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» Diario Cordoba
Fecha: 10/08/2025 05:05
Vivimos tiempos acelerados, en los que todo sucede a gran velocidad y la impaciencia nos mantiene agitados. Por eso, hoy, las palabras de Jesús en las eucaristías dominicales tienen una rabiosa actualidad: «Nos invitan a la espera y a permanecer vigilantes». Jesús nos habla de atención a los signos del Reino y paciencia ante su avance, de no apegarnos a las riquezas, de cultivar las virtudes sólidas de la confianza, la perseverancia, el servicio callado... No parece que estas virtudes vayan muy de la mano de los valores de nuestra sociedad actual, habituada a tenerlo todo al instante. Pero esa inmediatez solo se verifica en el ámbito comercial, no en el humano. Las personas crecemos lentamente, aprendemos penosamente tras las caídas y las lecciones que nos da la vida. Por eso, la vida de fe es un itinerario continuo para dirigirse a etapas siempre nuevas, que el Señor mismo indica día tras día. «Porque es el Señor de las sorpresas, el Señor de las novedades, pero de las verdaderas novedades», enfatizaba el papa Francisco. La fe es «habitar en tiendas», «vivir con los lomos ceñidos» y las «lámparas encendidas». La fe no es incompatible con las dudas, más aún, las dudas son cauce de autentificación y verificación de nuestra fe. La fe no será nunca una certeza matemática, sino que exigirá de nosotros un «salto» basado en esa experiencia cálida y personal de Dios en nuestra vida. Tener fe es asumir la aparente esterilidad de nuestra vida, sabiendo que se convertirá en fecundidad. Decía León Tolstoi: «Siembra, siembra. Y si tú siembras algo divino, no existe ninguna duda de que crecerá». Jesús nos invita a vivir una fe auténtica y madura, capaz de iluminar las muchas «noches» de la vida. La lámpara de la fe requiere ser alimentada continuamente, con el encuentro de corazón a corazón con Jesús en la oración y en la escucha de su Palabra. De ahí, la sugerencia de Jesús de «estar en vela» como los criados de la parábola que aguardaban a que su señor volviera de la boda y, al encontrarlos aún despiertos, «se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y yendo de uno a otro los servirá». ¡Dios mismo se pone a nuestro servicio! Lo proclamaba bellamente el papa Francisco, para que no sintiéramos «la nostalgia del paraíso»: «Jesús nos sirve ahora, es nuestro siervo. Jesús reza por nosotros, Jesús nos mira y pide al Padre por nosotros». En nuestras pupilas brilla la alegría del encuentro de León XIV con los jóvenes en el Jubileo, en una manifestación religiosa deslumbrante. El Sumo Pontífice alentó al millón largo de jóvenes que le rodearon en Roma a hacer un mundo mejor sobre las bases de un cristianismo de nuestra época. Como subrayaba acertadamente el periodista Luis María Anson, «no existe partido político ni organización cultural ni institución religiosa que sea capaz de congregar a representantes de 150 naciones y a más de un millón de jóvenes. El éxito de la Iglesia católica y del nuevo Papa puede calificarse de incontrovertible». León XIV propuso a los jóvenes recetas tan sencillas como «estudiar, trabajar y amar», e ideales tan excelsos como el que fueron «testigos de la justicia, de la paz y de la esperanza, para construir un mundo más humano». Asimismo, les habló de la importancia de «decidirse» en la vida y de «saber elegir»: «Decidir es un acto humano fundamental pues no se trata sólo de elegir «algo» sino de elegir a «alguien». Cuando elegimos, decidimos en quien queremos convertirnos. El coraje de elegir te lo da el amor». Me vienen a la memoria las hermosas palabras de Goethe, sobre «la magia del compromiso»: «En el momento en que uno se compromete, también interviene la providencia. Ocurren entonces todo tipo de cosas positivas que de otro modo nunca se habrían producido. Una serie de acontecimientos derivan de esa decisión, poniendo a favor de unos incidentes fortuitos, encuentros y apoyo material que ningún hombre podría haber soñado con lograr». Y el anhelo del poeta Claudio Rodríguez, manifestando su «nostalgia del paraíso», en tres versos clamorosos: «Ahora necesito más que nunca / mirar al cielo. Ya sin fe y sin nadie / tras este seco mediodía, alzo los ojos…». *Sacerdote y periodista
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