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  • El documental sobre Jeff Buckley pone el foco en la breve vida de un artista sensible

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 10/08/2025 02:50

    Tráiler del documental "“It’s Never Over, Jeff Buckley” Si crees en la leyenda de Jeff Buckley como un genio de segunda generación destinado por el destino a morir, como su padre, demasiado joven, el documental de Amy Berg It’s Never Over, Jeff Buckley (Nunca se termina, Jeff Buckley) será tu taza de lágrimas. Pero estoy bastante seguro de que el propio Buckley tendría algunas palabras elegidas para decir al respecto. Para ser claros: el músico, que se ahogó a los 30 años en un canal del río Misisipi en 1997, era un genio, el tipo de talento incandescente que aparece muy raramente y es rápidamente reconocido como tal. Las concordancias con la vida de su padre, el cantautor de los años sesenta Tim Buckley, eran imposibles de ignorar mientras Jeff vivía, especialmente porque ambos tenían voces como el mismo ángel embriagado y ambos llevaban las estructuras de las canciones hasta, y a veces más allá, del punto de quiebre. Que la muerte se llevara a ambos hombres injustamente temprano es simplemente el otro extremo de un mito irresistible. La película de Berg se distancia de ese mito y, al mismo tiempo, lo exprime al máximo. A través de entrevistas con la madre de Jeff, Mary Guibert, sus parejas y compañeros de banda, queda claro que el padre fue tanto una nulidad para el hijo —Tim abandonó a Guibert en su quinto mes de embarazo y solo conoció a Jeff una vez, cuando el niño tenía 8 años, apenas unos meses antes de su muerte— como una sombra de por vida a la que resentir, lamentar y definirse en contra. (Entrevistador: “¿Qué crees que heredaste de tu padre?” Jeff: “Personas que recuerdan a mi padre. Siguiente pregunta.”). Crédito: Magnolia Pictures It’s Never Over, Jeff Buckley —el título está tomado de una letra de “Lover, You Should’ve Come Over”, una canción del único álbum completo del cantante, Grace de 1994— presenta la carrera de Buckley como una progresión rápida y constante que estaba predestinada y, a la vez, impulsada a regañadientes por él mismo. Berg (directora del documental Líbranos del mal) hace que el espectador salte por encima de la accidentada adolescencia de su protagonista en Anaheim —ahí está a los 14 años, cantando “Roxanne” de The Police y alcanzando las notas altas en un video de actuación de baja calidad— hasta su aparición en 1991 en un concierto tributo a su padre en Brooklyn, donde llegó como una curiosidad y donde, en palabras del productor Hal Willner, “lo convirtió en el concierto de Jeff”. No importa que hubiera una década de práctica como guitarrista en varias bandas del circuito de rock de California en su pasado: en esta versión de la historia, Buckley llega a un pico con sus presentaciones de los lunes por la noche en el diminuto Club Sin-é de Nueva York, donde sus canciones originales y elevadas lentamente tomaron precedencia sobre una amplia selección de versiones, desde Bob Dylan y Led Zeppelin hasta Edith Piaf y el maestro paquistaní de qawwali Nusrat Fateh Ali Khan. En cuestión de meses, ejecutivos de las principales discográficas estacionaban limusinas a lo largo de la cuadra. Una producción de HBO que se transmitirá en streaming más adelante este año, It’s Never Over, Jeff Buckley tiene un poco de esa actitud de limusina que llega tarde y sin aliento, a pesar de que Berg y su equipo (incluida la productora de animación Sara Gunnarsdottir) llenan la pantalla con una edición contundente, fragmentos vibrantes de los cuadernos del artista y garabatos de Buckley cobrando vida. La película es especialmente bienvenida por su abundante material de actuaciones en vivo, que confirma brillantemente la amplitud de las influencias y el sonido del cantante. Buckley podía rockear con una dicha atonal, así como también entonar y elevarse junto a su público a un nivel superior de existencia. Pero difícilmente lo hacía solo. El documental no llega a insinuar que lo hiciera, pero su pose reverencial a veces nubla el retrato de un hombre complejo y artísticamente ambicioso. Berg entrevista a compañeros de banda, novias, músicos colegas (como Aimee Mann, quien dice que Buckley “literalmente tenía la mejor voz que he escuchado” mientras recuerda una incómoda noche en la que él la cortejaba) y a una que fue tanto novia como colega, Joan Wasser, también conocida como Joan As Police Woman, cuya claridad emocional le da al filme el enfoque necesario. Crédito: Merri Cyr/Magnolia Pictures Quedan sin mencionar figuras como Elizabeth Fraser de los Cocteau Twins de Escocia, cuya breve pero intensa relación con Buckley tras el lanzamiento de Grace merecía una mención; John Cale, cuya reestructuración en 1991 de “Hallelujah” de Leonard Cohen formó la base para la asombrosa versión de Buckley (“Es una canción sobre sexo, no un homenaje a Dios sino un orgasmo”, dijo Buckley); y Tom Verlaine del influyente grupo neoyorquino Television, a quien Buckley pidió producir las sesiones fallidas que se publicaron póstumamente en 1998 como “Sketches for My Sweetheart the Drunk”. Berg parece haberse apoyado en quienes pudo conseguir para sentarse a una entrevista, lo que puede dar una buena historia, pero no la historia completa. El recurso ocasional de la película a un fatalismo poético/irónico probablemente tampoco le sentaría bien a Buckley, aunque sostiene el presentimiento trágico en el que a todos les gusta creer. Oímos que les dijo a sus amigos: “No voy a durar mucho” y, alternativamente, “No voy a terminar como mi padre con una etiqueta en el dedo del pie”; lo vemos decir en broma a un entrevistador que no puede prometer nada sobre un nuevo álbum porque “para entonces ya seré un cadáver”. Todo lo cual va en contra de la triste y aleatoria banalidad de su muerte: un baño impulsivo que terminó con Buckley arrastrado bajo la estela de un barco que pasaba. Ante los rumores de que estaba bajo los efectos de las drogas (como su padre cuando murió), la película se esfuerza en señalar que el cantante solo tenía una cerveza en su organismo. En muchos otros aspectos, It’s Never Over, Jeff Buckley ratifica la leyenda. Fuente: The Washington Post [Fotos: Merri Cyr/Magnolia Pictures]

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