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  • George Ward Price, el periodista que cedió su pluma a Hitler: diarios secretos, entrevistas manipuladas y la sombra de Goebbels

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 08/08/2025 06:54

    Libro del día: “Entrevistando a Hitler”, de Richard Evans La revelación más contundente del libro de Richard Evans surge de un pasaje en el que Joseph Goebbels anota en su diario que Adolf Hitler revisó y suavizó una entrevista concedida a George Ward Price. Goebbels escribió: “Él [Hitler] sigue revisando la entrevista de Ward Price, que ha quedado muy bien. Era algo demasiado efusiva”. Este testimonio, presentado por Evans, constituye la prueba más clara de la connivencia entre el periodista estrella del Daily Mail y el régimen nazi, y plantea una pregunta ineludible sobre los límites éticos del periodismo cuando el poder dicta el relato. En Interviewing Hitler: How George Ward Price Became the World’s Most Famous Journalist (“Entrevistando a Hitler: cómo George Ward Price se convirtió en el periodista más famoso del mundo”), Evans reconstruye la trayectoria de Ward Price, quien durante los años 30 se consolidó como uno de los reporteros más influyentes y polémicos de su época. Apodado por Ernest Hemingway como “el Príncipe Monoculado de la Prensa”, Ward Price se distinguió por su acceso privilegiado a los líderes totalitarios de Europa, en particular a Hitler y a Mussolini. Su carrera, sin embargo, estuvo marcada por una ambición desmedida y una disposición a sacrificar la integridad profesional en aras de la primicia. El libro, publicado por The History Press, detalla cómo Ward Price, nacido en 1886 e hijo de un clérigo, eligió el periodismo como vocación desde su juventud. Un compañero de escuela lo describió como alguien que aspiraba a ser “obispo o parte del staff del Daily Mail”. Optó por lo segundo y, en poco tiempo, se convirtió en el reportero estrella del periódico, acumulando exclusivas y dejando atrás a sus competidores. Su éxito se tradujo en una fortuna considerable: al morir, dejó más de £125.000 en su testamento, en una época en la que el salario medio anual en el Reino Unido rondaba las £1.000. Tras la anexión de Austria, Hitler lo saludó en Linz con una sonrisa y la frase: “Bueno, Ward Price, ¡siempre presente!” (Crédito: AP) El ascenso de Ward Price coincidió con el auge del nazismo. Su relación con Hitler alcanzó tal grado de familiaridad que, tras la anexión de Austria, el propio dictador lo saludó en Linz con una sonrisa y la frase: “Bueno, Ward Price, ¡siempre presente!”. Este acceso sin precedentes le permitió obtener información de primera mano, pero también lo situó en el centro de la controversia. Winston Churchill llegó a recriminarle personalmente: “Veo que has estado otra vez en Alemania, estrechando las manos ensangrentadas de tus amigos nazis”. Ward Price defendió su labor en su autobiografía, Extra-Special Correspondent (1957), donde afirmó que “informaba con precisión sobre las declaraciones de Hitler, dejando que los lectores británicos formaran su propia opinión sobre su valor”. No obstante, para muchos observadores, su papel fue el de “altavoz internacional del Duce y del Führer”. El episodio en Berghof, la residencia alpina de Hitler, resulta especialmente revelador. Seis meses después del Anschluss y tras la misión de paz de Neville Chamberlain en Alemania, Ward Price pasó varios días junto al líder nazi, disfrutando de un acceso exclusivo a sus estados de ánimo, desde la cordialidad hasta la exaltación. Al concluir su estancia, descendió de la montaña con lo que Evans describe como “la mayor noticia del mundo”: la determinación de Hitler de apoderarse de los Sudetes checos y, por extensión, sus planes de expansión territorial. Sin embargo, el artículo publicado en el Daily Mail fue una versión atenuada del original, modificada bajo la supervisión directa de Hitler, según el testimonio de Goebbels. La revelación más contundente del libro de Richard Evans surge de un pasaje en el que Joseph Goebbels anota en su diario que Adolf Hitler revisó y suavizó una entrevista concedida a George Ward Price (Crédito: Interart/Werner Reib Produktion/Kobal/Shutterstock) Evans, a pesar de la gravedad de este hallazgo, apenas lo enfatiza en su análisis. No obstante, el hecho de que Ward Price permitiera a Hitler editar su entrevista representa una transgresión ética de enorme magnitud. Obtener la exclusiva mundial solo fue posible mediante una cesión absoluta de la independencia periodística. La diferencia entre declararse cronista imparcial y consentir que el entrevistado manipule su imagen pública se vuelve abismal cuando el protagonista es Hitler. La obra de Evans no solo revisita la figura de Ward Price, sino que también interpela al periodismo contemporáneo sobre los riesgos de la proximidad al poder y la tentación de sacrificar la verdad por el acceso privilegiado.

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