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Parana » Asdigitalnews
Fecha: 11/08/2025 22:06
Cada día, en miles de geriátricos de todo el mundo, se administra una coreografía invisible de medicamentos. Un comprimido para dormir. Otro para el vértigo que dejó el anterior. Un tercero para la presión que alteró el segundo. Una espiral silenciosa que avanza, pastilla tras pastilla, sin que nadie —ni médicos, ni cuidadores, ni familiares— note que el abuelo dejó de ser él. Que ya no camina igual, no recuerda igual, no habla igual. Que ya no está. En Canadá, el 66 por ciento de los adultos mayores toma cinco o más medicamentos al día. En los hogares de cuidados prolongados, el número se dispara: hasta diez fármacos diarios por residente. Diez. Cada día. Y con cada píldora, la posibilidad de un efecto adverso, una interacción inesperada, una nueva confusión que no viene de la edad, sino del prospecto. Pero hasta hace poco, nadie se animaba a tocar ese sistema. Porque prescribir es fácil. ¿Pero desprescribir? ¿Quién se anima a decir que algo que se indicó ya no va? En la Universidad McGill, Canadá, un grupo de investigadores decidió hacer exactamente eso: meter el bisturí donde duele. Preguntarse lo que nadie se preguntaba: ¿Y si en vez de seguir sumando medicamentos, se empieza a restar? Cuando desprescribir es un acto de ciencia Así nació MedSafer, un software clínico que no cura ni diagnostica. Hace algo más radical: ayuda a sacar del cuerpo lo que ya no debería estar. Analiza la lista de medicamentos de un paciente, la cruza con su historia clínica, y le devuelve al médico una serie de alertas basadas en evidencia científica: "esto ya no lo necesita", "esto le puede hacer mal", "esto nunca debió estar". No es una app simpática, sino una herramienta que enfrenta al sistema sanitario con su peor fantasma: la polimedicación innecesaria. Un estudio, liderado por investigadores de la Universidad McGill, Canadá puso a prueba a MedSafer. No fue una encuesta ni un modelo de simulación, sino un ensayo clínico real, llevado adelante entre 2021 y 2023 en cinco hogares geriátricos de la provincia de Nuevo Brunswick, Canadá. Participaron 725 adultos mayores, con una media de 10 medicamentos diarios por persona. Es decir: los casos más complejos, los más vulnerables, los más expuestos a esa red de fármacos que muchas veces termina atrapando más que curando. La muestra se dividió en dos grupos: uno siguió con las revisiones médicas estándar. El otro recibió la misma atención, pero con la ayuda de MedSafer. El objetivo: ver cuántos casos lograban iniciar procesos de desprescripción, es decir, la suspensión o reducción segura de medicamentos innecesarios o riesgosos Menos pastillas, más claridad El impacto fue inmediato. En el grupo con MedSafer, el 36 por ciento de los residentes comenzó un proceso de desprescripción. En el grupo sin la herramienta, apenas el 13 por ciento. La diferencia no es estadística: es ética. Según explican los investigadores, muchos residentes comenzaron a mostrar cambios notables. Algunos dormían mejor, otros dejaron de caerse. Y en ciertos casos —dice el trabajo— volvieron a hablar. Como si hubieran estado atrapados detrás de un muro químico. Los resultados del ensayo fueron publicados en JAMA Internal Medicine, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo. Allí también se detalla otro dato clave: el 94 por ciento de las recomendaciones de MedSafer fueron aceptadas por los médicos tratantes, lo que demuestra que la resistencia no viene del profesional de guardapolvo, sino del sistema que nunca le dio las herramientas para parar la rueda. Lo que está en juego se llama "cascada de prescripción". Ocurre cuando un medicamento genera un efecto adverso, y en lugar de suspenderlo, se receta otro para contrarrestarlo. Y otro. Y otro más. No es negligencia: es rutina. Y es, sobre todo, falta de sistemas que ayuden a dejar de medicar cuando ya no hace falta. Con todo, la propuesta de los científicos es lógica, aunque incómoda: usar este tipo de herramientas tecnológicas no solo en geriátricos, sino en atención primaria. Revisar las recetas antes de que el paciente colapse. Antes de que se lo interne. Antes de que se apague. Porque, a veces, la mejor medicina es tener el coraje de decir: basta.
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