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  • La psicóloga Sofía Bonazzola habló sobre la pausa o tomarse diez minutos para no hacer nada

    Parana » Uno

    Fecha: 27/07/2025 11:35

    Entrevista a Sofía Bonazzola, psicóloga e instructora de meditación. Un libro, el cuerpo y mucho más. La danza que se volvió biodanza. Humanismo e integración. La psicóloga Sofía Bonazzola habló sobre la pausa o tomarse diez minutos para no hacer nada. La licenciada Sofía Bonazzola se refirió a la gran cantidad de casos de ansiedad y los efectos de la hiperconectividad, a la vez que describió su proceso personal con el enfoque psicológico que adoptó como herramienta terapéutica. “Casi todas las personas que vienen al consultorio y van meditar me dicen algo sobre la ansiedad”, enfatizó la instructora. —En Paraná, barrio 33 Orientales, calle Perú, entre Libertad e Italia. —¿Cómo era la zona en tu infancia? —Es de veredas angostas y muy transitada, por eso jugábamos puertas adentro. Viví en una casa con un gran patio. —¿Hasta cuándo? —Hasta los 27 años y después me fui a vivir sola. —¿A qué jugabas? —Con muñecas Barbie, hacerles historias y a la maestra, y con mis primos a escondernos. —¿Qué actividad profesional desarrollan tus padres? —Mi papá es abogado y juez, y mi mamá, analista de Sistemas y trabajó en Arquitectura de la Provincia. —¿Sentías una vocación? —Decía que sería abogada y, afortunadamente me di cuenta de que no era por ahí… digo afortunadamente porque me siento muy contenta con lo que elegí. Siempre me sentí convocada por el servicio y por brindarme al otro. En la secundaria participaba de voluntariados de la pastoral de la escuela. —¿Cuándo descartaste la idea de la abogacía? —En la secundaria. —¿Materias predilectas? —Las sociales y humanísticas, Geografía, Historia, Bioética y Filosofía; todo lo contrario a los números y fórmulas. —¿Leías? —Sí, aunque no fui una aficionada. —¿Algún libro influyente? —En la etapa universitaria una terapeuta me sugirió el libro Somos cuerpo, sobre Gestalt, a lo que me dedico, y me iluminó que no es sólo un organismo físico. —¿Antes? —El amor en los tiempos del cólera. —¿Desarrollaste alguna afición? —Bailé desde los seis años danzas clásicas y españolas, luego jazz y contemporánea, y actualmente hago biodanza, que es otra cosa. —¿La mejor puesta? —A los 24 años, una que hicimos con una compañía en la cual la idea de la directora fue mostrar la evolución; fue danzar la vida, desde el origen hasta los sentimientos de lo humano. —¿Cómo fue pasar de lo escénico a un trabajo de exploración personal? —Un cambio grande de hace tres años, en sintonía con muchos en mi vida, porque me cambió la perspectiva de cómo entender el movimiento e integrar otras cosas que hacía desde la Gestalt. —¿Vivencias de por entonces? —Mi terapeuta me comentaba de agregar algo distinto; fue un explorar y ampliar en cuanto a las formas de moverse. —¿Cómo revisaste lo coreográfico a partir de esta experiencia? —Me siento muy agradecida por la danza y por quienes fueron mis docentes, porque me permitieron llegar a donde estoy. Hoy no la elijo porque no me convoca, aunque es espectacular aprender un estilo y sus estructuras. —¿Y la biodanza? —Es lo que me permite encontrarme y me nutre. —¿Recordás el primer encuentro? —Poco, fue en 2022; estaba bastante nerviosa y con vergüenza porque hacía bastante que no iniciaba algo nuevo. Era bailar sin consigna y paso dictado. Me pareció raro, me gustó y algo me pasó, porque volví. —¿Qué significa ahora? —¡Ah, es maravilloso; forma parte de mi kit de autocuidado, de los demás y de mis vínculos! Hoy pongo en valor muchos aspectos de lo coreográfico que también son buenísimos. La danza contemporánea también tiene mucho del vínculo con el otro, apoyarse en su peso y ser sostén para él, y respetar sus límites, lo cual pude ampliar junto a la biodanza, junto con mi maduración personal y profesional. —¿Practicabas otra disciplina? —Yoga, desde 2015 y continúo, aunque en aquella época era muy mental en cuanto a mi estructura. —¿Cuál fue tu primera terapia personal? —Psicoanalítica, en 2014, cuando estaba en la facultad. Me ayudó y clarificó mucho, y me dio recursos. Me gusto ser paciente y me convocó el rol de terapeuta. Humanismo y Gestalt —¿Por qué elegiste Psicología? —Hoy me río porque lo tengo más deconstruido, pero me gustaba escuchar y ayudar a la gente, quería “salvarla” (risas), y mi terapeuta me dijo que no salvaría a nadie. Hice un proceso de orientación vocacional y la elegí porque desde su amplitud me permitiría hacer elecciones y tener opciones más específicas. —¿Cuál fue la cátedra que te lo confirmó? —Psicología del Desarrollo, porque leer y entender a los autores, y observar a los niños me maravilló como descubrimiento. Toda la carrera fue un confirmar. —¿Qué pensabas antes de transitar la carrera? —En la escuela tuve práctica educativa con el equipo técnico de tribunales y entrevistas con psicólogas, entre ellas una terapista ocupacional, lo cual me entusiasmó mucho. —¿Qué te imaginabas haciendo? —Trabajar en lo comunitario, público y en situaciones de vulnerabilidad psicosocial, pero los caminos fueron por otro lado. —¿Qué paradigma dominante tuvo la carrera? —Integral y nos procuraron un panorama amplio. —¿Cuál te resultó más atractivo? —Uno que no estaba tan dado, como el humanismo, vinculado con el existencialismo, y es de donde trabajo en el caso de la terapia gestáltica. Fue novedoso. —¿Por qué? —Porque el humanismo nació viendo al ser humano no sólo desde la patología sino desde la salud y la potencialidad. —¿Las otras miradas resultan parciales? —Son diferentes; a medida que me formo, noto que hay una tendencia hacia la integración y que hablamos de lo mismo. En la universidad veía que era identificar el problema y la patología, y atacar el síntoma. —¿Esta corriente tenía el mismo tratamiento que las demás? —No tanto; era en una sola materia en la cual dábamos un poquito de cada sistema. En el programa general había más especificidad y prioridad de algunas corrientes. —¿Qué fue lo primero que entendiste? —Me maravilló la inclusión del cuerpo, que alguien hablara sobre la totalidad del organismo y no solamente sobre lo que pienso, porque entendía que la psicología era sólo la cabeza. —¿Cuáles son los mayores desfases, habitualmente, en términos de desintegración? —Que el cuerpo físico va por un lado, con sus leyes y dinámica, por otro lado lo que pensamos y por otro lo que sentimos. Cuesta que lleguemos al cuerpo y hay quienes no tienen ni idea sobre esa comunicación y sensibilidad, que es lo que se busca estimular con la Gestalt, porque el cuerpo tiene la información y va junto con el psiquismo. También hay miedo de poner y mover el cuerpo. —¿Cuáles son las consecuencias? —Que perdemos tiempo, porque si nos integramos es más sencillo para sentirnos mejor y sanar más rápido. La Gestalt y lo grupal —¿Un autor? —Fritz Perls, quien junto con un grupo y su esposa crearon la Gestalt. También es una referencia Claudio Naranjo, discípulo de él. —¿Cuándo llegaste a la esencia del enfoque? —Me sigo formando; hice una formación de tres años, con convivencias y mucha intención puesta en el trabajo grupal. Me voló la cabeza y fue ir a fondo. Había hecho un taller de sueños pero no de forma sostenida un proceso grupal, que también tiene aspectos terapéuticos. Descubrí la potencia de los procesos grupales y verme en el proceso del otro, que me ayuda y transforma. Y me cambió en cuanto a cómo preguntar. Trabajamos no solamente el qué y por qué, sino el cómo; cómo es eso que me estás contando; cómo sentís esa angustia; te acordás de alguna imagen… la descripción y la cualidad. También preguntar el para qué está pasando. Todo esto en la facultad no lo dimos. —¿Por qué funciona? —Por lo integrativo y porque se trabaja en hacer consciente lo inconsciente. También está el cómo nos posicionamos frente al paciente, una persona frente a otra persona, a cuyo servicio estamos pero también atentos a lo que nos pasa mientras estoy con ella. Se hace mucho hincapié en la presencia y por eso ciertos autores trabajan sobre el estado meditativo en la situación terapéutica. Nos incluimos en ese vínculo y traemos la información que nos aparece, no desde una distancia de que soy la que sabe y dará lo que el otro no sabe. Es lo más nutritivo y eficaz. —¿Relacionaste la biodanza con la Gestalt? —Son hermanos cercanos; primero hice la formación en Gestalt y cuando la estaba terminando comencé biodanza, que me resultó muy cercano por ser el mismo lenguaje y similares propuestas en cuanto a que el organismo no es sin el entorno, no sin los demás, y el concepto de autorregulación de la energía, entre otros. Estar enteramente —¿Aprendiste meditación practicando yoga? —Sostuve esa práctica y la descubrí desde ahí, porque es una meditación en movimiento a través de las posturas y el vinyasa (secuencias dinámicas). Otro poco fue por la Gestalt, en cuanto a trabajar en la amplitud de la conciencia y la presencia. En marzo hice un laboratorio gestáltico con un francés, quien habla de un estado meditativo en el setting terapéutico y dijo que cuando comenzó a conocer sobre mindfulness y el estado meditativo se dio cuenta que era lo que estaba escrito en la Gestalt. Es estar donde estoy enteramente. —¿Cuál es la clave para estar aquí y ahora? —Practicarlo (risas). Hay un colega y también formador en yoga quien dice que la peor práctica es la que no se hace. La clave es en el ratito que se tenga y lo que sea posible, sentado o en movimiento. Si se está cocinando, estar cocinando… es la clave para entrar en un estado de meditación. Estar sin expectativa de llegar a ningún lugar, como el estado de iluminación. Hay que bajarse de ahí y simplemente ser siempre un practicante. Después se encuentra la escuela y la técnica, porque soy bastante anti fórmulas. —¿Cómo se reconfigura el psiquismo considerando la estimulación constante propia de las pantallas y que la “realidad” es una excepción? —Es difícil responder. Se está moldeando la dificultad para la espera, para hacer pausas y para postergar la satisfacción de lo que quiero, porque le pregunto algo a la inteligencia artificial y lo da en segundos. Prima la inmediatez, crece la impulsividad y la irritabilidad. Yo apuesto a integrar las pantallas y a mantener espacios donde pueda detenerme y mirar al otro, y estar sin hacer, aparentemente, nada. Es un acto de resistencia. —¿Dónde funcionan tus espacios para meditación? —En Casa Yoga, los viernes por la tarde y sábados por la mañana, sin experiencia previa. Son grupos de meditación de atención plena, o mindfulness. —¿Publicás contenidos? —En Instagram, @lic.sofiabonazzola Pantallas, desconexión emocional y aislamiento Bonazzola analizó los efectos del uso descontrolado del teléfono celular y los de la dificultad para desconectarse del trabajo: “Desemboca en agotamiento o en el Síndrome de Burnout (del “quemado”)”, advirtió la terapeuta. —¿Qué observabas cuando comenzaste en el consultorio y qué es lo recurrente en la actualidad? —La ansiedad se mantiene como un denominador común; el estar todo el tiempo pensando y no poder parar, o no poder estar en una sola cosa o lugar a la vez. Casi todas las personas que vienen al consultorio y van meditar algo de eso me dicen. Últimamente veo lo relacionado con las dificultades para vincularse ya sea con una pareja, sexualmente, con amistades… —¿Cuánto influye en lo vincular la característica de “líquida”, como la definió el sociólogo Zigmunt Bauman, de la sociedad actual? —En lo contextual y macrosocial hay una tendencia hacia el individualismo, al “yo solo puedo” y “no necesito de nadie ni depender de nadie para que no interfiera en mi proyecto.” Son mensajes repetidos y mal interpretados en cuanto a que “yo solo importo”, lo cual luego se refleja en las dificultades para hacer contactos con otros, con todo lo que implica, y para salir de sí mismo. Se ven muchas personas con ganas de vincularse pero está la dificultad de encontrar personas dispuestas a eso. —¿Persisten secuelas del confinamiento o conocés gente todavía aislada? —Hay secuelas en algunas personas que en su momento estuvieron aisladas, aunque ahora no, pero con consecuencias como miedos, estados de más alerta, y en los adolescentes y jóvenes, la relación con las pantallas. —¿Cuáles son los principales síntomas de la adicción al celular? —No lo sé estadísticamente y tendría que ver caso por caso, pero veo la desconexión emocional de los adultos que se la pasan frente a la pantalla, se desconectan emocionalmente de su entorno, no pueden sostener una conversación sin tener que mirarla cada tanto… También la hiperconectividad y la dificultad para desconectarse del trabajo, lo cual desemboca en agotamiento o en Síndrome de Burnout (del “quemado”) porque no se para nunca. No salen nunca del estado de alerta y no pausan. —¿Una recomendación para quien quiere y no puede parar? —Que se den tiempo fuera del hacer y producir, del tener y de la pantalla, y que dediquen cinco minutos a mirar a la persona que está a su lado, o diez minutos para ir a mirar el verde o el río, tomar sol o no hacer nada. Antes tiene que estar la pregunta, descubrir qué no está bien, decidir lo que quiere seguir haciendo y comenzar con lo que no está haciendo.

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