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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 27/07/2025 03:14
Personas afroamericanas, descritas como "negros capturados", siendo escoltadas hacia el "Convention Hall", en el marco de uno de los episodios de violencia racial más brutales en la historia de Estados Unidos A pesar de su violencia y su enorme saldo en vidas, es uno de los hechos más silenciados de la historia estadounidense, rica – si es que se puede usar el término – en conflictos raciales. Se lo llamó el “Verano Rojo” por la sangre que corrió en unas treinta ciudades del país desde finales del verano de 1919, cuando en el lapso de diez meses más de 250 afroamericanos fueron asesinados por turbas blancas durante una serie de disturbios sin que los responsables fueran castigados. En algunos casos, la población negra respondió con fuerza a los ataques, especialmente en Chicago y Washington D. C., donde se produjo el mayor número de víctimas mortales. Fue la peor ola de violencia de blancos sobre negros registrada en el país durante el siglo XX, una masacre provocada por intereses políticos y periódicos sensacionalistas que explotaron más allá de todo límite el malestar social de la posguerra, el racismo y el temor de la sociedad blanca a los diferentes. Sin embargo, pese a su violencia y sus sangrientas secuelas, el “Verano Rojo” es uno de los episodios menos conocidos y estudiados de la historia de los Estados Unidos, como si un deliberado manto de olvido pudiera borrar su vergüenza. “No encaja con las historias ingeniosas que nos contamos sobre nosotros mismos y nuestra nación, muestra una cara que no queremos ver”, sostiene el historiador David Kluger en “1919, el año de la violencia racial: cómo los afroamericanos se defendieron”, una de las pocas investigaciones que existen sobre los hechos. Las masacres de negros se desarrollaron en ciudades pequeñas como Elaine, en Arkansas, y Omaha, en Nebraska, poblaciones medianas como Annapolis, Maryland y Syracuse, y en grandes ciudades como Nueva York, Washington y Chicago. Allí decenas de hombres, mujeres y niños afroamericanos fueron quemados vivos, fusilados, linchados o golpeados hasta la muerte por turbas que a veces actuaron espontáneamente y en otras de manera organizada. Miles de personas vieron también como el fuego devoraba sus casas y sus negocios antes de ser expulsadas bajo amenazas de muerte. El estallido fue producto del choque de diferentes fuerzas a las que el contexto social puso frente a frente: por un lado, los soldados negros regresaban de la Primera Guerra Mundial esperando los mismos derechos por los que habían luchado y desangrado en Europa, y los afroamericanos se mudaban al norte para escapar de las brutales leyes raciales del Sur; por el otro, los blancos veían a los negros como una competencia por empleos, hogares y poder político. “La limpieza étnica era el objetivo de los manifestantes blancos. Querían matar a la mayor cantidad posible de negros y aterrorizar al resto hasta que estuvieran dispuestos a irse y vivir a otro lugar”, explica William Tuttle, profesor de estudios estadounidenses en la Universidad de Kansas y autor de “Race Riot: Chicago in the Red Summer de 1919”. Chicago, 1919: decenas de hombres, mujeres y niños afroamericanos fueron quemados vivos, fusilados, linchados o golpeados hasta la muerte (AP) Una acusación falsa Las excusas para desatar la cacería variaban de ciudad en ciudad, cualquier motivo – real o ficticio – era suficiente para encender la chispa en un contexto social que era un verdadero polvorín. Esa cara siniestra es la que desnuda la historia del linchamiento de Will Brown, un obrero afroamericano lisiado, acusado falsamente de agredir y abusar en la calle de una mujer blanca una noche de fines de septiembre de 1919, detenido sin pruebas y asesinado por una multitud que lo arrancó de los tribunales. Ocurrió en Omaha, Nebraska, el 26 de septiembre de 1919, cuando Agnes Loebeck, una mujer blanca de 20 años, denunció que fue agredida por un hombre negro la medianoche anterior, mientras volvía a su casa acompañada por su novio, un veterano herido en la guerra llamado Milton John Hoffman. Según la denuncia, ambos fueron atacados al llegar a la esquina de South 5th y Scenic Avenue. Guiada por la descripción de los supuestos agredidos, la policía no demoró en detener a Will Brown, de 41 años, que sufría de reumatismo agudo y trabajaba una empacadora de la ciudad. El rumor de la blanca violentada por el negro corrió como un reguero de pólvora que no demoró en encenderse y estallar. El Omaha Bee, un periódico sensacionalista y alineado con la oposición política al alcalde, publicó de inmediato un artículo flamígero: “El ataque más atrevido contra una mujer blanca jamás perpetrado en Omaha, el acto más reciente de una serie de ofensas violentas llevadas a cabo por los negros contra mujeres caucásicas en la ciudad, ocurrió una cuadra al sur de la calle Bancroft cerca de Scenic Avenue en Gibson hace dos noches. La pequeña y bonita Agnes Loebeck fue agredida por un negro al que identificó como William Brown cuando regresaba a casa en compañía de Milton Hoffmann, su prometido, un veterano de guerra lisiado y condecorado”, decía la crónica de lo que supuestamente había ocurrido. El World Herald, otro diario de la ciudad, contribuyó a provocar la ira popular blanca, aunque sin identificar a Brown como el agresor. “La pequeña Agnes Loebeck fue agredida por un negro no identificado a las doce de la noche anterior, mientras regresaba a su casa en compañía de Millard (sic) Hoffman, un lisiado”, informaba en su artículo. Imágenes del 28 de septiembre de 1919 en el lado sur del Palacio de Justicia del condado de Douglas en Omaha. Una manifestación de hasta 15.000 personas cercó el juzgado para llevarse al prisionero Will Brown Los dos medios anunciaron que el sospechoso sería llevado por la policía a la noche hasta la casa de la familia Loebeck para que Agnes y Hoffman lo identificaran. La publicación del dato hizo que una gestión judicial que debía realizarse con discreción y en un lugar oficial se convirtiera en un hecho público. Por eso, a última hora de la tarde unas trescientas personas se reunieron frente a la casa de los Loebeck para apoderarse del sospechoso y hacer justicia con sus propias manos. Los policías y su prisionero quedaron atrapados dentro de la casa, sin poder salir. Después de una hora de amenazas y enfrentamientos, la llegada de refuerzos permitió controlar a la multitud y trasladar al acusado al juzgado del condado de Douglas, donde quedó custodiado por 46 policías al mando de un comisario. Una turba manipulada Durante el “reconocimiento” Agnes Loebeck y Milton Hoffman habían señalado sin dudas a Brown como el agresor nocturno, por lo que quedaría detenido hasta ser sometido a juicio. Pasaría mucho tiempo hasta que se comprobara que la acusación era parte de un montaje ideado por el dirigente político racista Tom Dennison, que había perdido la alcaldía al ser derrotado por el reformista Ed Smith. Con la movida, el derrotado buscaba movilizar a los supremacistas blancos contra el nuevo alcalde, al que acusaba de favorecer a los negros. Hoffman, el novio de la supuesta agredida presentado como testigo del ataque de Smith era, en realidad, uno de los principales laderos de Dennison. Fogoneado por el propio Dennison, el domingo 28 un grupo de jóvenes blancos se reunió en el sur de Omaha y comenzó a marchar hacia los tribunales. A medida que avanzaban por las calles, otros manifestantes se iban sumando hasta convertirse en una multitud de entre 10.000 y 15.000 personas, que cercó el juzgado y amenazaba con entrar a la fuerza para llevarse al prisionero y escarmentar a los policías y funcionarios que lo protegían. A las 8 de la noche, algunos hombres armados mezclados entre la turba comenzaron a disparar contra el juzgado, desde donde la policía respondió el fuego. En la refriega murieron un chico de 16 años y un comerciante de 34 que se encontraban entre la multitud. Luego de varias escaramuzas, los atacantes fueron rechazados por los policías que defendían el tribunal, pero media hora más tarde intentaron quemar el edificio arrojando bombas incendiarias e impidieron que los bomberos pudieran acercarse para apagar el fuego. Adentro, aterrorizado, Will Brown se dio cuenta de que su vida tenía los minutos contados. Según las crónicas de la época, cuando las llamas comenzaron a trepar por las paredes del edificio, le gritó al alguacil Mike Brown, el hombre encargado de protegerlo: “¡Soy inocente, nunca hice lo que dicen! ¡Dios mío, soy inocente!”. Will Brown fue falsamente acusado y linchado en manos de una turba racista En una desesperada jugada para calmar a la turba, el alcalde Smith, que estaba dentro del edificio, salió a la calle y trató de dialogar con los cabecillas. Les rogó que dejaran en paz al prisionero, que sería sometido a un juicio justo y que permitieran que los bomberos apagaran el fuego. “No vamos a entregar a este hombre”, le gritó a la multitud. No alcanzó a decir más: le dieron un golpe en la cabeza, lo tiraron al suelo y lo arrastraron hasta una esquina, donde intentaron ahorcarlo con una cuerda que pendía de un poste de luz. Afortunadamente para él, entre los manifestantes hubo quienes pensaron que eso era demasiado, lo rescataron de una muerte inminente y lo cargaron inconsciente hasta el hospital más cercano, donde quedó internado varios días para reponerse de las heridas de gravedad que tenía en la cabeza. Un linchamiento anunciado Con el alcalde fuera de combate, la turba logró entrar al juzgado en llamas y llevarse a Brown ante la mirada impotente de los policías y funcionarios, que eligieron preservar sus propias vidas antes que proteger al hombre negro. Antes de que lo sacaran por las puertas del juzgado, el prisionero había dejado de gritar, desmayado por los golpes. La organización histórica Nebraska studies reconstruyó así las escenas de terror que se sucedieron a continuación: “Fue golpeado hasta dejarlo inconsciente. Su ropa estaba arrancada cuando llegó a las puertas del edificio. Luego fue arrastrado a un poste de luz cercano en el lado sur del palacio de justicia en 18th y Harney. Eran cerca de las 11 de la noche. La multitud rugió cuando vio a Brown y le colocó una cuerda alrededor del cuello. Brown fue izado en el aire, su cuerpo girando. Fue acribillado a balazos. Luego, bajaron su cuerpo, lo ataron detrás de un automóvil y lo remolcaron hasta la intersección de 17th y Dodge. Allí, el cuerpo fue quemado con combustible. Más tarde, los trozos de la cuerda que se utilizaron para linchar a Brown se vendieron a 10 centavos cada uno. Finalmente, el cuerpo carbonizado de Brown fue arrastrado por las calles del centro de la ciudad”. Afroamericanos que fueron víctimas de los disturbios raciales de Elaine de 1919 en Arkansas, Estados Unidos Para terminar con los disturbios en Omaha fue necesaria la intervención del ejército, cuando el 1° de octubre las tropas al mando del general de división Leonard Wood prácticamente ocuparon la ciudad y declararon la ley marcial. El negro Will Brown fue enterrado en el cementerio Potter’s Field, cerca de Young Street y Mormon Bridge Road, Omaha, el 2 de octubre de 1919. No hubo servicio fúnebre y nadie acompañó sus restos hasta el lugar donde recibió sepultura. Durante más de 80 años, no hubo una lápida con su nombre en la tumba. Un testigo llamado Henry Fonda En los meses siguientes hubo 120 investigados por la muerte de Brown y los desmanes previos y posteriores, pero solo tres personas terminaron acusadas: el novio de Agnes, Milton Hoffman; Claude Nethaway, un agente de bienes raíces conocido por su activismo racista, y un hombre llamado George Davis, de quien se desconocen otros datos. El editor del Omaha Bee, Victor Rosewater, fue acusado por el papel que había cumplido el periódico en la incitación de los disturbios. Hasta ahí llegó el accionar de la justicia, porque el proceso legal quedó suspendido en 1921, cuando en una nueva elección local fue elegido alcalde Jim Dahlman, un hombre que respondía al racista Tom Dennison. De inmediato se desestimaron todos los cargos relacionados con el linchamiento de Will Brown y se ordenó destruir todas las actas judiciales del proceso. Fue el primer paso para borrar de la historia los sangrientos hechos del “Verano rojo” en Omaha. Quien no pudo borrarlos de su memoria fue un adolescente de 14 años llamado Henry Fonda, que asistió horrorizado al linchamiento de Brown desde la ventana de la imprenta que su padre tenía frente al Palacio de Justicia. Años después, ya convertido en un famoso actor de cine, eligió protagonizar dos películas que tienen a un linchamiento en el centro de la trama, “Young Mister Lincoln” y “The Ox Bow Incident”. En una entrevista sobre el estreno de esta última película, recordó la imborrable impresión que le dejó aquel asesinato: “Fue la escena más horrenda que jamás había visto. Bajamos las escaleras, cerramos el negocio y condujimos a casa en silencio. Tenía las manos mojadas y lágrimas en los ojos. Todo lo que podía pensar era en ese hombre negro colgando del extremo de una cuerda”, contó.
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