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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/08/2025 02:39
George Harrison tuvo que convencer a Bob Dylan, que a último momento casi se baja del sho en el Madison Square Garden “Mi amigo vino a verme con tristeza en sus ojos. Me dijo que precisaba ayuda antes de que su país muriera”. Algunas canciones no necesitan de ninguna metáfora para conmover. Se apegan a los hechos reales, se los cuentan al mundo, los vuelven un drama o una alegría para miles de personas al mismo tiempo. El músico indio Ravi Shankar le contó a su amigo George Harrison, por entonces el ex Beatle más exitoso, la tragedia humanitaria que atravesaba a su pueblo. Harrison lo escuchó, escribió una canción que va al hueso y se llama “Bangla Desh”, y tuvo una idea que nunca nadie había ejecutado: se le ocurrió que el rock se volviera un vehículo solidario para defender una causa. Fue en 1971. Los Beatles se habían separado oficialmente el año anterior, aunque la crisis terminal había empezado incluso antes. Harrison ya había editado All things must pass, el disco triple que, además de ser una obra maestra, lo hizo convertirse en ese momento en el más exitoso de los cuatro a la hora de encarar el camino solista. Shankar, un prodigio a la hora de tocar el sitar y una influencia central para Harrison por sus conocimientos de música y religión de la India, acudió a su amigo en busca de ayuda. Es que en marzo de ese año, Pakistán Oriental declaró su independencia respecto de Pakistán Occidental y otorgó un nuevo nombre a ese territorio que proclamaba independiente: Bangladesh. Los cambios geopolíticos en esa zona habían empezado décadas antes. En 1947, el territorio que había sido la India Británica se declaró independiente. En ese momento, todo ese espacio se dividió entre India y Pakistán, que a la vez se escindió entre su región Occidental y Oriental. Ravi Shankar, un amigo y una guía musical y espiritual para Harrison, acudió a él para pedirle ayuda ante la tragedia del pueblo bengalí Cuando en 1971 la región Oriental reclamó su autonomía, la reacción Occidental desplegó una brutal represión a través de las fuerzas armadas. El Ejército avanzó sobre la población civil, apresó a manifestantes y líderes políticos, e incluso ejecutó a quienes encabezaban el movimiento independentista bengalí. En medio de esa conmoción, miles de pakistaníes de la región Oriental se desplazaron a la India en condiciones de necesidad extrema. Sufrían desnutrición, cólera y otras enfermedades graves. Y a ese escenario se le sumó una catástrofe natural que terminó por condenar la suerte de miles de exiliados: un ciclón provocó lluvias torrenciales y agravó el desastre. Todo eso le contó Ravi Shankar sobre su pueblo a su amigo George Harrison en un estudio de grabación de Los Ángeles al que fue a verlo de urgencia para ver cómo podía ayudarlo. “Inmediatamente llamó a sus amigos”, contó Shankar, cuya familia era de origen bengalí, al recordar la reacción del ex Beatle en ese momento. Harrison no tenía dudas: algunos de sus amigos (músicos) más cercanos podían subirse en un mismo show al escenario. Esa convocatoria sería especialmente masiva, atractiva y un vehículo no sólo para recaudar dinero para ayudar a quienes estaban en medio de una catástrofe humanitaria, sino también para dar a conocer al mundo occidental una realidad desconocida por la mayoría. Allen Klein, el manager de Harrison, se puso inmediatamente al frente de las negociaciones para organizar el espectáculo. El propio compositor de “Here comes the sun” insistió para que el Madison Square Garden, uno de los escenarios más emblemáticos del mundo, le habilitara lo más rápido posible alguna fecha para montar el festival. El nombre de la convocatoria se confirmó enseguida: “The Concert for Bangladesh”. El espectáculo se confirmó para el 1º de agosto de 1971 en el corazón de Manhattan. No había más fechas disponibles, así que para maximizar la convocatoria, se decidió que se harían dos presentaciones ese mismo día. Las negociaciones fueron a contrarreloj. Klein se ocupaba de las discográficas y Harrison convocaba a algunos de los músicos más importantes del mundo para que se sumaran a la causa. Ringo Starr y Harrison en su época Beatle: fueron los únicos dos integrantes de la banda que participaron del concierto solidario (Photo by C.PRESS / AFP) Empezó por los tres hombres con los que había construido la banda más importante de la historia de la música popular. John Lennon le dijo primero que sí, que estaría en el show. Pero se bajó apenas unos días antes. Según trascendió en ese momento, a Lennon no le gustó que Yoko Ono no fuera oficialmente invitada. Paul McCartney dijo que no desde el principio y frustró cualquier ilusión de reunión Beatle. Le dijo a George que era demasiado rápido para estar los cuatro juntos de nuevo después de un final tan conflictivo y en medio de las disputas legales de ese divorcio multimillonario. Ringo Starr, en cambio, dijo que sí y cumplió. Suspendió la grabación cinematográfica que encabezaba en España, se ocupó de la batería del show y cantó uno de sus hits, “It don’t come easy”. No estuvieron Los Beatles sobre el escenario, pero sí estuvieron Bob Dylan y Eric Clapton, dos estrellas globales y, a la vez, difíciles de convencer para subir a un escenario. Dylan, conmovido por la causa, dijo que sí enseguida. Llevaba varios años sin presentarse en Estados Unidos y dos sin hacer un show en vivo en ningún lado. Un día antes de ese 1º de agosto de hace exactamente 54 años, el autor de “Blowin’ in the wind” le dio trabajo de Harrison. Vio todas las cámaras que registrarían el show y le dijo al ex Beatle: “Esto no es lo mío, no puedo hacerlo”. Harrison le retrucó: “Tampoco es lo mío, yo no hago esto todos los días, de hecho es la primera vez que hago algo solo. Vos al menos sos solista desde hace años”. Logró convencerlo y, al otro día, Dylan dio un espectáculo inolvidable. A Clapton costó convencerlo desde el primer momento. Estaba completamente recluido en su mansión de Hurtwood, en Inglaterra. Consumía alcohol y heroína de forma cada vez más dependiente y llevaba dos años sin salir de su casa. Harrison viajó personalmente a intentar convencer a su amigo y le hizo una promesa: que estaban garantizadas las sustancias que requiriera del otro lado del Atlántico. Harrison y Clapton compartieron el escenario, aunque la performance del artista invitado fue errática esa noche Clapton, después de algunas vueltas, se subió a un avión rumbo a Nueva York. Cambió la reclusión en Hurtwood por su habitación de hotel en Manhattan. Sobre el escenario del Madison Square Garden estuvo entre errático y ausente, se equivocó, fue un fantasma de lo que era: uno de los mejores guitarristas del planeta. “Estaba en otra parte y me sentía muy avergonzado. Esa noche decepcioné a mucha gente, sobre todo a mí mismo”, diría Clapton varios años después sobre aquella noche de la que había participado para honrar su amistad con Harrison. También le dijeron que sí a George artistas como Billy Preston, el pianista que había participado de la grabación de Let it be y del Concierto en la Terraza de Apple, y también artistas como Klaus Voormann, Leon Russell, Jim Keltner y Badfinger, entre otros. Phil Spector fue el productor musical del show que por primera vez pondría al rock al servicio de una causa solidaria. Harrison sería el líder de esa presentación: su autor intelectual y su frontman. Las entradas para entrar al Madison Square Garden se vendían a entre 4,50 y 10 dólares, pero se agotaron rapidísimo y la reventa alcanzó los 600 dólares. El concierto, en cada una de sus dos presentaciones, se dividió en dos partes. Ravi Shankar junto a otros tres músicos que viajaron a Nueva York con él interpretaron ritmos folklóricos hindúes. El desconocimiento del público respecto de esos sonidos era tal que aplaudieron después de que los músicos afinaran sus instrumentos creyendo que acababan de escuchar una canción. Harrison aprovechó la confusión para tomarse unos minutos y explicar algunas nociones básicas sobre la cultura india que tanto lo atraía, en términos musicales y espirituales, y que lo acompañaba cada vez más desde los últimos años de Los Beatles. En un intervalo entre las dos partes del show, se proyectó un documental para explicarle a la audiencia las condiciones que padecían los habitantes de Bangladesh. Esos a los que iban a ayudar por estar ahí. Harrison y Shankar, juntos por una causa solidaria La segunda parte del show puso sobre el escenario a la “súper banda” encabezada por George y engalanada por Dylan, Clapton y Ringo, entre otros enormes músicos. Sobre el escenario sonaron clásicos de Los Beatles como “Here comes the sun”, “Something” y “While my guitar gently weeps”, todas compuestas por Harrison, que también interpretó “My sweet lord”, uno de sus himnos solistas. Dylan cantó “Blowin’ in the wind”, “A hard rain’s a-gonna fall” y “Just like a woman”, y la crítica, que por esos años lo trataba duramente, se arrodilló ante su actuación. Por el escenario incluso desfiló algún cover de los Rolling Stones como “Jumpin’ Jack Flash”, y para cerrar el show, todos cantaron juntos “Bangla Desh”, la canción que Harrison compuso apenas Ravi Shankar le contó lo que pasaba en la tierra de sus ancestros. Esa que dice lo de “mi amigo vino a verme con tristeza en sus ojos…”. Las dos funciones de The Concert for Bangladesh recaudaron casi 250.000 dólares por la venta de entradas. Todo eso fue donado a Unicef. El desafío siguiente era aprovechar esa súper reunión de artistas para maximizar las ganancias, por eso se pensó en editar un álbum y una película. Las discográficas que tenían contratados a los artistas no se conmovieron especialmente por la causa humanitaria que impulsaba Harrison, y exigieron grandes sumas de dinero para que las voces de esas estrellas fueran parte del proyecto. Columbia, el sello que editaba la obra de Dylan, quería ser parte del negocio. Además, mezclar el disco fue también complicado porque se habían sumado “demasiados instrumentos no convencionales para el sonido del rock”. El resultado de todo eso fue que se demorara el lanzamiento del disco y que se vendiera a un precio más caro del que se había proyectado para poder cubrir los costos que se habían elevado en las negociaciones. “The Concert for Bangladesh” fue, entre otras cosas, el primer registro oficial en vivo de la carrera de Dylan. La película llegó unos meses después que el disco, y en una versión de 2005 incluyó entrevistas a los participantes y la narración de Harrison sobre cómo se había gestado el show solidario. El concierto ideado por Harrison dio lugar a muchos otros festivales musicales solidarios. La presentación de Queen en el Live Aid de 1985 es una de las más emblemáticas (Photo by Phil Dent/Redferns) A lo largo de los años, se rumoreó que una parte de los fondos recaudados habían sido desviados y no se habían destinado a los refugiados de Bangladesh, algo que Harrison desmintió firmemente y sin ocultar su enojo. En 1973, el disco que registró el concierto ganó un Grammy. Ese mismo año, la revista Rolling Stone lo eligió como el mejor álbum en vivo jamás grabado. Más allá de la recaudación inicial, los años construyeron una enorme ganancia a través de regalías, que siempre se destinaron al pueblo bengalí y que hasta 2005 habían alcanzado los 12 millones de dólares. Pero el legado más importante de aquella noche, errática para Eric Clapton y brillante para Bob Dylan, fue eso que Harrison inventó cuando vio a su amigo desesperado: un puente entre la música y los que necesitan ayuda. Ese invento sigue vigente y ha dado lugar a presentaciones históricas, como el Live Aid, que en 1985 reunió a enormes artistas en Londres y en Nueva York para combatir el hambre en Etiopía; el Live 8, que en 2005 se propuso combatir la pobreza extrema en los países más pobres; o la presentación en marzo de este año de Ciro y Los Persas a beneficio de los inundados de Bahía Blanca. Sobran los ejemplos, pero tal vez nada de eso hubiera existido si Harrison no se conmovía lo suficiente en ese estudio de Los Ángeles en el que se propuso lo que parecía imposible.
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