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» Diario Cordoba
Fecha: 01/08/2025 16:09
Medio año después de que Donald Trump anunciara al mundo que iba a lanzar una guerra comercial (con otras palabras), todo parece indicar que estamos ante los compases finales, al menos de la primera gran batalla. Estados Unidos ha cerrado acuerdos arancelarios con medio mundo: la Unión Europea (con tarifas del 15%), Japón (15%), Reino Unido (10%)... A los países que se resisten a negociar les ha impuesto directamente la tasa, como a Brasil (50%) o la India (25%). Y con el gigante de China encadena una prórroga negociadora tras otra sin que hayan llegado a romperse los puentes, al menos por ahora. ¿Ha llegado, pues, la paz comercial? “Trump es imprevisible. Puede que acabe esta fase de la batalla comercial pero que más adelante lance otra”, opina para este diario el analista económico Fernando Urbaneja. “También puede de pronto despedir a Peter Navarro [su principal asesor en materia comercial e ideólogo de la guerra arancelaria] porque no consiga la recaudación a la que aspira, y lo sustituya por gente de confianza que defienda el libre mercado”. Fotografía de archivo fechada el 2 de abril de 2025 del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mostrando una tabla con aranceles aplicables a socios comerciales de Estados Unidos, durante una rueda de prensa en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca en Washington (Estados Unidos). Una corte federal estadounidenses bloqueó este miércoles buena parte de la política arancelaria del presidente Donald Trump sobre las importaciones de numerosos países al considerar que este se está excediendo en sus poderes. EFE/ Kent Nishimura / POOL. ARCHIVO / KENT NISHIMURA / POOL / EFE Si algo ha demostrado el presidente estadounidense en estos seis meses de zozobra global es que es capaz de dar volantazos sin despeinarse. El 2 de abril, celebró una pomposa ceremonia en la rosaleda de la Casa Blanca que llamó “Día de la Liberación”. Exhibió una tabla con los nuevos porcentajes arancelarios que iba a imponer a cada país, los mal llamados “aranceles recíprocos”, calculados basándose en el déficit comercial de EEUU con cada uno de los demás. Le duró poco la fiesta. Una semana después, la economía se precipitaba hacia el abismo. Las bolsas se desplomaron y, sobre todo, hubo una espantada de los inversores de los bonos del Tesoro. La deuda pública de la primera potencia ya no era un valor seguro, y tenía que ofrecer altas rentabilidades para que el mercado la comprara. El capital huía del santuario del capitalismo. Trump se achantó, rectificó y pospuso los aranceles. Se negociarían país por país para conseguir buenos acuerdos. “Me están besando el culo”, dijo el republicano, sobre las llamadas de líderes mundiales instándole a dialogar. Pero el daño a la credibilidad del país ya estaba hecho. El dólar, malherido El efecto más llamativo es el del colapso del dólar. El “índice dólar”, que mide esta divisa frente a una cesta de las principales monedas del mundo, ha sufrido en los primeros seis meses del año su peor caída desde 1973: un desplome de más del 10%. Cuando el magnate llegó a la Casa Blanca, el 20 de enero, había casi paridad en el cambio euro-dólar. Ahora, con un billete verde solo se pueden comprar 0,85 euros. Hay quienes dicen que es parte de una jugada magistral para debilitar la moneda artificialmente y que sea más barato comprar productos estadounidenses. Pero el desplome parece más bien una reacción de falta de confianza del mercado, especialmente tras la presentación de la llamada “Gran Bella Ley” fiscal, que va a aumentar drásticamente el déficit y el endeudamiento del país. Una deuda que hay que pagar, precisamente, en un dólar cada vez más débil. “Trump ha testado los límites de la hegemonía del dólar, eso ya es brutal. No hay forma de que le salga bien, no hay precedente histórico, siempre ha sido un fracaso. Si debilitas una moneda, incentivas las exportaciones para arreglar el saldo comercial, pero el coste financiero se te dispara”, valora Javier Santacruz, economista y analista financiero. A China le ha funcionado bien porque ejerce la llamada “represión financiera” sobre su capital. Se impide la salida arbitraria del dinero del país. Así que la devaluación artificial del yuan abarata sus exportaciones, pero el capital no huye. De Estados Unidos, sí. “La desconfianza respecto a Estados Unidos pone punto final al mundo unipolar y la hegemonía del dólar. Hace unos años, eran más del 70% de las transacciones las que se hacían en dólares. Ahora han bajado a algo más de la mitad y seguirán bajando en favor del euro y del yuan”, valora Fernando Urbaneja. El dólar cae frente al euro no porque los fundamentales de la economía europea sean radicalmente mejores, sino porque la credibilidad estadounidense está en entredicho. "Quizá termine esta etapa de la guerra comercial con la UE. Pero Trump es imprevisible y puede lanzar otra nueva" Fernando Urbaneja — Analista económico Problemas para Europa “Trump ha creado problemas: uno intangible, que es el enorme deterioro de la confianza entre los dos bloques económicos y la falta de alternativas reales a las relaciones comerciales y de servicios trasatlánticos”, dice Santarcuz. “El segundo, que se puede medir, es la pérdida de crecimiento potencial tanto en Estados Unidos como en Europa, como ya están mostrando las primeras estimaciones”. Porque los problemas para Estados Unidos son problemas para Europa. Europa tiene un mercado interno fuerte, pero lo que explicaba hasta ahora el crecimiento europeo sostenido a lo largo de los últimos años era el sector exterior. Se producía, quizá no más barato, pero sí mejor y con mercados “cautivos”, por ejemplo en el sector químico y farmacéutico, en los que Europa sigue siendo una gran potencia, o en el automóvil, especialmente en componentes. La otra gran perturbación trumpiana del tejido económico global está en el sector servicios. El nacionalismo económico se contagia, y China o Europa prefieren ahora contratar a sus empresas en lugar de a las de Estados Unidos, ya sea para servicios financieros, turísticos, licitaciones públicas de ingeniería o de consultoría. Y eso es un problema hacia el futuro. En Europa, el sector exterior es, grosso modo, un 75% productos y el resto son servicios, pero esa relación debería equilibrarse, porque el mundo se dirige hacia una economía de servicios. "No hay forma de que le salga bien, nunca ha ocurrido en la historia" Javier Santacruz — Economista y analista financiero Recuperar lo perdido En los próximos días, previsiblemente habrá más acuerdos comerciales. En ellos, Trump exhibirá que ha arrancado a los países magníficas concesiones. Ya lo hizo esta semana con Japón. El país nipón se habría comprometido a invertir medio billón de euros en Estados Unidos. China, a vender tierras raras a buen precio a Washington. “El papel lo aguanta todo, es el material más resistente, pero está por ver que se cumplan esos compromisos, un poco como el 5% del PIB en gasto en defensa y seguridad comprometido con la OTAN”, opina Fernando Urbaneja. “Lo cierto es que Estados Unidos se puede cerrar en sí mismo, porque el 70% de su economía es consumo interno. La cuestión es cuál será el impacto en el resto del mundo. Puede que el futuro sea de áreas económicas eficientes pero no globales, sino regionales”. Por eso, los líderes europeos han hecho las maletas esta semana y se han ido al lejano oriente. Han celebrado sendas cumbres con Japón y China, las dos potencias regionales. Con el primer país han firmado acuerdos de cooperación y mejora de la competitividad. Con el segundo, ha habido más bien reproches. El gran socio americano no es fácilmente sustituible. Suscríbete para seguir leyendo
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