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  • El círculo del odio

    » Diario Cordoba

    Fecha: 15/07/2025 09:28

    La instrumentalización de Torre Pacheco por grupos ultraderechistas recuerda a otros episodios donde sectores extremistas han aprovechado hechos puntuales para movilizar odio, tensionar barrios y alimentar su agenda. Lo ocurrido allí con la agresión a un anciano sirvió de excusa para lanzar cacerías contra inmigrantes, azuzar el racismo y captar apoyos. No es un hecho aislado, sino parte de una estrategia más amplia que ya se ha visto en otros lugares. Uno de los paralelismos más evidentes es El Ejido hace 25 años, cuando el asesinato de una mujer a manos de un joven magrebí desató una oleada de violencia xenófoba. Durante varios días, grupos de vecinos, alentados por discursos de odio, atacaron casas y comercios de inmigrantes, especialmente marroquíes. Como en Torre Pacheco, lo que comenzó como una reivindicación de mayor seguridad ciudadana derivó en vandalismo racista y discursos supremacistas. En ambos casos, la presencia de una importante comunidad extranjera trabajadora , imprescindible para mantener la agricultura intensiva, sirvió de caldo de cultivo para la criminalización colectiva. Hace no mucho en Francia, país del que replicamos nuestros comportamientos, tras los disturbios en ciudades como Nanterre con la muerte del joven Nahel a manos de la policía, líderes cómo Marine Le Pen o Éric Zemmour, aprovecharon la crisis para reforzar su narrativa de guerra civil larvada y proponer mano dura, deportaciones y toque de queda. Aunque el detonante fue distinto, la estrategia es la misma, aprovechar una fractura o incidente concreto para reforzar un relato, el de nosotros contra ellos. Torre Pacheco encaja en ese patrón: un hecho aislado, sobredimensionado y aprovechado por fuerzas ultras organizadas digitalmente y en escuadrones para propagar discursos de odio. Se suma a una larga lista de episodios donde el miedo se convierte en herramienta política. En todos ellos, la violencia no es espontánea ni inevitable, sino inducida por una estrategia clara: dividir, señalar y culpar al diferente. Lo preocupante es que esta fórmula, cada vez más refinada, consigue capital político y normaliza discursos que antes eran marginales, y ahora aparecen en los grandes partidos. Vinculados a la inseguridad real o percibida, a zonas con alta precariedad laboral, vivienda saturada o servicios colapsados, el «otro» se percibe como un competidor por recursos escasos o una amenaza cultural. Si le sumas la instrumentalización y los ecosistemas digitales radicalizados tienes el escenario perfecto para asesinar a Lucrecia en 1992, El Ejido 2020 o Torre Pacheco 2025. *Politóloga

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