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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/07/2025 08:43
Foto del 28 de junio del 2015 que muestra a Shi Yongxin, tercero de la derecha en bata amarilla y roja, abad del Templo Shaolin, en la inauguración de un centro en Xi'an en la provincia de Shaanxi en China. (Chinatopix via AP) El templo Shaolin, ícono global del budismo zen y cuna del kungfú chino, atraviesa uno de los escándalos más graves de su historia. Su abad, Shi Yongxin —conocido popularmente como el “monje CEO” por su perfil empresarial— será destituido tras una investigación por desvío de fondos y conducta inapropiada, según confirmó la Asociación Budista de China, citada por la agencia AFP. “Las acciones de Shi Yongxin son de una naturaleza extremadamente perjudicial y dañan gravemente la reputación de la comunidad budista y la imagen de los monjes”, indicó la institución en un duro comunicado, en el que también anunció la cancelación de su certificado de ordenación. La noticia fue adelantada por el propio templo este domingo, cuando publicó que existían sospechas fundadas sobre el desvío de dinero destinado a proyectos y bienes del monasterio. Pero los hechos van más allá del plano económico. Según el mismo comunicado, el abad habría violado gravemente los preceptos del budismo y mantenido relaciones con varias mujeres, con quienes incluso habría tenido hijos ilegítimos. El caso explotó en las redes sociales chinas. En Weibo, una palabra clave vinculada al escándalo superaba los 560 millones de visualizaciones en menos de 48 horas. La indignación no solo responde a la gravedad de las acusaciones, sino también a la figura de Yongxin, un personaje mediático que durante años encarnó una versión moderna, y para muchos cuestionable, del liderazgo espiritual. El abad budista Shi Yongxin, delegado del Congreso Nacional del Pueblo (APN), camina hacia el Gran Salón del Pueblo para una reunión plenaria del APN, el parlamento de China, en Beijing, China, el 4 de marzo de 2016. REUTERS/Jason Lee/Foto de archivo Shi Yongxin asumió como abad del templo en 1999 y desde entonces lideró una expansión sin precedentes del “modelo Shaolin”. Exportó sus enseñanzas a todo el mundo, fundó empresas en el extranjero, y ocupó cargos políticos como miembro de la Asamblea Nacional Popular. En 2002, incluso fue nombrado vicepresidente de la Asociación Budista del país. Pero esa imagen de monje globalizado ya venía resquebrajándose. Exdiscípulos lo habían acusado públicamente de llevar una vida de lujos, con autos de alta gama y viajes costosos, lejos del ascetismo que predica el budismo. En 2015, el templo salió a desmentir acusaciones similares, hablando de “calumnias maliciosas” en medios estatales. Hoy, sin embargo, las autoridades religiosas y políticas parecen alineadas en su decisión de sancionar. “La mente pura encuentra la Tierra Pura en el momento presente”, escribió el abad la semana pasada en una publicación en Weibo. Ahora, su futuro parece alejarse por completo del templo fundado en el año 495, enclavado en las montañas de Henan, y que durante siglos representó una fusión sagrada entre espiritualidad y artes marciales. Las autoridades chinas, que controlan estrictamente el nombramiento de líderes religiosos, no han anunciado aún quién reemplazará a Yongxin. Lo que está claro es que el budismo oficial busca dar un mensaje contundente: ni los votos monásticos ni el poder político blindan contra el escrutinio y las consecuencias.
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