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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 15/07/2025 04:36
“Peleaba con el corazón, quería ganar siempre y que el público me quiera”, dijo Carolina Duer, boxeadora argentina reconocida por sus múltiples títulos internacionales y su apodo de “La Turca”. Antes de volverse profesional, tuvo una destacada carrera amateur con 19 victorias en 20 peleas. Debutó en el boxeo rentado en 2007 con una victoria por decisión unánime ante Agustina del Valle Aybar. En 2010 conquistó el título mundial supermosca de la Organización Mundial de Boxeo (WBO), que defendió en seis ocasiones. En julio de 2013 sumó el cinturón mundial en peso gallo. Tras una pausa por maternidad, en 2016 recuperó la corona mundial bajo la Federación Internacional de Boxeo (IBF), al vencer por nocaut técnico a la brasileña Aline Scaranello. Conocida también como la “Barbie de acero”, Duer se destacó por manejar su carrera sin promotores ni mánager, negociando sus propias peleas junto a su entrenador y socio, Alberto Zacarías. Esa autonomía le permitió mayores ganancias, pero también demandó un esfuerzo extra que equilibró con su rol como madre de Elías. “Peleaba en el ring y también afuera”, resumió sobre su carrera. Además de su trayectoria deportiva, se desempeña como comentarista de boxeo, labor que comparte con el relator deportivo Osvaldo Príncipi. También ha participado en programas de televisión como Celebrity Splash!, en 2013; y The Challenge Argentina, en 2023. Carolina Duer: “Para ser exitosa, primero tenés que tener oportunidades y no todas las tienen”. (Diego Barbatto) Leo: — Del uno al diez, ¿cuán difícil es ser boxeador profesional? Carolina: — ¡Uy, un montón! ¿Boxeador o boxeadora? Porque al ser boxeadora se agrega dificultad, sobre todo cuando yo empecé que no había cultura ni aceptación. Nosotras estábamos peleando en el ring y abajo del ring para que nos acepten, nos vean, nos den el lugar, nos paguen, nos den posibilidades. Era una pelea mucho más amplia que la de boxeo. Leo: — Eso es algo que todas las boxeadoras que lograron el reconocimiento coinciden en contar. ¿Sigue igual o ha mejorado? Carolina: — Ahora está cambiando bastante. Empezó a haber un espacio más dedicado al boxeo femenino y algunas promotoras internacionales le dieron más visibilidad. Sin embargo, no es el mismo negocio que el masculino. Si bien no me conviene, lo entiendo. Si el negocio no genera los mismos dividendos, no vamos a cobrar lo mismo. Lo que pasaba era que proporcionalmente no cobrábamos lo mismo, aún generando lo que generábamos. Leo: — Fuiste campeona argentina, sudamericana, campeona del mundo en supermosca y gallo. ¿Ganaste plata? ¿Te sirvió? ¿Te pudiste comprar, por ejemplo, una casa? Carolina: — No te puedo responder en términos de sí o no. Yo tengo mi casa, pude invertir dinero, pero ya era empresaria antes de ser boxeadora. Tenía restaurantes: adentro de Ideas del Sur, uno enfrente y otro en Palermo. No llegué al boxeo por necesidad, ni para salvar a mi familia ni por un futuro mejor para mis hijos. Nada de eso. Leo: — Ahí es donde tu historia difiere, incluso de otras mujeres. Carolina: — Hay historias así también, pero la mía no es la común. También gané dinero porque nunca tuve promotor. Nunca tuve un tipo atrás que me pagara lo que él decía que tenía que cobrar. Leo: — ¿No tuviste promotor o mánager? ¿Arreglabas todo sola? Carolina: — Exacto. Con mi entrenador, Alberto Zacarías, hicimos todo. Hicimos el laburo de cinco personas entre dos. Entonces ganaba más, pero trabajé a full. Usé un montón de tiempo que otros boxeadores usan para otras cosas. Yo me cambiaba en el auto para ir a reuniones. Trabajé muchísimo... Leo: — ¿Por qué sentís que fuiste buena boxeadora? Decime tres cosas. Carolina: — Porque peleaba con el corazón, quería ganar siempre y quería que el público me quiera. Leo: — ¿Querías que te quisieran más que otros? Carolina: — Creo que mi gran conexión emocional con el boxeo fue buscar esa aceptación colectiva, por mambos que tenía de la infancia. Cada uno tiene los suyos. Yo sentía que en el boxeo podía llegar a eso. Leo: — ¿Y quién no te quería? Carolina: — Hasta hace poco que peleaba, sentía que tenía que demostrar que podía. Tengo una cosa muy de luchadora, de justiciera, que a veces me juega en contra. Pero no sé si quiero cambiarlo. Quiero cambiar un montón de cosas de mí, pero ese costado justiciero... no sé. Leo: — ¿Eras buena competidora? ¿Tenías algo que otros no? Carolina: — Es un fuego... una cosa que a los hombres les sale más fácil decir porque dicen que tienen huevos. Yo no puedo decir eso. Ovarios, coraje. Yo quería ganar y no tenía miedo. Quería ir para adelante y llevarme la pelea. No importaba nada. He peleado con la mano fracturada desde el segundo round a diez rounds, con la cara fracturada y seguía igual. Igual, no me jacto porque de diez boxeadores, nueve y medio somos así. Pero eso te hace bueno. Podés ser bueno por eso o por técnica. Yo no tenía tanta técnica, pero subía al ring y lo daba todo. Leo: — ¿Te sentís exitosa? Carolina: — Sí. Soy súper dura conmigo misma, como todos los que somos apasionados por el deporte. Pero también tuve suerte y oportunidades. Para ser exitoso, primero tenés que tener oportunidades y no todos las tienen. Leo: — Me gusta esa frase de que el que boxea enojado, pierde. ¿En la vida también es así? ¿Te saca de foco eso? Carolina: — En muchos momentos de la pelea te vas de foco. Pero no creo que el boxeador profesional pueda boxear sin estar enojado. Muchas veces estamos enojados. Como en el fútbol y hasta en el ajedrez. Aunque no se note, el enojo está. Yo enojada puedo hacer muchas cosas muy bien. Si no te quita la calma, lo podés usar. Te da adrenalina. Leo: — Sos una muy buena analista, trabajás con Osvaldo Príncipe y otros periodistas, pero no siempre un buen deportista sabe explicarse. ¿Te preparaste para eso? Carolina: — Tuve el compañero perfecto. Si no hubiera empezado con Osvaldo, no podría haberlo hecho con tanta comodidad. No me preparé, pero no me cuesta expresarme. Cuando comentás como boxeador, hablás desde lo que sabés que puede pasar. El periodista, en cambio, relata lo que ve. El boxeador comenta desde la experiencia y eso es muy piola. “Yo siempre quería ganar y no tenía miedo, no importaba nada”, confesó La Turca. (Diego Barbatto) Maternidad Leo: — Además de todo esto, sos mamá. ¿Cuántos años tiene tu hijo? Carolina: — 10 años. Leo: — ¿Lo tuviste después o durante tu carrera? Carolina: — Lo tuve en el medio. Antes había perdido un embarazo. Me acuerdo que venía de ganarle a La Tigresa, la pelea más importante de mi vida. Y me enteré que estaba embarazada. No sabía cómo decírselo a Zacarías. Sentía que lo traicionaba, porque éramos socios. Cuando se lo dije, me respondió: “¡Es lo mejor que me podías decir!”. Ese embarazo lo perdí, pero al tiempo quedé embarazada de Elías. Si me preguntás cuál fue la clave de mi éxito, fue tener un entrenador que era mi cómplice. Si no estaba bien para pelear, me lo decía, aunque perdiéramos plata o exposición. Fuimos muy clave uno para el otro. Leo: — ¿Quién estaba más loco: vos o tu entrenador? Carolina: — Él (risas). Obvio. Cuando peleé por el título mundial, era la única sin promotor. No teníamos plata. Buscamos sponsor, se caía todo, pero finalmente salió. Logramos que se televisaran mis peleas y buscamos espacios que a muchos no les gustaron. Así que peleaba arriba del ring y abajo también. Leo: — Y como mamá, ¿también peleaste? ¿Cómo es tu situación familiar? Carolina: — Me tocó una maternidad difícil, muy creativa. Muy feliz, pero también dura porque Elías tiene TDAH. No es una enfermedad, pero es una condición muy rechazada. No logré acordar cosas básicas con el papá y me tocó estar sola con: diagnósticos, terapias y buscar caminos. Nos separamos cuando estaba embarazada. Leo: — Volviste de Miami hace poco. Estuviste viviendo allá un tiempo. ¿Cómo fue esa experiencia? Carolina: — Sí, nos habíamos ido por un proyecto laboral. El papá de Elías también fue. Algunas cosas salieron bien, pero no nos adaptamos. La parte social y de terapias fue difícil. Pensamos que era mejor pasar la infancia acá y estamos en eso. Leo: — ¿Cuánto tiempo viviste allá? Carolina: — Cinco o seis años. Me costó mucho no estar acá. Estados Unidos tiene cosas copadas, pero no tener tu cultura, tus amigos, tus costumbres… es durísimo. Leo: — ¿Es más duro ser mamá que ser boxeadora? Carolina: — ¡Ay! Sí. En el ring subís cuando querés, peleás cuando querés y podés abandonar. Como mamá es siempre. Y siempre lo mejor... "Peleaba con el corazón y quería que el público me quiera", admitió la ex boxeadora en diálogo con Leo Montero. (Diego Barbatto) Quién y por qué El juego consiste en elegir un nombre del mundo del boxeo para asignarle un lugar específico dentro de una secuencia imaginaria propuesta por Leo. Con pizarra en mano, la ex deportista debe pensar bien a quién elegir y justificar su respuesta. Leo: — ¿Con qué boxeador te casarías y por qué? Carolina: — Canelo Álvarez. Porque saldrían hijos colorados (risas) y me gusta la cultura mexicana. Leo: — ¿El dinero lo descontamos? Carolina: — Sí, el dinero es lo de menos. Leo: — ¿Sería un buen marido? ¿Bueno con tu hijo? Carolina: — No sé… Se nota machista, muy reservado. Pero es fachero, joven, gran boxeador… Leo: — ¿Y qué es lo que más te importaría de un marido? Carolina: — Que sea colorado (risas). Y que no me rompa los huev**. Leo: — ¿A quién del boxeo le confiarías un secreto íntimo? Carolina: — A Osvaldo Príncipi, que es como una tía chusma (risas). Me llama y se queda una hora hablando de lo que sea, de cualquier cosa. Además, siempre me dice “campeona”. Leo: — Si pudieras hacerle una pregunta a un boxeador que nunca te animaste o no pudiste, ¿a quién sería y qué le preguntarías? Carolina: — A Tyson. Si hubieras nacido en otra familia, ¿hubieras sido boxeador? Leo: — ¿Y qué pensás que respondería? Carolina: — Creo que diría que no. Porque no llegamos todos al boxeo por lo mismo. Muchos llegamos por necesidad de aceptación, afecto, reconocimiento, económica… Leo: — ¿La mayoría llega por una vida complicada? Carolina: — Siempre digo que subirse a un ring y que te aplaudan es algo que mucha gente no se imagina vivir en otro contexto. Pero la necesidad de afecto es la que más se repite. Y eso te lleva muy arriba o muy abajo. Pero de los que no llegan, no lo sabés porque nunca te enterás.
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