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  • El peso: una ficción costosa que limita nuestro potencial

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 02/08/2025 02:50

    Por cada dólar líquido guardado en pesos, hay más de tres dólares, sin contar flujos no declarados (Foto: Bloomberg) En Argentina coexisten dos monedas: el peso y el dólar. Las autoridades insisten en imponer el peso como única moneda de curso legal, como si se tratara de un bastión simbólico de la soberanía nacional. La sociedad, sin embargo, hace años que prefiere ahorrar, pensar, fijar precios, negociar y -quien puede- endeudarse en dólares. Salvo para el pago de impuestos, el peso está prácticamente ausente de las decisiones privadas de relevancia. El último informe de Posición de Inversión Internacional publicado por el Indec ilustra la magnitud de esta paradoja. Al 31 de marzo de 2025, los activos líquidos en dólares del sector privado ascendían a 242.978 millones, considerando tanto billetes bajo el colchón o en cajas de seguridad y depósitos bancarios en el exterior. El último informe de Posición de Inversión Internacional publicado por el Indec ilustra la magnitud de esta paradoja. Al 31 de marzo de 2025, los activos líquidos en dólares del sector privado ascendían a 242.978 millones Si a esto se suma más de USD 30.000 millones depositados en bancos argentinos, el total asciende a USD 272.333 millones. Por otro lado, según el BCRA, la circulación monetaria y todos los depósitos bancarios del sector privado en pesos equivalían, convertidos al tipo de cambio informal, a USD 81.000 millones. Es decir, por el equivalente de cada dólar de liquidez que los argentinos mantienen en pesos -tienen más del triple en dólares- (sin contar los dólares no declarados). La circulación monetaria y todos los depósitos bancarios del sector privado en pesos equivalían -convertidos al tipo de cambio informal- a USD 81.000 millones Esta incongruencia (¿o más bien esquizofrenia?) monetaria condena al país a la inestabilidad y el estancamiento. Una pieza central del andamiaje legal que la sostiene es la Ley Penal Cambiaria, aprobada en 1971 bajo el gobierno de facto de Alejandro Agustín Lanusse. Esta normativa, que debería derogarse con urgencia, criminaliza las operaciones de compra y venta de divisas realizadas fuera del mercado oficial, imponiendo sanciones a quienes intenten dolarizar sus transacciones por fuera del control del Estado. Funciona como una herramienta coercitiva para desalentar el uso del dólar, aun cuando la sociedad ya lo ha adoptado espontáneamente como reserva de valor, unidad de cuenta y medio de pago. El Estado obliga al uso de una moneda rechazada, y sanciona la confianza depositada en la divisa extranjera, profundizando el absurdo monetario argentino. Quienes más se han beneficiados de esta incongruencia monetaria son los especuladores y falsos financistas, que, con o sin información privilegiada, se dedican a arbitrar el balance del BCRA y la liquidez de incautos y “encepados”. Quienes más se han beneficiados de la incongruencia monetaria son los especuladores y falsos financistas Uno de los argumentos típicos en contra de la dolarización es que el Estado perdería el ingreso por señoreaje. Pero en una economía donde la dolarización de facto es tan alta este argumento pierde relevancia. Incluso con supuestos conservadores, los costos de transacción que impone la bimonetariedad superan largamente los ingresos potenciales por señoreaje resultan ampliamente superados por los costos de mantener dos monedas en convivencia forzada. A esto se añaden los gastos generados por los reiterados esfuerzos del Banco Central para sostener el peso mediante cepos, alteraciones de tasas y manipulación del tipo de cambio. Lejos de lograr estabilidad, estas intervenciones dispararon el déficit cuasifiscal, que terminó financiándose con mayor inflación y devaluación. Así se destruyó el crédito privado y se agravó la crisis. Lejos de lograr estabilidad, las intervenciones del BCRA en su historia dispararon el déficit cuasifiscal, que terminó financiándose con mayor inflación y devaluación. Así se destruyó el crédito privado y se agravó la crisis (Foto: Reuters) Mientras la preferencia por el dólar subsista, sostener el peso artificialmente exige que el Estado acuda a divisas que no posee, recurriendo al endeudamiento externo o a la apropiación de recursos privados. Ni siquiera los controles de capitales logran frenar la pérdida, porque finalmente los dólares terminan yéndose del sistema. Entre diciembre de 2010 y diciembre de 2023, los activos externos netos del BCRA cayeron en más de USD 50.000 millones, debilitando aún más el peso. La experiencia entre mediados de 2018 y mediados de 2019 demostró que, bajo un régimen de flotación con libre movilidad de capitales y con cierta disciplina fiscal, los intentos del BCRA de sostener artificialmente la paridad del peso terminaron financiando fuga de capitales. Entre diciembre de 2010 y diciembre de 2023, los activos externos netos del BCRA cayeron en más de USD 50.000 millones, debilitando aún más el peso Y si en cambio -como ocurrió entre 2020 y 2023- se aplican estrictos controles y se sobrevalua el peso en un contexto de indisciplina fiscal, además de una tasa de inflación más alta, se agrava la escasez de divisas, se profundizan los desequilibrios de la cuenta corriente, se desalienta al sector exportador y se incentiva la corrupción. A la luz de esta evidencia, resulta claro que el intento de sostener artificialmente el valor del peso no solo fracasó, sino que nos costó carísimo lo cual agravó el desequilibrio fiscal. Este problema es estructural y tiene una causa profunda: la falta de credibilidad. Y esta falta de credibilidad está asociada al riesgo argentino, que no es más ni menos que el riesgo de que tarde o temprano llegue a la Casa Rosada otro gobierno dispendioso que financie su estrafalario exceso de gasto emitiendo pesos. La falta de credibilidad está asociada al riesgo argentino, que no es más ni menos que el riesgo de que tarde o temprano llegue a la Casa Rosada otro gobierno dispendioso que financie su estrafalario exceso de gasto emitiendo pesos (Foto: Reuters) Todo esto refuerza una conclusión importante: dados estos antecedentes de inestabilidad y la desconfianza casi congénita -y justificada- de los argentinos respecto al peso, los costos de mantener una “soberanía monetaria” ficticia superan con creces sus beneficios tangibles. En política económica, la flexibilidad con inconsistencia temporal crónica no es creíble y nunca lleva a buenos resultados. Los beneficiarios de nuestra incongruencia monetaria han popularizado el mito de que una dolarización oficial es inviable porque requiere dólares que el Estado no tiene y, por lo tanto, que su implementación provocaría una devastadora corrida de depósitos. La realidad demuestra lo contrario. En política económica, la flexibilidad con inconsistencia temporal crónica no es creíble y nunca lleva a buenos resultados Ecuador adoptó el dólar como su moneda cuando estaba en cesación de pagos, con déficit fiscal y reservas netas negativas en el banco central. La dolarización ha sido la reforma institucional más duradera de la historia ecuatoriana, ha durado más que cualquiera de las constituciones aprobadas desde 1830. Más importante aún: ha eliminado la inflación de la vida de los ecuatorianos. Hoy a pesar de que su PBI es menos del 20% del de la Argentina, su sistema financiero tiene dimensiones parecidas al nuestro. El Banco Central de Ecuador (BCE) estima que circulan USD 20.000 millones en billetes de dólar y que los depósitos bancarios totales ascienden a USD 73.000 millones (en la Argentina los depósitos en pesos tanto del sector público como el privado suman USD 97.000 millones). La masa de liquidez en dólares se sostiene en Ecuador, sin cepo y sin corridas de depósitos, sobre reservas internacionales brutas de USD 8.300 millones en el BCE y encajes por USD 6.500 millones (Foto: Reuters) Esta masa de liquidez en dólares se sostiene, sin cepo y sin corridas de depósitos, sobre reservas internacionales brutas de USD 8.300 millones en el BCE y encajes por USD 6.500 millones -La diferencia tampoco se explica por el nivel de reservas o deuda externa. La relación de reservas brutas a PBI en Ecuador es 6,9% vs. 6% en la Argentina, mientras que la de deuda pública externa a PBI es de 38%, mientras que en Argentina no excede 25% (incluyendo al swap con China)-. Pero no hace falta irse a Ecuador para refutar el mito de que la dolarización es inviable. En Argentina, los depósitos en dólares ascienden hoy a más de USD 30.000 millones que, dado que las reservas netas del BCRA son negativas, en caso de una corrida estarían respaldados únicamente por los dólares físicos que los bancos mantienen en sus bóvedas (unos USD 6.159 millones a fines de mayo, según el propio BCRA). Es decir, solo uno de cada cinco dólares tiene respaldo líquido inmediato. Aun así, la corrida de depósitos, el “cuco” preferido de los antidolarizadores, no aparece. La falacia de que la dolarización es inviable porque requiere una masa de dólares inasequible también presupone un escenario poco realista de liquidación inmediata de todos los pasivos de la economía La falacia de que la dolarización es inviable porque requiere una masa de dólares inasequible también presupone un escenario poco realista de liquidación inmediata de todos los pasivos de la economía. La economía es un flujo circular y la mayor parte de los depósitos en pesos constituye dinero transaccional. Si salieran dólares del sistema bancario necesariamente debería volver para pagar sueldos, proveedores, impuestos, etc. Dolarizar no solo es viable, sino que tiene más sentido que seguir sosteniendo la ficción del peso como símbolo de la soberanía nacional. Otorgarle curso legal al dólar y permitir libre circulación de cualquier moneda convertible, incluyendo a las criptomonedas, implicaría el reconocimiento de una realidad dolorosa pero ineludible: a lo largo de 80 años nuestro sistema político ha demostrado su incapacidad de dotar a la economía del ingrediente fundamental para que crezca: una moneda estable. No hay impedimentos legales o constitucionales parahacerlo. Una dolarización oficial o de jure acompañada de una profunda reforma bancaria no sólo eliminaría la incertidumbre y los costos de transacción que genera nuestra incongruencia monetaria, sino que también permitiría recuperar el crédito a largo plazo y repatriar parte de los dólares que hoy están fuera del sistema financiero. La dolarización oficial, primer paso hacia la plena libertad monetaria, no resolverá todos los problemas de la Argentina. Pero resolverá uno muy importante: la inflación. Con estabilidad monetaria el país tiene un potencial ilimitado. Es hora de terminar con la ficción del peso y abrir la puerta a la posibilidad concreta de un país mejor para las próximas generaciones. El autor es Economista e historiador. Esta columna fue publicada en el Blog del Libro Dolarización: Una solución para la Argentina

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