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  • Gastar palabras o construir puentes

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 31/07/2025 17:24

    Por María Cristina Di Pietro (*) Las palabras que ya no bastan. Hemos gastado el significado de algunas que diseñaron un sistema de acercamiento humano. Las banalizamos abusando de su contenido y aun así no encontramos otras que logren re-enmarcar y transmitir cómo evitar que los problemas escalen en conflictos, y que los conflictos devengan diferendos jurídico-sociales. Quizá no supimos comunicar la trascendencia de su alcance. Tal vez quedamos atrapados en una confusa difusión sobre qué hacemos -o qué nos permiten hacer- como partícipes de la que hoy denominamos justicia de autocomposición. Así, en gran parte de los casos, nos hemos vuelto un mero trámite, desacreditado en mayor porcentaje, pese al esfuerzo del tercero componedor y a la esperanza inconfesa de quienes asisten a la mediación. Porque existe en el fondo la espera de un final a corto plazo con clientes satisfechos –no felices–. Pero también existen profundos estereotipos acerca que la única justicia es la ‘eficiente’ heterocomposición: ganar luchando es justicia. De centros de resolución a juzgados encubiertos. En algunas localidades de nuestro país, los centros judiciales de solución consensuada de conflictos han desdibujado su función original. En apariencia, siguen siendo instancias de composición previa o intralitigio; en la práctica, funcionan como juzgados anticipados donde la forma se impone sobre el fondo –a la manera que M. Foucault observó en La verdad y las formas jurídicas. Lo que el juez revisará luego –el cumplimiento del procedimiento, la formalidad del acta– termina pesando más que lo que sucedió en la mesa donde se derramaron problemas de vida. El sistema de contención que se pretendió y aún se pregona, se desvió. Se saturaron los registros; se sortea el destino jurídico de las partes, y el contenido sustantivo de nuestra función quedó a merced del azar, del formato y aceptación judicial posterior. Entre fondo y forma: aguas que no se encuentran. Difícil es coadyuvar forma y fondo cuando hablamos de instancias previas. La autocomposición vive en aguas surgentes, donde las formas se moldean según cuán profundo se atrevan a entrar confidencialmente sus actores. En el escenario de la justicia de consenso, presidida por el mapeo de situación, los abogados, jueces, funcionarios, son también actores. Aquí no se miden verdades: se navegan dimensiones –jurídicas, sociales, éticas, culturales– que no se explican desde una única fórmula. Lo dijo Fernando Martínez Paz. Querer objetivar estos espacios es forzarlos a una dimensión que les es ajena: la de la sentencia. En cambio, se espera sí, compromiso en base a parámetros objetivos; no cierre de etapa. Y cuando ese cierre –formal, rápido, enojoso y frustrante– tiene respaldo normativo, la expectativa se diluye. No hay conflicto resuelto, sólo trámite cumplido. ¿Estadísticas? ¿Para qué? Ya no se habla de relevar resultados, confrontarlos ni de interpretarlos. Parece haberse aceptado con resignación, comentarios de pasillo como de público y notorio; una realidad que se mide sola. El “cara a cara” del nuevo sistema normativo en Córdoba (leyes 8858, 10543, 10555, 10855, CPCC) ya no deja espacio para romanticismos. El derecho informado deja de ser inaccesible, distante del ciudadano; se volvió participativo y estratégico: Confidencialidad o publicidad. Neutral que acompaña o imparcial que decide. Resultado multielegido vs sentencia favorable para uno solo. Puro costo-beneficio. No es drama. Es decisión informada. Revisar el sistema exige mirar desde la neurociencia jurídica: más mentalidades que cerebros. No se trata sólo de ajustar la normativa, sino de observar el ejercicio del profesional de derecho, cada vez más tensionado entre permanencia y obsolescencia. Mientras tanto, la inteligencia artificial avanza –en silencio, con eficacia– y nos ofrece contención mientras entrena para competir. IA, autocomposición y sesgos humanos. Algunos ven a la IA como herramienta. Otros como amenaza. En cualquier caso, ella no puede componer aún situaciones complejas, sólo puede narrarlas. Mientras que los profesionales de la autocomposición –incluidos abogados negociadores– escuchamos desde dimensiones que exceden a la jurídica: historias entre humanos que revelan anclajes, sesgos, expectativas. Sabemos observarlos, descubrirlos, desarmarlos. Transformando pretensiones sesgadas o construidas desde atajos en oportunidades de solución. Aunque, si el rol del abogado es proteger derechos, ¿puede o debe desanclar a los otros actores de sus posturas mientras negocia o participa en procesos exógenos –con presencia de terceros neutrales–? Pregúntele a la IA sobre el rol y la responsabilidad del abogado en procesos de autocomposición. Eso sí: aprenda a preguntarle. Aprenda a “prontear”. Así le enseña. De paso, la entrena. Porque ella, sí, puede competir con usted. Pero el autocomponedor… nunca lo hará. (*) Mediadora, doctora en Derecho.

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