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  • Lo que no tiene valor no puede medirse

    » Diario Cordoba

    Fecha: 02/08/2025 05:23

    Conmigo ya no tienen nada que hacer. Si eligen ser desagradables o si con ese asco disfrazado de una educación de la que carecen, me aconsejan que me cambie de tienda porque no tienen nada para mí, me doy la vuelta y no vuelvo. Ya estoy curada de sus tonterías, sus morritos en las fotos, su dieta continua (¿de verdad te vas a comer todo eso?) y su memez, pero no sé cómo hubiera reaccionado hace ya muchos años, en la prehistoria, cuando tenía quince años y era una adolescente desgarbada, con gafas enormes y el mismo interés que ahora por seguir las tendencias de moda, o sea, ninguno. Tuve suerte de que estas personas no existieran o de que no tuvieran el altavoz de las redes sociales. Claro que siempre hubo una amiga que no respondía a ese nombre y se permitía opinar sobre todo: tu pelo, el de la otra, tu cuerpo, lo mal que le quedaban los pantalones a la de más allá. Pero se reducía a eso, la maldad gratuita y mediocre de quien no sabe vivir sin juzgar a los demás quizá porque no sabe o no puede o le da miedo juzgarse a sí mismo. Pero ahora son mayoría y acechan en la telaraña inmensa de las redes. A mí ya no me afectan, aunque contemplo con cierta distancia de seguridad sus intentos de crear tendencia o de burlarse de los cuerpos imperfectos. Quiénes son para aconsejar dietas estrictas, ayunos bíblicos, fajas constrictoras, uñas de gel y cejas de diseño imposible. Si hiciéramos caso a todo eso, no tendríamos tiempo de vivir. A lo mejor se trata de eso, de no vivir y de estar siempre perfecta para una representación teatral en la que no tienen cabida ni los feos ni los gordos ni los que tengan un defecto que no pueda operarse. Es la única ventaja de los años, poder reírse de esas ataduras, saber que hay algo más que la pura apariencia. Pero no sé qué pasaría si tuviera quince años y el mundo fuera un lugar hostil de personas sin un gramo de más, sin celulitis, perfectamente maquilladas y embutidas en trajes que cortan la respiración. Y no quiero pensar en las chicas (también los chicos, pero sobre todo las chicas) que se dejan la piel para perder un kilo, que caen en cualquier trastorno alimenticio, que sufren para ser aceptadas, sin saber que su diferencia las hace únicas, raras joyas en un mundo lleno de bisutería barata que solo brilla en internet, la cueva de los ladrones, el retablo de las maravillas, donde nada es lo que parece, porque lo que no tiene valor no puede medirse. *Escritora y profesora

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