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  • Milei y la épica del derrotado

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 08/08/2025 09:30

    ¿Y si la sucesión de derrotas del oficialismo en el Congreso terminara por generar el mismo efecto que el del debate presidencial? ¿Si a pesar del ajuste sin fin, del inocultable estancamiento de la actividad económica, volviera a prevalecer la expectativa del cambio? Recordemos. El debate entre los candidatos Javier Milei y Sergio Massa por el balotaje presidencial del 22 de octubre de 2023 tuvo un ganador incuestionable. Hiperprofesional de la política, dueño de recursos discursivos inagotables, pillo, Massa dominó aquel intercambio en el auditorio de la facultad de Derecho de la UBA de principio a fin. Supo cómo imponer las reglas del debate y acorraló a un Milei al que casi no dio respiro. El punto más bajo del libertario fue curiosamente el segmento en el que se discutió economía, su especialidad. Milei debió afirmar cosas que probablemente hubiera querido evitar. “¿Sí o no?”, disparaba el entonces ministro de Economía sobre la eliminación de los subsidios, la privatización de Vaca Muerta, la dolarización o la liquidación del Banco Central. Para ese entonces, la inflación acumulada en el año viajaba al 120% y en buena medida era responsabilidad de Massa. Derrotado, Milei no supo cómo poner eso en juego. El resultado es el por todos conocido y confirma la evidencia según la cual quien gana el debate no necesariamente ganará la elección. Las cosas han cambiado desde entonces. Aunque se esfuerce por parecerlo, Milei ya no es un outsider de la política sino un político en toda la regla. Ocupa el vértice del poder político en la Argentina y forma parte de la élite, de la casta, en su fraseología. Su lenguaje sucio y procaz ha dejado de ser motivo de incomodidad y empieza a generar rechazo, al punto de que él mismo prometió abandonar el insulto como herramienta de confrontación. Sucede que no es Sarmiento el que ofende, el loco en el que gusta reflejarse a Milei, sino el topo que promete destruir desde adentro las instituciones del Estado (mientras que de paso Sarmiento fue uno de los constructores del Estado nacional). En la segunda semana de julio, la oposición en el Senado le impuso un 6-0: la Cámara convirtió en ley una mejora en las jubilaciones, la moratoria previsional y la emergencia en discapacidad, iniciativas que el Presidente vetó en conjunto. Dio media sanción a la regulación de la distribución de los Aportes del Tesoro Nacional, que se reparten discrecionalmente entre las provincias, y del impuesto a los combustibles. Además, el Senado rechazó un veto presidencial y ratificó la declaración de emergencia en Bahía Blanca. Todas las decisiones fueron acompañadas por desbordantes mayorías. Este miércoles, Diputados continuó la faena y la aumentó. En una sesión que superó las 12 horas, la oposición avanzó con el envío a comisión de los proyectos sobre el reparto de fondos a las provincias; dio media sanción a un aumento de los recursos de las universidades nacionales con el voto de casi dos tercios de la Cámara. Aprobó por amplia mayoría la declaración de emergencia en pediatría, con foco en el financiamiento del Hospital Garrahan. También les puso fecha al tratamiento en comisión de un proyecto que busca declarar la emergencia en el sector científico y a la convocatoria a un plenario de comisiones para liberar el funcionamiento de la comisión investigadora del escándalo de la memecoin $Libra, bloqueada por el oficialismo. Pasada la medianoche, Diputados rechazó una serie de decretos que disponen la reestructuración del INTA y el INTI; modificaciones a la Secretaría de Transportes y Vialidad Nacional; la Marina Mercante; organismos de Cultura y el Banco Nacional de Datos Genéticos. La enumeración evidencia lo abrumador de la derrota parlamentaria. Mucho de todo esto no habría sido posible sin el impulso de gobernadores y bloques de la oposición que hasta hace poco fungían como aliados funcionales de Milei. El giro de los gobernadores tiene motivos conocidos: el Gobierno rechazó llegar a un acuerdo para la redistribución de fondos coparticipables (ATN y combustibles), consensuado en un hecho inédito por las 23 provincias y la Ciudad de Buenos Aires. Y en paralelo, privilegió la competencia con candidatos propios en las elecciones nacionales de octubre, que en muchos casos plantean un desafío al poder territorial de los gobernadores. La alternativa era someterse a “una posición totalmente dominante” de los libertarios en el armado de alianzas, en palabras del ex presidente Mauricio Macri, este lunes, antes de la capitulación del PRO en la Ciudad. Muchos no aceptaron esos términos. Percepciones A un año y ocho meses de la llegada al poder, el nivel de aprobación de la gestión de Milei y del propio Presidente vienen declinando. Sin embargo, no ceden las expectativas sobre una posible recuperación de la economía. Algunos datos así lo indican. El Índice de confianza en el Gobierno de la Universidad Di Tella trepó 4,9% en julio: es 9,6% y 44,3% mayor al que recogían Macri y Alberto Fernández respectivamente en el mismo tramo de su gestión. El primero ganó ampliamente la elección de mitad de mandato. El segundo sufrió una derrota estrepitosa. En su Panorama de Opinión Pública del mes de julio, la consultora Opinaia, de Lucas Romero, el gobierno de Milei recibe un 43,9% de aprobación (-2,5% menos que en junio) e interrumpe una sucesión de tres meses de recuperación. Con todo, permanece 7 y 16 puntos arriba de las que registraban a la misma altura Macri y Fernández. Una medición nacional de Atlas Intel que publicó Clarín esta semana muestra que casi 6 de cada diez reconocen que la situación económica es “mala”, solo 2 la consideran “buena” y los dos restantes “normal”. Pero un 46% de los encuestados cree que “va a mejorar”, contra un 39% que considera que va a empeorar y un 15% que va a seguir igual. A cargo del gobierno objetivamente más débil desde la recuperación democrática, con minorías en ambas Cámaras y sin poder territorial alguno, Milei construye la segunda mitad de su gestión sobre estos niveles de expectativas que le son favorables. Sus posibilidades dependen de la opinión pública. Probablemente también después de la elección de octubre. “La expectativa se correlaciona mucho con el posicionamiento político del observador. No sólo en la Argentina”, dice Romero a Perfil. “La naturaleza de este proceso político es muy fácil de entender: había una sociedad traumatizada fundamentalmente por los problemas económicos y la inflación. Podemos discutir sobre las formas, el estilo, la mala praxis. Pero en lo estructural, este es un presidente que viene ofreciendo resultados. Y es incuestionable que el programa económico ha producido una baja de la inflación. Después discutimos el cómo. Es difícil cuestionar que la economía está mejor que en 2023 e incluso que la pobreza bajó”, sostiene. Un trabajo de LCG conocido el martes en base a cálculos propios muestra que la pobreza habría alcanzado en el primer trimestre al 31,6% de la población, la más baja desde 2018. Representa una caída de 6,4% respecto del último trimestre de 2024 y de 23,4% contra un año atrás. Pero julio representó en cambio un desafío para el Gobierno en el umbral de la campaña electoral. El dólar subió casi 14 % después de varios desajustes del equipo económico con el manejo de las tasas de interés interbancarias, y aún no está claro cuál será su traslado a precios. Y parece haberse consolidado el estancamiento en la actividad iniciado en junio (que marcó 0% contra mayo, según Equilibra). Este jueves se conoció además la inflación de julio en CABA, que anotó un 2,5%. Y la consultora LCG midió que en la primera semana de agosto el precio de alimentos y bebidas tuvo un sensible aumento del 2%, con picos, en verduras, carnes y frutas, contra el -0,4% de la última semana de julio. El Gobierno navega entre estos datos y las percepciones de la sociedad sobre cuál es su capacidad para, después de llevar algo de orden a la economía a costa de un alto precio en términos de actividad y desempleo, arrancarla de su estancamiento de más de una década. Pero las herramientas a las que echó mano para llegar a la elección no parecen conducir por el momento a eso, sino a instalar un clima recesivo. Milei no solo volverá a intentar polarizar con el kirchnerismo, como ha hecho este jueves en su provocador desembarco en Villa Celina, partido de la Matanza, con sus candidatos de buzos púrpuras y en un entorno de villa de emergencia y basura que recordó una cuestionada imagen de campaña del primer Macri en el sur de la Ciudad. Vestirá de épica sus derrotas en el Congreso, incluso un eventual rechazo a sus vetos, y acusará a "la casta" de poner en riesgo el orden fiscal, acelerar la inflación y frustrar el cambio. Derrotado igual que con Massa, acaso vuelva a lograr lo imposible. Fuente: Perfil

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