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  • Revelan imágenes inéditas de la perturbadora colección de arte de Jeffrey Epstein

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 10/08/2025 16:56

    Vista de la ficha criminal del financiero estadounidense Jeffrey Epstein, en una fotografía de archivo. EFE/Jason Szenes La imagen que más ha desconcertado a los lectores en la reciente cobertura de The New York Times sobre Jeffrey Epstein no es una fotografía de sus célebres invitados ni un documento financiero, sino una escultura: una figura femenina de tamaño real, vestida con un auténtico vestido de novia, suspendida de una cuerda cerca de la escalera principal de su mansión en el Upper East Side de Nueva York. Esta pieza, que probablemente corresponde a la “muñeca femenina de tamaño real colgando de una lámpara de araña” descrita en reportes anteriores, condensa en sí misma la perturbadora estética y el mensaje ambiguo que definieron la colección de arte del financiero y depredador sexual. La publicación de estas imágenes inéditas, junto con documentos que ilustran cómo vivió Epstein en sus últimos años, ha reavivado el interés por el significado y la función de su colección artística. La procedencia de las fotografías no ha sido aclarada, lo que ha generado frustración entre los lectores. El periodista David Enrich del medio estadounidense respondió a las inquietudes en la sección de comentarios: “No puedo decir mucho por la necesidad de proteger a las fuentes que nos proporcionan información. Lo único que puedo compartir es que publicamos esta información tan pronto como pudimos”. La imagen que más ha desconcertado a los lectores en la reciente cobertura de The New York Times sobre Jeffrey Epstein no es una fotografía de sus célebres invitados ni un documento financiero, sino una escultura Más allá de la escultura de la novia colgante, las imágenes revelan que Epstein instaló cámaras en sus dormitorios y exhibía con orgullo fotografías junto a figuras como Donald Trump y otros personajes influyentes. Entre los objetos destacados se encuentran un mapa de Israel dibujado a mano por el ex primer ministro Ehud Barak y un billete de un dólar firmado por Bill Gates con la enigmática frase: “¡Tenías razón!”. Estos elementos, junto con una abundante memorabilia, refuerzan la narrativa de un hombre obsesionado con demostrar su cercanía a los poderosos. El valor simbólico de la colección de Epstein contrasta con su valor económico real. Aunque uno de sus marchantes de arte recordó que gastó entre USD 200.000 y 300.000 en objetos decorativos y pinturas, un informe de 2022 del patrimonio de Epstein tasó su conjunto de “obras de arte, objetos de colección y mobiliario” en apenas USD 338.804. Para alguien que poseía múltiples residencias lujosas —solo la propiedad de Manhattan contaba con 40 habitaciones—, esta cifra resulta modesta. El patrimonio destinaba USD 15.000 mensuales únicamente al almacenamiento de estas piezas, lo que erosionaba rápidamente cualquier posible recuperación de valor. "Parsing Bill" (2012), de Petrina Ryan-Kleid (Imagen cortesía de la Academia de Arte de Nueva York) El recorrido por los objetos más emblemáticos de la colección revela una serie de patrones inquietantes. Entre ellos destacan filas de ojos protésicos enmarcados individualmente, supuestamente fabricados para soldados ingleses heridos; una escultura de un guerrero africano desnudo de tamaño doble al natural; animales disecados como un tigre, una jirafa y un perro, este último acompañado en ocasiones de excremento falso; y un ajedrez cuyas piezas representaban a su propio personal vestido de manera provocativa. La colección incluía también objetos de diseño que pretendían pasar por arte, como cinco lápices de arquitecto de gran tamaño fundidos en bronce y valorados en USD 10.000 cada uno, así como un mural hiperrealista que representaba a Epstein en una escena carcelaria, del que solía decir a sus invitados que le recordaba su posible destino. En la sala de masajes colgaba una obra de 4,5 metros, descrita como una foto o pintura de una niña desnuda, que una de sus víctimas calificó como “artística” y no “pornográfica” en su testimonio. Las referencias a pinturas y fotografías de mujeres y niñas desnudas son recurrentes en los relatos sobre sus propiedades. "Little Miss Pink Tomato" (1995), una pintura de Damian Loeb Entre las piezas más perturbadoras figura Little Miss Pink Tomato (1995), una pintura de Damian Loeb que retrata a ocho niñas en traje de baño bajo luces de escenario, evocando un concurso de belleza infantil. Maria Farmer, una de las víctimas de Epstein, recordó que él adquirió esta obra. En su rancho de Nuevo México, un contratista describió un gran cuadro de una niña recostada sobre un león, de dimensiones aproximadas de 1,5 por 1,5 metros o 1,8 por 1,8 metros, que calificó de inquietante. En la casa de Palm Beach, se encontraba una pintura de una mujer desnuda de espaldas, obra de Limor Gasko, que fue subastada en línea por USD 8.500 como “Arte encargado por Jeffrey Epstein”. También allí había una imagen artística en blanco y negro de una modelo desnuda en la cama, realizada por el fotógrafo británico Laurence Sackman, y lo que parecía ser un fragmento escultórico o maniquí de la parte inferior de una mujer desnuda. En la isla de Little St. James, se reportó la existencia de un retrato de Epstein junto al papa, probablemente Juan Pablo II, según Business Insider. La obra más infame de su colección fue un óleo de Bill Clinton vestido con un traje azul y tacones rojos, pintado por la estudiante Petrina Ryan-Kleid y adquirido en su exposición de tesis en la New York Academy of Art. Titulada Parsing Bill, la obra pretendía comentar cómo los políticos quedan asociados a narrativas escandalosas, con el vestido como alusión a Monica Lewinsky. Para los observadores de Epstein, la pintura sugería que poseía información comprometedora sobre Clinton. Fotografía de Andrés Pastrana, Fidel Castro y Jeffrey Epstein - crédito Captura de Pantalla The New York Times Entre las piezas de mayor valor figuraba Femme Fatale (c. 1905) de Kees van Dongen, una imagen fauvista de una mujer con sombrero y el pecho izquierdo al descubierto, que en algún momento colgó detrás de su escritorio. Una versión de esta obra se vendió en USD 5,9 millones en 2004 en la casa de subastas Christie’s, una suma que supera varias veces la valoración total de la colección de Epstein en 2022. No obstante, existe la sospecha de que la pieza en su poder podría haber sido una falsificación. La presencia de obras “al estilo de Jean Dubuffet” y de un “Max Weber o algo así”, mencionadas por su exasesor de arte, refuerza la idea de que muchas piezas eran imitaciones. El mismo asesor sugirió que Epstein disfrutaba engañando al mundo con arte falso, convencido de que veía a través de la falacia del mercado artístico. La colección también incluía “Rodins menores de edad”, cuya autenticidad era igualmente dudosa. La mansión de Epstein Un caso atípico fue una escultura renacentista de la Madonna del siglo XVI, que Epstein intercambió con el artista Andres Serrano por un retrato que este le realizó para su exposición “Infamous”, apenas tres meses antes de su arresto en julio de 2019. El propio Serrano resumió la calidad de la colección: “No era un buen coleccionista. Tenía obras malas”. El análisis de la colección permite identificar cuatro temas recurrentes: bromas de mal gusto, decoración de estilo “burdel”, objetos de diseño con pretensiones artísticas y falsificaciones o probables falsificaciones. En cuanto a los dos primeros, la marchante Leah Kleman declaró a Bloomberg: “Le interesa mucho el valor de choque”. Respecto a los otros dos, el exasesor Stuart Pivar explicó a Mother Jones que Epstein se divertía engañando al mundo con arte falso, creyendo que desenmascaraba la falacia del arte contemporáneo. La escultura de la mujer colgante, protagonista de la nota de The New York Times, encarna la intersección de estos cuatro temas: es una pieza provocadora, concebida para impactar, que simula pertenecer al arte contemporáneo sin estar firmada por ningún artista reconocido. "The Arch of Hysteria" de Louise Bourgeois (Sotheby´s) La comparación con la instalación The Arch of Hysteria (1993) de Louise Bourgeois, exhibida en la casa de Tony y Heather Podesta, resulta inevitable. Esta obra, que representa el cuerpo contorsionado y decapitado de una mujer suspendida por el ombligo, fue utilizada como “prueba” por teóricos de la conspiración en el caso Pizzagate en 2016. A pesar de sus vínculos con grandes coleccionistas como Les Wexner y Leon Black, quienes comprendían el arte como símbolo de estatus y señal social, Epstein optó por rodearse de falsificaciones y piezas grotescas. No podía pretender engañar a quienes compartían su círculo, pues ellos sabían perfectamente lo que sugería el arte que lo rodeaba: que pertenecía a un universo moral y estético donde regían otras normas. La escultura de la novia colgante, con su carga de transgresión y ambigüedad, parece diseñada para transmitir la idea de que su propietario podía permitirse cualquier cosa.

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