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Gualeguaychu » Reporte2820
Fecha: 21/07/2025 18:41
Escribe Hernán Rossi para R2820. Las gargantas rotas, casi desflecadas, los ojos inundados y una escenografía a puro trapo rojo y negro terminó siendo el escenario de una nueva epopeya. Ese racimo de almas en la cancha que fundía a todos por igual era el producto de un desahogo infinito de protagonistas e hinchas que veían que sus sueños tenían correlato con la realidad una vez más. Sí, Central Entrerriano lo hacía de nuevo. El reciente ascenso a la Liga Argentina -segundo escalón del básquetbol argentino- es otro galardón que quedará grabado a fuego en el club de calle España. La película había comenzado allá por febrero y en esos albores sólo algunos optimistas soñaban con un final con semejante contundencia, a punto tal que habrá que bucear en las estadísticas para encontrar finales con semejantes asimetrías. Independientemente que aún resta definir el campeón del torneo -hecho que decora pero que no cambiará el destino de ascenso- atrás quedó una campaña con matices, aciertos, desaciertos, figuras preponderantes y una fase de playoff que no le dejaron dudas a nadie. Un camino con tropiezos El equipo había mantenido la base de la temporada anterior, pero realizó un cambio trascendental: Aquiles Montani Wortzel se sumaba al elenco rojinegro. El ala pivot terminó siendo determinante y con un plus que sólo tienen los elegidos: destacarse en las paradas bravas. Pero no fue el único arribo de importancia: repatrió a Mario Ghersetti, pivot de experiencia que venía a ser un actor preponderante en la pintura. Así, más Pérez, Pividori, Quarroz y los pibes, Martín Pascal se animaba a luchar por la gloria. El equipo tuvo una buena fase regular, pero donde aún habitaban dudas en el juego como para meterse en la lista de candidatos. Para colmo, luego llegó una situación que cambió todo: Mario Ghersetti tuvo una lesión que le demandaría un buen tiempo de recuperación y fue reemplazado por Manuel Lado. El cambio era temporario, pero un error grave en la faz administrativa provocó que el pivot no pudiera regresar a la competencia. Ese hecho terminó siendo decisivo. Para algunos -muchos- era el final del camino, ya que era imposible imaginar un ascenso sin un interno determinante. Como manotazo de ahogado llegó Marcos Panozzo para darle algo de vigor a la pintura, pero tenía sabor a poco. La historia, parecía sentenciada. El renacido Con el diario del lunes, podemos asegurar que ese hecho terminó siendo vital para el futuro. Martín Pascal supo encontrar un nuevo libreto, con una defensa nacida del alma de sus jugadores. Central, literalmente, entraba a la cancha a comerle el hígado a sus rivales. Fue una refundación, un cambio absoluto en el ADN del equipo y, que si bien, ya hacía un culto de la defensa, de ahí en más sus dirigidos fueron guerreros y lograron someter uno a uno a sus rivales. Obviamente que existieron rendimientos en ofensiva que respaldaron esa tarea en aro propio. Con Quarroz y Montani Wortzel como abanderados, pero con un equipo de grandes y pibes detrás que colaborara en el goleo repartido, el equipo terminó siendo sólido y eficiente fecha a fecha, hasta llegar a las finales por el ascenso con un nivel inconmensurable y con la confianza por las nubes. La derrota en Neuquén puede atribuirse a una serie de factores basquetbolísticos y físicos, pero no hizo mella en el objetivo. Los dos partidos en el Bértora terminaron con resultados similares, pero fueron bien distintos. En el primero, no hubo lugar para las dudas casi nunca. El segundo, necesitó de un tercer cuarto furibundo en materia defensiva y del mejor partido de Lautaro Pividori de su vida, con 40 puntos en su haber. El balance del uno por uno deja claros saldos positivos, sin jugadores que no hayan dado la talla para semejante quimera. Incluso Panozzo, que ingresó por la ventana a mitad de competencia fue una herramienta vital. Del mismo modo, Manuel Lado volvió al club de sus amores con actuaciones sobresalientes, aún en posiciones cercanas a la pintura, dando ventaja de centímetros, pero suplidas con un amor propio gigantesco. Y ese equipo, si se quiere corto en el roster, encontró en los pibes de la cantera una mano inmensa, no sólo en la fase regular, sino con autoridad y determinación en las instancias finales. Sobrevolando a todos ellos, Martín Pascal acaba de inscribirse en la lista de entrenadores que han comandado páginas de gloria en el club. Sin discursos altisonantes, ni comportamientos histriónicos, sólo con el silencio del trabajo cotidiano como aliado, fue edificando un equipo a su medida. Logró reponerse de un mazazo a mitad de temporada y parió un equipo de autor. Central Entrerriano lo hizo de nuevo. Y para eso necesitó de eslabones importantes para que la cadena llegara fuerte hasta el final. Dirigentes, cuerpo técnico, jugadores y la gente. Siempre la gente. El Bértora sigue devorando rivales, cucos y candidatos a fuerza de mística y ese halo mágico que todo lo hace posible. Los gritos y los trapos siguen siendo hoy, el antídoto más fuerte ante los momentos más difíciles. Ahora, será momento de abrir el juego para analizar las posibilidades económicas de jugar la competencia. Por lo pronto, la ilusión ya se hizo carne en cada uno de los miles de hinchas de Central. Vamos a volver, gritaban en la previa. Y a fuerza de básquet y coraje, esa vuelta está cada vez más cerca.
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