15/07/2025 08:52
15/07/2025 08:52
15/07/2025 08:51
15/07/2025 08:51
15/07/2025 08:49
15/07/2025 08:47
15/07/2025 08:43
15/07/2025 08:42
15/07/2025 08:42
15/07/2025 08:41
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 15/07/2025 04:34
Jane junto a David Greybeard, el primer mono que estableció contacto con ella (National Geographic) Luego de leer la novela Tarzán, Jane Goodall, soñó con mudarse a la selva para convivir con los monos. Años más tarde, acompañada por su madre, partió hacia la región africana de Gombe, actual Tanzania. El 14 de julio de 1960, la joven inglesa de 26 años llegó sola al Parque Nacional de Gombe. Lo que parecía ser una aventura personal se transformó en uno de los mayores hitos de la ciencia del comportamiento animal. La antropóloga descubrió aspectos inéditos de los chimpancés y desafió la mirada patriarcal de la ciencia. De esa manera, abrió una nueva era en la conservación de las especies. "Nací amando a los animales. Salí del útero materno amándolos y encontré en mi familia apoyo para hacer esto. A los 10 años leí Tarzán y les dije a mis padres que me iría a África a vivir con los animales. Todos se rieron de mi, excepto mi mamá“, contó durante una entrevista a solas con Infobae, en una de sus tantas visitas a Buenos Aires. Con el paso de los años, se convirtió en una de las impulsoras de la Primatología moderna y Mensajera de la Paz de Naciones Unidas desde el año 2002, distinción otorgada por el Secretario General de la ONU al destacar y reconocer la creación del programa educativo, ambiental y humanitario Roots & Shoots (Raíces y Brotes), que se extiende alrededor de todo el mundo. La chimpancé Wounda abraza a Jane Goodall al ser liberada El viaje que lo cambió todo El 14 de julio de 1960, Valerie Jane Morris-Goodall llevaba encima lo indispensable: una libreta, binoculares, una carpa y una determinación férrea. La mujer fue acompañada por su madre, Margaret Myfanwe Joseph (la escritora que firmaba con el seudónimo Vanne Morris Goodall) para respetar la exigencia colonial de la época que no autorizaba que una mujer viajara sola. Juntas, madre e hija se instalaron en lo que sería su nuevo hogar: una choza rústica rodeada de selva del Parque Nacional Gombe. Durante las primeras semanas, Jane caminaba por los terrenos empinados del parque de la actual Tanzania, sin más compañía que el canto de pájaros y el murmullo del bosque. Más de una vez —contó más tarde—, se sentía observada por chimpancés que, aún desconfiados, preferían mantenerse a distancia. “Me di cuenta que era la única forma de estudiar a los chimpancés era estar sola en el bosque, sin la presencia amenazante de un equipo grande”, recordó durante una entrevista con Discover Magazine. “No solamente los seres humanos tienen personalidad, capaces de tener pensamientos racional y emociones como alegría y tristeza”, dijo al mundo Jane Goodall Jane junto a David Greybeard Con cada amanecer, Jane afinaba su rutina de observación. Subía colinas en la búsqueda de las posibles rutas de los chimpancés, anotaba sus rastros y se llenaba de paciencia. Durante meses, no vio más que sombras que se esfumaban en la espesura de la selva. Su madre, consciente del desgaste emocional que eso le significaba a su hija, le recordó: “Estás aprendiendo mucho de cómo se mueven, dónde comen y cómo hacen sus nidos. Ese proceso cuenta tanto como el gran hallazgo”. Ya habían pasado seis meses desde su llegada al parque y estaba por vencer el financiamiento que la llevó hasta allí. Sabía que si no lograba un avance significativo, el proyecto podía terminar abruptamente y quizás no podría retomarlo. Pero esa misma presión también le dio un nuevo impulso. Así se internó aún más en el bosque para caminar en silencio y observar sin intervenir. Como si lo hubiera sabido que el tiempo de la mujer se acababa y la posibilidad de ellos para darle voz y sentimientos a su especie, uno de los chimpancés estableció contacto con Jane. David Greybeard —como luego lo llamó— se sentó cerca suyo y usó una rama para sacar termitas de su nido para comerlas. Fue un momento decisivo que obligó a replantear la historia de la evolución humana. El chimpancé David Greybeard utilizando hábilmente una ramita para "pescar" termitas (Instituto Jane Goodall) Jane antes de Gombe El 3 de abril de 1934, Jane nació en Londres, en el seno de una familia de clase media. Creció en Bournemouth (al sur de la Inglaterra de posguerra) rodeada de animales y leyendo cuentos. Cuando a los 10 podía recitar de memoria la novela de Edgar Rice Burroughs, Tarzán de los monos, también coleccionaba terrarios y acompañaba a su perro Rusty en largas caminatas. Su fascinación por la naturaleza era intensa y soñaba con escribir sobre los animales en África. A los 23 años hizo realidad ese sueño y emigró a Kenia como asistente para el Museo Coryndon, donde conoció al famoso antropólogo Louis Leakey que, impresionado por su pasión, inteligencia y talento para la observación, le propuso estudiar chimpancés en libertad, aún sin tener la formación académica convencional que quizás otro le hubiera exigido. “Leakey creía que un espíritu libre y sin prejuicios era más valioso que un doctorado”, contó Goodall en varias oportunidades. Jane en plena exploración Decidida a cumplir su máximo sueño, Jane dejó su trabajo en el Reino Unido, consiguió financiamiento y convenció a su madre para que la acompañara. Después de todo, fue la única que creyó en ella y merecía también vivir la experiencia (además de asegurarle el viaje). Partieron hacia Tanganica con una meta clara: observar a los chimpancés en su entorno natural, aprendiendo de ellos, no imponiéndose por la fuerza. También viajó acompañada por un cocinero. Su mente curiosa, entrenada en observación intuitiva y una profunda empatía por los animales facilitaron la tarea de Jane. Lo sorprendente, es que en la década de 1960 —cuando Jane se lanzó a la aventura— las prácticas científicas imponían distancia e impersonalidad del investigador, todo lo contrario a lo que hacía esta mujer que hasta trepaba árboles. Fue, en palabras de ella, una “oportunidad extraordinaria”, que transformó rápidamente su vida y la historia de la primatología. Otra de las magnificas postales de Jane Goodall y el chimpancé David Greybeard, en Tanzania David Greybeard y la revolución científica A fines de noviembre de 1960, Jane presenció lo impensado. El chimpancé David Greybeard caminó hasta un pequeño montículo de tierra que escondía un nido de termitas. Las miró, tomó una rama que tenía cerca, la rompió, la introdujo en el nido y sacó a los insectos. Según ella, no fue una sola vez… fueron varias veces, hasta que confirmó que era una acción voluntaria del primate. En ese instante, quedó claro que el uso de una herramienta no era exclusivamente humana. Leakey, entusiasmado, respondió con el célebre telegrama: “Ahora debemos redefinir herramienta, redefinir hombre o aceptar que los chimpancés también lo son”. Esa frase sacudió la comunidad científica, obscura hasta entonces en la división entre humanos y animales. El protagonista de esa revolución científica fue David Greybeard, cuyo nombre significa literalmente “David Barba Gris” y hace referencia a la distintiva barba grisácea del mono, una característica física que lo distinguía del resto del grupo. Él fue el primer chimpancé en confiar en Goodall, aceptando su presencia sin mostrar agresividad ni huir, lo que marcó un hito en sus investigaciones. Además, fue el primer individuo en ser observado usando herramientas, un comportamiento que revolucionó la visión científica de la época sobre el uso de herramientas en animales y cuestionó la supuesta exclusividad humana de esa habilidad. Abrió una nueva herida narcisista. A comienzos de la década de 1960, la primatóloga británica observa en silencio a un grupo de chimpancés salvaje Desde entonces, la relación entre Goodall y David Greybeard se convirtió en un punto de inflexión en la etología, y su nombre se convirtió en el comienzo de una nueva era en el estudio del comportamiento animal. Pero la revolución no terminó allí. Jane también informó comportamientos inesperados dentro la comunidad como la caza de monos colobos, episodios de agresión doméstica y guerra tribal en el clan. Observó a las chimpancés Flo y Fifi con sus crías, reconoció gestos de fraternidad, de duelo y de compasión; también acciones que la conmovieron: infanticidios y asesinatos. Jane le puso nombre a los chimpancé que se dejaban conocer y describió sus personalidades en detalle. Mientras la ciencia aplaudía o rechazaba sus investigaciones, Goodall consolidaba un nueva concepción: la de los chimpancés como seres emocionales, sociales y culturales. Por todos estos aspectos, su método de observación fue revolucionario. Jane enseñó a considerar a los chimpancés como seres con emociones, con capacidad de sentir, con sus propias historias, afectos, energía. Esa empatía fue clave para que estos los chimpancés se habituaran a su presencia y, por primera vez, hicieran a una humana parte de su comunidad. En un entorno científico dominado por una mirada patriarcal que privilegiaba la distancia y la objetividad rígida, su enfoque fue disruptivo. Jane introdujo la sensibilidad como herramienta de conocimiento y cuestionó las jerarquías tradicionales de la ciencia del comportamiento. Jane junto a Margaret, su madre, en Tanzania La lucha por la conservación y los derechos animales En 1977, Jane fundó el Instituto Jane Goodall (JGI) en Estados Unidos, con el objetivo de proteger hábitats de animales salvajes, realizar investigaciones y promover la educación ambiental. Más tarde, en 1991, lanzó Roots & Shoots, un programa mundial para jóvenes con proyectos de impacto local y hoy está en más de 100 países. Su activismo por los derechos de los chimpancés alcanzó a todos los rincones del mundo. Llegó a hablar en nombre de la especie ante la ONU, condenó la deforestación y el cambio climático, y defendido los derechos animales con simplicidad e inspiración. En la Cumbre TIME 2019, declaró: “Cuando miles, millones y, ojalá, miles de millones hagamos elecciones éticas, empezaremos a avanzar hacia un mundo mejor”. También se animó a bromear: “A los negacionistas del cambio climático hay que llevarlos a la Antártida y dejarlos allí”. A los resultados de sus investigaciones de campo —que revolucionaron a la comunidad científica y captaron la atención global a través de los documentales de National Geographic— se suman más de treinta libros publicados, numerosos artículos académicos, más de veinte producciones audiovisuales y miles de entrevistas y notas periodísticas. Su trabajo es clave para difundir conocimientos sobre los chimpancés y otras especies y para generar empatía hacia ellos, promover su protección y la de sus hábitats, e invitar a reflexionar sobre la condición humana y la necesidad de una vida más sostenible. El método de Jane está basado en la paciencia, la empatía y la observación directa de los animales. Fue el que cambió para siempre la forma en que la ciencia comprende a los animales Considerada una de las científicas más influyentes del siglo XX y una de las activistas más relevantes del XXI, su vida fue retratada en el documental El viaje de Jane, premiado como “Best Green Film” en el Green Film Fest de Berlín y preseleccionado al Oscar 2012 en la categoría Mejor Documental. Entre sus numerosos libros se destaca Reason for Hope, donde escribe: “Los chimpancés me han dado tanto... aprender de ellos me hizo comprender nuestro lugar en la naturaleza”. Nombrada Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas y reconocida internacionalmente, Jane Goodall continúa recorriendo el mundo. “Me dicen que soy una inspiración. Mucha gente me lo dice. Y sigo trabajando y difundiendo esta pasión que tengo por los animales porque la gente dice que les ha dado esperanza. A su vez ellos me dan fuerza para continuar mi viaje”, aseguró Goodall en una reciente entrevista con Infobae, luego de una intensa semana que la tuvo dando varias charlas en Buenos Aires y hasta de viaje por el Parque Nacional Iguazú, en Misiones. Durante su visita a la Argentina, pasó por las Cataratas del Iguazú y llamó a cuidar el bosque, apuntó contra la caza furtiva y el tráfico ilegal de animales (Administración de Parques Nacionales) El legado: una vida consagrada a los otros Hoy, a los 90 años, Jane Goodall continúa siendo una voz activa por la Tierra. Su gira Hope Global Tour, las conferencias virtuales, libros, entrevistas y apariciones en medios mantienen viva una misión que interpela a nuevas generaciones. Jóvenes alejados del antiguo paradigma que consideraba a los zoológicos como espacios educativos comienzan a ver a los animales como sujetos con derechos. Sus enseñanzas atraviesan edades y culturas. En escuelas de todo el mundo, niñas y niños que forman parte del programa Roots & Shoots impulsan iniciativas de reciclaje, reforestación y defensa del bienestar animal, contribuyendo a un cambio cultural que promueve vínculos más respetuosos entre especies. Jane durante una de su primera entrevista con Infobae, en 2017 (Agustin Marcarian) Jane modificó profundamente la forma en que la ciencia comprende a los animales. No como objetos de estudio, sino como seres con emociones, relaciones y culturas propias. Esa perspectiva, radical en su tiempo, hoy es aceptada por la primatología contemporánea e influye también en campos como la psicología, la ética y la educación ambiental. No se trata sólo de conservar especies, sino de reconocer lo que nos une a ellas. Como ella misma afirma: “Sólo si entendemos, nos importará. Sólo si nos importa, actuaremos. Y sólo si actuamos, habrá esperanza”.
Ver noticia original