14/07/2025 21:17
14/07/2025 21:16
14/07/2025 21:15
14/07/2025 21:14
14/07/2025 21:14
14/07/2025 21:14
14/07/2025 21:14
14/07/2025 21:14
14/07/2025 21:14
14/07/2025 21:13
Crespo » Paralelo 32
Fecha: 14/07/2025 15:25
Por estos días, cuando se habla del futuro del peronismo, muchas voces se alzan con una consigna noble pero incompleta: resistir. Resistir el ajuste brutal, resistir la destrucción del Estado, resistir la ofensiva ideológica que Javier Milei despliega desde la Casa Rosada como un cruzado medieval que confunde libertad con desamparo. Pero si bien resistir puede ser una fase, no puede ser un proyecto. La resistencia, por sí sola, no constituye un proyecto de nación; la reconstrucción de Argentina exige ir más allá del lamento y la nostalgia para centrarse en el trabajo, la inversión y la producción. Lo que el peronismo necesita en esta etapa —como lo ha señalado el escritor Martín Rodríguez— no es tanto un plan de aguante como una estrategia productiva integral. La histórica bandera de la justicia social pierde su eficacia política si no se acompaña de una visión clara sobre cómo generar la riqueza que se pretende distribuir con mayor equidad. Es imperativo actualizar las convicciones con inteligencia y coraje frente al escenario actual, que ha logrado instalar en parte de la sociedad la idea de que el Estado es un estorbo. Confrontar esta narrativa exige ofrecer un modelo alternativo de producción nacional: moderno, sostenible e inclusivo. Limitarse a consignas defensivas corre el riesgo de hablar solo a los convencidos, dejando a los desencantados a merced de discursos que, aunque prometen ruptura, a menudo conducen a la ruina. La experiencia ha demostrado que la redistribución sin crecimiento es efímera y frágil. Se impone la necesidad de un nuevo pacto productivo nacional, que articule inversión pública y privada, innovación tecnológica, fortalecimiento del mercado interno y desarrollo exportador. Es fundamental ir más allá de la mera defensa de la industria nacional y cuestionarse qué tipo de industria se necesita para el siglo XXI, cómo se inserta en el mundo, qué empleos genera y con qué salarios. No toda actividad económica desencadena el mismo impacto en la estructura social. Es crucial identificar y potenciar sectores estratégicos que multipliquen el empleo, dinamicen regiones enteras, promuevan el conocimiento y consoliden soberanía. La energía, la minería sustentable, la bioeconomía, la economía del conocimiento, la maquinaria agrícola y la industria verde son pilares fundamentales para una nueva etapa. Para su desarrollo se requiere planificación, infraestructura, formación de capital humano, financiamiento accesible y reglas de juego estables. Es fundamental comprender que la palpable desilusión de amplios segmentos de la sociedad con la actual administración, pese a la fe depositada en su propuesta disruptiva, no se traducirá de manera automática en una revalidación del peronismo. La erosión de la confianza en Milei no implica un inmediato retorno a las referencias históricas; por el contrario, demandan una renovación profunda. En este complejo contexto, la articulación de una plataforma productiva innovadora y audaz se vuelve indispensable, no solo para reconectar con esos ciudadanos desencantados, sino para ofrecer una visión de futuro que trascienda la coyuntura. Paralelamente, cualquier diseño estratégico debe calibrarse con la agudeza necesaria para interpretar los profundos y dinámicos realineamientos del escenario geopolítico y económico global. La Argentina no opera en un vacío; sus propuestas deben adaptarse a un mundo en constante transformación, capitalizando oportunidades y mitigando riesgos emergentes. A este desafío se le suma otro, no menor: romper la asociación automática entre peronismo nacional y peronismo del AMBA que se ha construido en las últimas décadas. Sin renunciar al carácter nacional de nuestro movimiento, es imprescindible entender que la Argentina es múltiple, diversa y desigual. Y que no existe una sola fórmula que sirva para todo el país. Cada provincia tiene sus particularidades productivas, sociales y culturales, y el peronismo debe ser capaz de leerlas con inteligencia territorial. Lo entendió el peronismo en Córdoba, que supo adaptar su propuesta a las características locales sin romper con la tradición. Esa lógica —la de interpretar y no imponer— debe dejar de ser la excepción y convertirse en norma. Un plan nacional o una estrategia electoral no pueden dictarse desde una oficina en Capital Federal y pretender que se repliquen mecánicamente en Jujuy, Entre Ríos o Chubut. El peronismo debe recuperar su esencia como fuerza transformadora, volviendo a mirar el trabajo como ordenador social y la producción como motor de ciudadanía y soberanía. La competitividad no es solo un tipo de cambio; depende también de factores estructurales como la logística, la innovación, la escala, la calidad y la integración. La historia del peronismo, especialmente en los gobiernos de Perón y Néstor Kirchner, demuestra su capacidad para construir movilidad social ascendente y expansión económica. No se trata de replicar fórmulas del pasado, sino de recuperar la audacia transformadora con nuevas herramientas. Un verdadero plan productivo no puede ser un mero anexo técnico, sino que debe ser el corazón político del peronismo del futuro. Para lograrlo, se necesita un liderazgo que convoque, equipos que planifiquen con visión de largo plazo y una militancia que comprenda que la resistencia, aunque necesaria como primer acto, ya no es suficiente. El verdadero desafío es volver a enamorar con ideas, con propuestas concretas y con un futuro tangible. Resistir, sí. Pero solo como prólogo. El verdadero mandato de época es crear.
Ver noticia original