desubjetivación en relación con los modos en que se direcciona la voluntad. Aquí la autora británica vuelve a su figura de la feminista aguafiestas que es otra forma de nombrar la obstinación, como una actitud que viene a interrumpir una idea establecida de felicidad. Entre el sujeto y el poder se inscribe la voluntad como una característica que define al sujeto y señala su relación de autonomía o dominación. En este marco la voluntad entra en una dimensión psicoanalítica al entender que es algo que no nos pertenece completamente ya que en diferentes contextos se convierte en un dispositivo para intervenir sobre las conductas de los sujetos de un modo casi invisible. Desde las técnicas de autoayuda mencionadas por Ahmed (que trascienden lo individual para cobrar dimensiones políticas más amplias) como tecnologías que llaman a desarrollar una fuerza de voluntad y que estimulan la culpa al convencer a los sujetos que es su falta de voluntad la que les impide lograr sus objetivos, hasta las variantes de la adaptación social que implica asimilar la voluntad propia a la del conjunto, Ahmed entiende que existe una propagandización en contra de la obstinación. En autores como René Descartes o John Locke, Ahmed encuentra una dimensión del error en la voluntad, una capacidad errante, desviada a la que la académica británica (que fue profesora de Estudios Culturales y Raza en la Universidad de Londres) le asigna la categoría de queer. En la obstinación hay una potencia del no como un modo de reconocer la inquietud perversa de la voluntad y convertirla en una figura. Ahmed observa que la obstinación es un rasgo portado por unos pocos y se pregunta cómo hacer para generalizar esa obstinación. Es aquí donde la autora pasa de una dimensión filosófica a un estilo político (o micro político). Entrar en la historia de la voluntad, para tomar una expresión de Marx es una manera de instalarse en la subordinación como una condición de supervivencia. Ahmed se propone realizar un archivo de la obstinación, una recopilación de conductas de sujetos obstinados que son, claramente, comportamientos excepcionales. La obstinación se manifiesta a partir de una acción o de una sucesión de acciones. Ahmed entiende que permanecer en la obstinación es lo que marca la diferencia porque así como existen una serie de costumbres ligadas a asimilar la voluntad general, entrar en la cadena de obstinación requiere la creación de otras formas a repetir. Si bien la conformación de la subjetividad es un tema central de este libro traducido por Javier Sáez del Álamo, la escritora británica también busca despersonalizar la obstinación, del mismo modo que la voluntad, como una lógica común, está despersonalizada porque su aspecto se pierde en la cantidad de conductas predecibles que hacen posible la vida social. En este punto se podría pensar si no es justamente la obstinación lo que funda a un sujeto como un ser capaz de desentenderse o, al menos, disentir con esa generalidad de la norma y plantear una diferencia. Sara Ahmed es investigadora y escritora, especializada en feminismo, teoría queer y crítica poscolonial. Crédito: Rama Cuando Ahmed menciona a Antígona señala que no es una persona obstinada por enterrar a su hermano sino que la acción de enterrarlo, que implica desobedecer la prohibición del rey, requiere de una conducta obstinada para poder realizarse. La obstinación es la consecuencia de una acción que se emancipa de la voluntad de obedecer para crear una voluntad nueva (desviada o queer, en los términos de Ahmed). Para alejar al sujeto de la voluntad general (que podría entenderse como una inercia o falta de voluntad) la tarea filosófica que se propone Ahmed como respuesta al filósofo alemán Friedrich Schelling que consideraba que no existía otro sujeto que el sujeto de la voluntad requiere de la experiencia. Poner en cuestión la visión de la voluntad como aquello que motiva una acción, la lleva a pensar la voluntad en términos fenomenológicos. Especialmente porque si volvemos a una lógica más cercana al psicoanálisis no existe una voluntad sino varias que entran en batalla tanto al interior del sujeto como en la vida social La voluntad es esa atribución sobre la que se anuda el deseo. Tanto Hannah Arendt como Edmund Husserl señalan que es allí donde se genera la intencionalidad como el impulso que busca concretar aquello que se quiere. Para Arendt la voluntad presupone un yo puedo que no está garantizado. En la voluntad hay una apuesta política individual que se convierte en obstinación. Es en esa mutación donde Ahmed señala que la voluntad se identifica con la felicidad y la obstinación con la caracterización de aguafiestas. Un elemento que disuade de la obstinación es el peligro de quedar excluido de la posibilidad de la felicidad. Hay un trabajo emocional (que es político) para quitarle atracción a la figura de la persona obstinada. Ese poder que Max Weber definía como la capacidad de un actor de llevar adelante su voluntad por encima de la resistencia del resto, necesita para existir de mecanismos más primarios para que esa voluntad que esgrime sea entendida como un deseo forjado en cada sujeto. La autora, que fue directora del Centro de Investigaciones Feministas en Goldsmiths, toma este planteo para pensar desde otra perspectiva la violencia de género, especialmente el tema del consentimiento. Muchas mujeres pueden aceptar y decir que sí porque saben que oponerse, manifestar su negativa podría significar un nivel de peligro o de violencia que no están en condiciones de enfrentar. Negar los mecanismos que llevan a construir una voluntad que actúa en contra de los propios intereses, supone desestimar el armado de las subjetividades en la vida política Sujetos obstinados Sara Ahmed Bellaterra Ediciones “Escuchar los casos en los que el sí implica fuerza pero no se experimenta como fuerza” es una tarea a aplicar no solo frente a la violencia de género sino también al momento de pensar las configuraciones sociales. “Las consecuencias de no querer lo que alguien quiere que tú quieras pueden ser insoportables” señala Ahmed para explicar que educar la voluntad puede ser un dispositivo de presión política y emocional. De este análisis podría desprenderse un método para pensar la estructura de las nuevas derechas y el apoyo popular. Existió antes un modo de quebrantar esa voluntad, de alinear al sujeto a lo que “los demás quieren que quiera”. En esa configuración donde el deseo puede ser lo más ajeno y alienante es necesario intervenir sobre la propia voluntad. Los procesos de desubjetivación buscan que las personas queden reducidas a su instrumentalidad, la obstinación es lo que les permite diferenciarse, recuperar su subjetividad pero aquí lo fundamental es la adquisición de acciones y su repetición como un mecanismo que cambia la entidad del sujeto y, de este modo, lo que se produce es también la descomposición de un orden. Ahmed parece querer llegar a la matriz de la política escondida en cada persona. La parte obstinada del cuerpo social suele ser la parte enferma como ese órgano inestable que no responde al comportamiento adecuado, que no armoniza sino que se destaca por su monstruosidad, porque se sale de su función y va en otro sentido. En esta línea Ahmed lee los discursos sobre la inmigración como ese componente social obstinado que se niega a adaptarse, que conserva la fidelidad con las costumbres y prácticas de su país de origen. Es allí donde la ciudadanía, como una tecnología de la voluntad general, se hace visible El estilo político que surge de la lectura de Sujetos obstinados está ligado a abandonar la voluntad de obedecer y si bien podría parecer demasiado básico, lo interesante es esa llamada a volver a poner la atención sobre los mecanismos de la obediencia en un contexto donde la idea de libertad (o su ilusión o fantasía) es otra forma de la aceptación de la dominación. Al proclamar la insistencia como gramática política, Ahmed llama a mirar lo naturalizado. Lo que observa Ahmed es que ese discurso de la voluntad también habita en sectores progresistas, especialmente en torno a las críticas de la política de la identidad. Ahmed responde diciendo que agruparse en las particularidades es negarse a ser guiadas por la voluntad que ha adquirido un reconocimiento general. Pero también ella está planteando una obstinación que pueda ser el negativo del poder, como planteaba Michel Foucault cuando sostenía que “no hay poder sin resistencia” y reconocía que esa frase era una tautología. Ahmed considera que para salir de la voluntad general hay que convertir la obstinación en un don que se puede pasar a los demás. Una especie de contagio ligado al cuerpo más que a una forma de conciencia o a una organización de la rebelión. Para la autora británica se aprende en esas acciones donde “un cuerpo que se manifiesta convierte a la ciudad en un cuerpo” Bio
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