09/08/2025 12:16
09/08/2025 12:15
09/08/2025 12:15
09/08/2025 12:14
09/08/2025 12:14
09/08/2025 12:13
09/08/2025 12:13
09/08/2025 12:13
09/08/2025 12:13
09/08/2025 12:12
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/08/2025 10:41
Su papá la abandonó en una comisaría y su mamá le pegaba y la invitaba a prostituirse: tiene 17 años y aún sueña con ser azafata. A los 13 años Tina quiso conocer a su madre biológica, y lo que sobrevino fue un infierno de maltrato y abuso. Recién a los 17 recuperó las ganas de soñar, y hoy está enfocada en alcanzar los anhelos propios de su edad, esos que creyó imposibles. De espaldas a la cámara, debido a que todavía es menor de edad, y con un pseudónimo para ponerle nombre a sus vivencias, abre su corazón y relata los peores cuatro años de su vida. “Este es mi lugarcito, donde al fin estoy tranquila; si me tengo que hacer un café me lo hago, miro una película, leo un libro y estudio”, dice Tina, sentada sobre su cama. Cuenta su historia en primera persona: de una infancia con su abuela paterna donde nada parecía faltarle al día en que supo que ya no tenía hacia dónde correr. Convive con nueve chicas, que tienen entre 17 y 21 años, y el programa que la ampara lo lleva adelante el Hogar María Luisa, que abraza la niñez en situación de vulnerabilidad. Cada año albergan a más de 90 niños y adolescentes, de entre 4 y 21 años, proporcionan casa, comida, salud, educación, y asistencia técnica especializada. Con más de 143 años de historia, la asociación civil sin fines de lucro asiste a tres grupos etarios: la Gran Casa María Luisa, donde albergan a niños y niñas de 4 a 12 años; el hogar de adolescentes mujeres, otra casa en el mismo edificio para jóvenes mujeres de entre 13 y 17; y la casa pre egreso, mujeres que ya cumplieron los 17 años, y quieren permanecer hasta los 21 con acompañamiento. Ahí vive Tina. La entrevista completa con Tina con Tatiana Schapiro en el Hogar Maria Luisa. —¿Cuál es tu primer recuerdo de chiquita? —Cuando me iba a pasear con mi abuela a la calesita en Devoto, y yo sonreía porque trataba de agarrar la sortija. Mi abuela se reía y me decía: “¡Bien mi amor!“. —¿A vos te crio tu abuela paterna? —Sí, hasta los 15 años. —¿Y vivías vos sola con tu abuela? —No, estaba mi papá también, pero ella para mí fue una mamá, porque ella cumplió el rol de madre. —¿Y tu mamá biológica? —A mi mamá biológica la conocí a los 13 años. Había ido a La Boca con mi papá y le dije: “Quiero conocer a mi mamá”. Y ese fue el peor error que cometí, porque pasé por muchas cosas. Pero por lo menos me saqué la venda de los ojos. —¿Por qué? ¿Vos qué pensabas hasta ese momento? —Pensaba que me iba a dar amor, que iba a ser una madre, que íbamos a recuperar todos los años perdidos. —¿Y qué pasó? —Que no todo es lo que parece. Mi mamá no me veía como una hija, me veía como una enemiga. Competía conmigo, me pegaba porque decía que yo era más linda que ella. Me dejaba con mis hermanitos, que son hijos de otro padre, cuatro chiquititos, y ella se iba de joda. No venía hasta por dos días y yo no tenía para darles de comer a los chicos. Les cocinaba, se me escapaban por el techo, ella venía y los chicos le decían que yo les pegaba y ella me cagaba a palos con un cable. Un día incluso me invitó droga. Y siempre que ella se iba a tener relaciones sexuales, yo tenía que acompañarla. Yo todavía tenía la cabeza inocente, no sabía lo que era la droga, la cocaína, nada. —¿A los 13 años te dejaban sola y eras absolutamente responsable de cuatro chiquitos? —Sí. —De dormirlos, despertarlos, darles de comer, bañarlos, de todo. —Sí, mi vida cambió 360 grados de un día para el otro, porque yo no sabía hacer nada. Siempre fui nenita de la abuela. Y tuve que aprender todo. Me llevó a vender droga también. —¿Te ofreció consumir droga? —Sí, pero yo dije que no, obviamente. Me dio droga a los 13 y también me ofreció hace como un año. Yo la acompañaba siempre los fines de semana cuando ella se iba de joda, y tenía que ir con ella toda la noche a una esquina con pibes. No podía quedarme en casa como una hija más. —¿Y con quién se quedaban los chicos? —Los chicos a veces se quedaban solos. Cuando yo me tenía que ir con ella se quedaban solos. —¿Qué edades tenían los cuatro nenes en ese momento? —El más chiquito tenía 2 años, el otro 6, la otra nena 7, y la otra casi 9. —Muy chiquitos. —Eran todos muy chiquitos. A veces no tenían pañales, y al más chiquito lo ponía en la cocina y yo le lavaba la cola. —¿Iban al colegio los chicos? —No, y cuando la llamaban mucho a mi mamá para que vayan al colegio, los llevaba yo. En la casa pre egreso del hogar Maria Luisa las adolescentes pueden quedarse hasta los 21 años prepararse para la vida adulta (Gastón Taylor) —¿Nadie intervino para ayudar a tus hermanos? —No, porque ellos viven en un barrio donde todo eso es normal. Prácticamente todas las personas son así ahí. La droga es normal, el maltrato es normal, y entre vecinos nadie se mete. —Los vecinos son una cosa, pero la escuela, los hospitales, ¿nunca intervino nadie? —Una vez le sacaron los chicos porque ella tuvo una sobredosis con pastillas. En ese momento yo no estaba, todavía ni existía en la vida de ellos, pero me enteré que se los sacaron. —Me hablaste de situaciones sexuales en las que tu mamá te llevaba con ella. —Sí. —¿Qué quiere decir eso? —Mientras estuve con mi abuela nunca pasé abuso ni nada de esas cosas, y eso lo agradezco a Dios. Pero después con mi mamá sí. Íbamos a una quinta en Ezeiza y ella tenía que estar con un chico. Yo la esperaba afuera y tenía que escuchar los gemidos y todo. Ella lo veía muy normal. Y una vez un tipo de 31 años, cuando yo tenía 15, me quiso dar un beso. —¿Era el que había estado con tu mamá o era otro? —No, era otro. Se me quería lanzar, y yo enseguida lo pateé y le dije que qué hacía, que era un degenerado. Él me había dicho que supuestamente mi mamá le había dado el sí, y yo era virgen. Todas esas cosas me marcaron, pero aún así, yo seguía estando con ella. —¿Pudiste escaparte de esa situación? ¿Pudiste zafar? —Sí, porque después el chabón se fue a fumar un cigarrillo, o a tomar cocaína, no lo sé, pero yo me quedé lejos de él. Salió mi mamá y no le dije nada. Nos fuimos, y ella estaba enojada conmigo porque yo no había estado con el chabón. Y seis meses después yo me escapé. —¿Te dijo por qué lo hizo tu mamá? —No, me dijo que yo era la provocadora. Tina: "A mí me daba miedo mi mamá" (Gastón Taylor) —¿Antes de todo eso vos no te podías escapar de la casa donde vivías con tus hermanitos? —No, porque a mí me daba miedo mi mamá. Ella era muy manipuladora, era una persona shockeante que yo no podía ni mirar a los ojos. Era más fuerte que yo. Cuando le decía que me quería ir con mi abuela y con mi papá me cagaba a palos. Hasta que un día llamé a mi abuela, me vino a buscar a las siete de la mañana con un remis y me escapé por la terraza. —¿Tu progenitora te pegaba con un cable? —Sí. Me pegaba con un cable, me pegaba piñas, muchas cosas. —¿Y a los más chiquitos? —A los más chiquitos peor. —¿Los llegaste a querer a tus hermanos? —Sí, mi abuela siempre que me daba plata y yo les compraba cosas a ellos. Nunca fui mala, les tuve cariño. Pero como mi mamá los crio muy mal, con ese rencor, y los cagaba a palos, eran muy secos ellos. —Mientras viviste con tu abuela, ¿siempre hubo amor? —Sí, toda mi infancia con ella fue hermosa. —Te emociona hablar de tu abuela. —Sí, me acuerdo de cuando me llevaba al colegio, siempre recuerdos hermosos. Ella trabajaba en PAMI y tenía un centro de jubilados, y fue la mujer de un concejal en el año del pedo, que ese fue mi abuelo, el papá de mi papá. Yo me crie con todas las abuelitas, y nos íbamos de viaje a Pedraza en Córdoba, a Mar del Plata, siempre paseando con ellas. —¿Y tu papá en ese momento cómo era con vos, mientras estaba tu abuela? —Mi papá maltrataba mucho a mi abuela. —¿Físicamente? —No, verbalmente, porque mi papá siempre estuvo acostumbrado a tener todo de la madre, y ella le daba todo lo que él quería. Cuando yo me quedaba con mi abuela era porque mi papá se iba de joda. —¿Tu papá era cariñoso con vos? —Sí, era cariñoso. Pero mi papá siempre fue violento con las mujeres con las que estuvo, con todas sus parejas. —¿Y con vos nunca ejerció violencia? —Nunca durante mi infancia, pero cuando fui más grande, a los 13, 14 años, ahí sí. —Vos decís: “Hasta que fui más grande”, y para mí hoy todavía sos chica. —Sí, la verdad que sí. Pero lamentablemente en mi cabeza a veces tuve que ponerme en plan de una chica más grande. —¿Pero pudiste ser chica en algún momento? ¿Pudiste ser hija? —Cuando estaba mi abuela, sí. Cuando conocí a mi mamá ya no. —Ahí fue un crecer de golpe. —Sí. El hogar Maria Luisa aberga cada año a más de 90 niños de 4 a 21 años (Gastón Taylor) —¿Y por qué te fuiste con tu mamá? ¿Qué había pasado? —Me había enojado con mi papá porque había maltratado muy fuerte a mi abuela. La había hecho llorar, y aun así mi abuela le daba plata, le compraba auto, moto, siempre así. Y me cansé, yo ya estaba madurando y quise ir a conocer a mi mamá. —Con esta fantasía que habías construido. —Sí. —¿Mientras estuviste con tu abuela ibas al colegio? —Sí. —¿Y cuando después de estar con tu progenitora volviste al colegio? —No, porque con mi papá tenemos una casa en la Costa, y yo me quedaba unos días allá, después volvíamos a Buenos Aires, y así no podía ir a la escuela. A fines del 2021 conocí a mi mamá, y me desligué de ella en enero de 2023. Recién ahí volví al colegio. —A tus 15 años. —Sí, estaba a punto de cumplir los 15. Mi mamá no me dejaba irme con mi abuela cuando yo todavía vivía con ella, solo me dejaba que ella me viera de la puerta para adentro, y que me trajera plata. Me había comprado un celular para que me comunique, le traía carne a mi mamá, productos de higiene, todo para que yo esté lo mejor posible. —Te cuidaba. —Siempre, pero yo tenía miedo de escaparme y me aguanté muchas cosas todos esos meses. —¿Tenias miedo de escaparte por vos o por tus hermanitos? —Por mí, por lo que me llegaría a hacer mi mamá. Y hoy me arrepiento de muchas cosas porque mi abuela murió el 1° de noviembre de 2023. Seis días antes de mi cumpleaños, que yo estaba por cumplir 16 años. Cuando estaba viviendo con mi mamá yo me veía todos los meses con ella, pero no pude volver a vivir con mi abuela. —¿Nunca pudiste volver? —A su casa nunca más pude. La primera vez que me escapé que ella vino en remis a buscarme fue a mitad de 2022. Me llevó con mi papá, que estaba nervioso y enojado conmigo porque quise conocer a mi mamá, y él me echó. Y como donde vivía mi abuela yo tenía problemas con otras chicas con quienes me llevaba muy mal, yo no quería generarle problemas a mi abuela. Volví con mi mamá, y no pude estar con mi abuela en sus últimos meses. No pude cocinarle, bañarla, nada. Mi mamá me dijo que ella iba a cambiar, me manipuló de nuevo y confié por segunda vez. Fue todo igual, hasta que en enero de 2023 me volví a escapar. Y esa fue la última vez que vi a mi abuela, el día que me llevó a Liniers con mi papá. —Estabas entre dos casas que eran muy violentas ambas, con situaciones distintas. —Sí. Mi papá me daba amor, me daba todo cuando era bueno, pero cuando fumaba cambiaba. Mi mamá nunca me dio amor y siempre me trató mal. Entonces prefería a mi papá una y mil veces. —¿Con tu papá sí te sentías cuidada? —Sí, él nunca me hizo lo que me hizo mi mamá. Nunca me mostró droga. Nunca me invitó droga. Nunca me entregó con un chabón. —Sí fue violento con otras personas adelante tuyo. —Sí, la violencia me la inculcó mi papá. Siempre me dijo: “El que te molesta, vos pegale”. Eso siempre lo tuve. —¿Estuviste en la calle? —No tengo recuerdo, pero mi papá me contó que a los 2 años cuando mi abuela se fue a Cancún, que habían vendido la casa de La Boca, estuvimos dos semanas sin rumbo. —Pero vos en la adolescencia, en estos momentos de irte para un lado, para el otro, ¿nunca pasaste una noche en la calle? —Nunca. Sí le pedí a amigas que tenía en La Boca si me podía quedar unos días, después a otra, y así. He estado de un lado para el otro de casa en casa. —¿Y se volvió peligroso en algún momento? —Sí, he visto muchas cosas. En diciembre del año pasado mi papá me echó. Estaba muy pero muy explotado con él mismo y mi cabeza ya no daba más. Estaba entre la espada y la pared, pensando qué hago, y llegué a pensar: “Yo me tengo que morir”. No quería volver con mi mamá, pero tampoco quería quedarme con mi papá que me estaba haciendo mal. Él prefiere la joda, prefiere la calle, prefiere las mujeres. Y como yo ya estoy grande, soy un peso para él. Y no quiero ir a mendigar un plato de comida o estar con un pibe, porque hay muchas chicas de mi edad que lo más fácil para ellas era estar con un chabón, ser mantenidas por un pibito, juntarse y así tener un techo, agarrar las drogas. Yo no quería hacer eso, no quería terminar mal. Estuve un tiempo en la casa de mi mejor amigo, pero él también se drogaba y andaba en cosas malas. Entonces me fui la casa de unos amigos de mi papá, en Olavarría, que no son de buen vivir porque ahí venden droga. Viven en un búnker, un edificio lleno de piezas, todas usurpadas y ahí hay chicas que se regalan por un papel. Se agarran a los tiros cada dos por tres. Es un barrio que le dicen ‘El Bajo’, en La Boca. Mi papá sabía que yo estaba ahí y no le importó. Ese fue el momento más terrorífico, que me traumó mucho, pero también aprendí cuál era el camino que yo quería, y cuál no. En la casa pre egreso las chicas se turnan para realizar las tareas entre todas y adquirir conocimientos e independencia (Gastón Taylor) —Estaba todo dado para que fuese un desastre. ¿Cómo creés que hiciste para salir adelante? —Soy muy creyente. Hablaba mucho con Dios, hablaba con mi abuela también, llorando le decía: "Abue por qué me dejaste, no puedo más, necesito una luz, necesito algo que me ilumine y estar bien porque no doy más, me siento muy sola". Pasé las fiestas sola con toda esa gente. Encima yo algo de plata tenía, porque mi mejor amigo me daba plata. Igual él andaba en malas cosas, robaba. —¿Te llevó con él alguna vez? —No, nunca acepté, pero sí sé en la que andaba. Mis tíos de corazón me tomaron cariño y también me daban plata. Me acuerdo que me había hecho las pestañas, me había teñido el pelo, me compré ropa, pero estaba vacía por dentro. No me llenaba nada, estaba vacía y sola. Cuando llegó el 24 de diciembre fue horrible. Mi papá no me había dicho ni Feliz Navidad, seguía con una mina en la Costa. Fue muy feo estar sola en las fiestas. —Y cómo llega la posibilidad de acercarte al Hogar María Luisa, ¿quién te lo propone? —Yo estaba en el búnker de la Boca, y me quería ir. A mi papá lo llamaron mis tíos, le decían que yo lloraba, que estaba muy mal. Cuando se separó de la mina con la que estaba, me recibió. Mi papá estaba muy nervioso, me echaba la culpa a mí de todo. A las cuatro de la mañana a veces me levantaba y me echaba de la casa. Yo le hacía frente, le contestaba porque no iba a dejar que me haga las mismas movidas psicológicas que a mi abuela, y me echó de nuevo. Me fui otra vez con mi mamá y aguanté tres meses hasta que mi mamá también me echó. Mi papá tiene una especie de bipolaridad, porque después me iba a buscar, salíamos a pasear, y mi mamá no lo quería ver ni en figurita porque dice que él me sacó de sus brazos cuando yo tenía 2 años. Hizo bien porque si no yo iba a terminar violada. Mis hermanitos todos fueron abusados. Yo llamé a mi papá y le pedí por favor volver con él. —¿Dónde estaba tu papá en ese momento? —En un hotel de San Martín, y me decía que no tenía plata, que esperara al día siguiente. Al final me fue a buscar y estuve un mes en esa pieza con él. Vomitaba de la depresión que tenía, de estar en cuatro paredes con mi papá diciéndome de todo. Puteándome. La dueña no aceptaba menores y yo estaba escondida en la pieza y tenía que hacer pis en un tacho. Si hay algo que tuve siempre es que yo me adapté a lo que la vida me pusiera adelante. Materialmente de chiquita tuve todo, pero siempre fui humilde de corazón. —¿Tu papá trabajaba? —No. Mi papá no trabaja. Como mi abuela fue muy querida, aún hoy es muy querida aunque falleció y ayudó a mucha gente, mi papá tiene plata del aire. Le dan plata, mucha plata. Y un día mi papá me llevó a la comisaría. Yo no lo podía creer, pero me decía que era por unos días nomás. Él decía que no me podía tener. Los policías vieron la reacción de mi papá, que estaba muy acelerado y muy nervioso, llamaron al servicio de niñez. Intervino una psicóloga, se dieron cuenta de que mi papá no estaba apto para tenerme y me dijeron que me iban a llevar a un hogar. Mientras tanto yo hablaba por celular con mis amigos y les contaba, y me decían que me escapara, que en un hogar me iba a tener que pelear hasta por la cama. Habló conmigo la directora del hogar, le dije que tenía mucho miedo y le pedí que por favor me jure que no me iba a pasar nada. Me convenció y yo con lágrimas en los ojos, no daba más, mi papá ahí, y yo yéndome en una camioneta. Y cuando entré acá, me encontré con chicas muy buenas, me dieron cosas de higiene para bañarme, y cuando estuve ya comida, calentita en una cama, ahí le agradecí a Dios. Una noche antes de que pase esto mi papá me había pateado las piernas para que me callara porque yo estaba llorando. —Ya había violencia física por parte de tu papá. —Sí, me estaba pateando las piernas, y yo rezaba. Le dije a Dios: “Vos sabés mis anhelos, sabés lo que pido, sabés que no sé para dónde ir, llevame a donde vos quieras, pero por favor ayúdame; no puedo más. Esta es la última oración que te voy a hacer”. Y al otro día vine acá. —¿Cuál eran esos anhelos que le pedías a Dios? —Estar bien, estar tranquila sicológicamente. Dejar de preocuparme por cosas que no me tenía por qué preocupar con 17 años, de que teníamos que buscar alquiler, de los problemas que tenía mi papá en la cabeza, sumado a todo lo que cargaba de mi mamá. —Llegaste acá, ¿y quién te recibió? —Una de las cuidadoras, Nati, que la quiero mucho, y es muy buena. —¿Se fueron rápido los miedos que tenías o te costó un poquito que se fueran? —Ya cuando llegué acá y vi la cara de las chicas no tuve miedo. Pero me quedó la actitud defensiva. Yo no muestro que lloro, que estoy mal, siempre estoy con una sonrisa. Y cuando las chicas lloran las abrazo. Yo soy muy comprensiva, pero no me gusta que me vean a mí. —¿Cómo es tu vida acá? —Mi vida acá es re linda. Me levanto, me baño, tengo todas mis cositas, me lavo la ropa. Leo un libro, me maquillo. Muy tranqui porque mi cabeza está estable. —Me contabas que empezaste a estudiar también. —Sí, inglés e italiano. —¿Por qué? ¿Qué tenés ganas de estudiar? —Quiero ser azafata. También desde chiquita me encanta actuar, que es mi pasión, y cantar también. Pero son cosas que siento que tengo muchas inseguridades. Hay momentos que soy re segura y otros que no me tengo fe en nada, pero voy para adelante igual. —¿Empezó a aparecer acá la posibilidad de soñar, de tener ilusiones y deseos? —Sí, me devolvieron la fe. —De a poco volviste a tener 17 años. —Sí. —¿Salís a veces? —Sí, salgo. Ahora no tanto porque no tengo amigos acá, y los únicos amigos que tengo viven en La Boca y es muy lejos. Tengo en mente una sola cosa: seguir adelante. —¿Encontraste el amor? —Sí, pero yo no lo acepto, no me dejo tocar el corazón. —Te lastimaron mucho. —Sí. —¿Y cómo te llevas con las chicas acá? —Cada una tiene su propia historia, y tenemos nuestras diferencias. A mí no me gustan las injusticias. Si veo algo que no está bien, lo peleo a muerte. Pero le tengo un aprecio a todas. —Y cuando te angustiás, cuando estás triste, ¿qué hacés? —Me pongo a escuchar música, y si tengo que llorar, lloro, pero cuando estoy sola. —¿Hay alguien con quien hablar si necesitas hablar? —Sí, están los operadores, la psicóloga. Todos acá son psicólogos porque todos te escuchan y todos te hablan. Pero yo no cuento mis cosas en el momento. Estoy mal y me lo trago sola. Todavía no puedo vencer esa barrera. —¿Tu idea es quedarte acá hasta los 21? —Eso no lo pensé todavía. La verdad que no me molestaría estar un tiempo más, porque acá nadie me maltrata. —¿Qué soñás hoy? —Tener mi casa, un perrito, mis maletas llenas y decir: “Esta semana me voy a acá, la otra semana me voy allá“. No me veo con pareja de acá en adelante. Me veo sola, pero con mis cosas, feliz y tranquila. —Que sea así, que se cumpla todo. Valijas llenas, azafata, actriz o lo que tengas de ser, tenés derecho de soñarlo. ¿Hay algo que les quieras decir a los chicos que están como vos estuviste? —Que después de la lluvia, después de la tormenta, siempre pero siempre, viene el sol. Siempre. No hay que bajar los brazos, hay que seguir adelante y tener fe. Uno vuelve a estar bien y uno vuelve a sonreír. Si querés contar tu historia escribinos a:voces@infobae.com
Ver noticia original