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» Diario Cordoba
Fecha: 31/07/2025 16:06
Es mucho pedir, seguramente, que el PP cambie su manera de hacer oposición, abandone el ataque permanente, repleto de calificaciones insultantes al Gobierno, cuando su estrategia política parece limitarse al acoso y derribo de Pedro Sánchez. Tiene prisa el líder popular, Alberto Núñez Feijóo, por llegar a la Moncloa, después de haberse quedado con la miel en los labios en julio de 2023, y se muestra convencido de que el hostigamiento sin respiro acabará con el líder socialista. No parece que sea así por el momento, por más que el caso Cerdán/Ábalos/Koldo haya provocado en el presidente un shock del que le cuesta recuperarse. Pero ha sido la corrupción propia más que el asedio ajeno lo que le ha puesto contra las cuerdas. El PP no tiene visos de corregir su actuación, porque piensa que la (¿aparente?) debilidad actual de Sánchez le ayudará a tumbarlo. Por ello, a quien sí se le puede pedir que intente calmar el clima político es precisamente al presidente y a su Gobierno. Escribía recientemente en ‘El País’ el profesor Ignacio Sánchez Cuenca sobre el efecto corrosivo que la estrategia del ¡y tú más! está teniendo en la confianza institucional y en la degradación de la vida política. Y es así. Es difícil que la ciudadanía no albergue sentimientos de rechazo, incluso de asco, cuando el debate político se transforma en una competición sobre qué partido acumula más casos de corrupción y más graves. Ahí es precisamente donde encuentra su caldo de cultivo la antipolítica, el vertedero en el que prende la ultraderecha, que hace tiempo que dejó de representar un peligro menor con el que jugar políticamente. Occidente entero está viendo como las opciones de extrema derecha se expanden, alcanzando incluso los gobiernos. En Europa hay algunos peligrosos ejemplos de involución democrática, pero el caso más paradigmático, por su poder omnímodo, es, en este momento, el de Estados Unidos. Se precisa, por tanto, de una reflexión urgente sobre la necesidad de parar ya el ventilador que unos y otros han puesto en el cubo de la basura e intentar templar el debate. De no hacerlo, las consecuencias perjudicarán a todos, a los que lo protagonizan y al sistema democrático, porque unos y otro quedarán en entredicho. No va a ser fácil, pero el Gobierno debería planteárselo por responsabilidad e incluso por supervivencia. No es un ejercicio, este de la calma, de sencilla aplicación, cuando cada hora del día algún dirigente del PP adorna al presidente y a su familia con adjetivos abyectos y cuando, de repente, el destino le ha hecho a Sánchez el regalo del caso Montoro, con el que responder con ese infame y tú más. Pero es una cuestión de salud democrática. Frenar la desafección y la involución exigen inteligencia y responsabilidad a los gobernantes. No se trata de poner la otra mejilla, sino de responder al ataque con calma, admitiendo errores y, si quieren, alardeando de algunos buenos resultados de gestión, que los hay, en economía y empleo, sin ir más lejos. Planteando también nuevos proyectos para el bienestar social. La salud democrática lo requiere. *Periodista
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