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» El Ciudadano
Fecha: 23/07/2025 02:10
Por Claudio de Moya Babas del diablo o, menos popular, hilos de la virgen. Son los dos nombres de anclaje religioso opuesto para un fenómeno que no es obra de Lucifer ni celestial, sino de la naturaleza. Y que, por estos días, se adelantó en Rosario. Telitas pegajosas que lleva el viento y se adhieren a lo que encuentran en su derrotero aéreo. Incluidos, y eso puede parecer molesto, los cuerpos. Detrás de ellas, o mejor «en» ellas, hay arañas. No se trata de una estrategia diabólica ni divina. Es mucho más simple: una suerte de medio de transporte para la supervivencia. «La baba del diablo se produce por la acumulación de pequeñas telarañas que son movilizadas por el viento. En su recorrido, se van uniendo unas con otras para formar estructuras flotantes más grandes, de color blanco azulado». La explicación es del ingeniero Guillermo Montero. Globos aerostáticos para las más pequeñas Montero sabe de lo que habla. Es Secretario General de la UNR, pero en particular, docente en la cátedra Invertebrados II de la Licenciatura en Recursos Naturales de la universidad nacional. Una carrera que era deuda y aporta a la explicación y gestión científica de procesos como el de estos artrópodos de ocho patas que pincelan el aire con seda. Y de otros, complejos y graves, relacionados con las intervenciones humanas en los paisajes. En la región, por caso, el de los humedales del Delta. «Estas telas son producidas por varias especies de arañas con el objeto de lograr la dispersión de sus juveniles. Por eso es frecuente encontrar pequeñas arañitas en las mismas», continúa Montero. Y aporta el nombre científico para ese fenómeno de dispersión: «ballooning» o aerostación. La remisión del término es al vuelo en globos aerostáticos, que también dependen del viento. La tela para el viaje, aclara, no es la misma que las arañas elaboran para vivir y atrapar su alimento. Son dos distintas para diferentes funciones. Más o menos abundantes, a veces llamativas Este fenómeno ha sido documentado en varias ocasiones en Argentina, repasa Montero. Sobre todo, después de inundaciones o fuertes vientos, cuando las arañas buscan nuevos territorios para colonizar porque ven amenazados sus hábitats. Un caso paradigmático por lo extremo ocurrió hace una década en campos de la localidad bonaerense de Lezama y el pueblo uruguayo de Vergara. En ambos territorios, llamaron la atención por su magnitud. Tapizaron las superficies al punto de que lucieron como cubiertas por un manto blanco. Como si una gran sábana se hubiera posado sobre ellas. Lo singular no fue el ballooning en sí, sino su cantidad. Seis años después, un grupo de investigadores de Argentina y Uruguay lo estudiaron y publicaron las conclusiones en el trabajo Agrupaciones masivas de telarañas en pastizales sudamericanos después de las inundaciones. Es un fenómeno, aún extremo, natural. Ajeno a connotaciones diabólicas o alusiones a los aspectos más oscuros de la condición humana, como los reflejados con inquietante maestría por Julio Cortázar en su cuento: precisamente, Las babas del diablo. El que luego inspiró la adaptación libre de Michelangelo Antonioni para la película Blow up. Adelantadas en la ciudad «La baba del diablo puede cubrir grandes extensiones y causar sorpresa y preocupación en las personas, aunque en realidad es un mecanismo natural de dispersión de algunas familias de arañas», insiste Montero sobre temores o rechazos fundados en el desconocimiento. Aporta sobre lo extraño, sí, de su presencia en esta época en Rosario. «Normalmente, el fenómeno es más frecuente en primavera y otoño, cuando nacen masivamente los juveniles en condiciones ambientales de brisas suaves y temperaturas moderadas» que favorecen la diáspora de las arañitas. Esto es, cuando se producen corrientes térmicas ascendentes que les permiten a las telas alcanzar mayor altura y a la vez, en sus viajes, cubrir más distancias. Bajo esas condiciones favorables, las telas pueden alcanzar más de mil metros de altura y su deriva llegar a cientos de kilómetros. Que se vean antes de tiempo en la ciudad, en realidad, no es tan extraño. Montero señala que si bien es un fenómeno típico, o más abundante, en primavera, menciona la tropicalización de regiones templadas, como la de Rosario, por el cambio climático. Una posible causa que tiene que leerse en términos estadísticos, no en la temperatura de un día u otro en particular sino los promedios. Las fabricantes: varios tipos Montero enumera las familias de arañas que son comúnmente asociadas a la aerostación. Entre ellas, está la de las Linyphiidae, más conocidas como arañas tejedoras de telas sábana. También, las Theridiidae, que son arañas tejedoras de telas irregulares. Y algunas Thomisidae, vulgarmente nombradas como arañas cangrejo. Se trata, abunda, de familias muy diversas pero frecuentes en la región pampeana. Lo que vieron desde la universidad «En Rosario, pudimos determinar en telas flotantes la presencia de juveniles de Anelosimus, que es un género de arañas sociales de la familia Theridiidae», cuenta el docente de la UNR sobre uno de los tantos trabajos de campo que realizan en la carrera de Recursos Naturales. Sobre esa familia, reseña que se caracterizan por construir grandes telarañas comunitarias donde viven y cazan juntas. Y este comportamiento social, explica, facilita la dispersión de sus crías. Es que apenas nacen, las pequeñas arañas se agrupan en la tela y se dejan llevar por el viento.
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