16/07/2025 19:45
16/07/2025 19:45
16/07/2025 19:45
16/07/2025 19:44
16/07/2025 19:44
16/07/2025 19:44
16/07/2025 19:44
16/07/2025 19:43
16/07/2025 19:43
16/07/2025 19:43
» Diario Cordoba
Fecha: 14/07/2025 10:27
¡Atenea misericordiosa, ampárame tras tu escudo, comparte mis libaciones, entorna conmigo tus ojos de oro y trae dolor y desgracia a las gentes que utilizan mal la palabra excelencia! He visto a los mayores charlatanes babeantes como caracoles tras profesores en huida, invocando que en esa última asignatura querían sobresaliente porque ellos -treinta y pico cincos pelones- aspiraban a la excelencia. He visto a chavales con tres días de experiencia y traje de poliéster invocar la excelencia como emblema para vender fondos, para vender servicios, para vender viajes, para vender casi siempre alguna moto. ¿Despacho profesional? Excelencia. ¿Valla publicitaria? Excelencia. ¿Competición juvenil? Más excelencia. ¿Dudosas universidades transfronterizas, transversales, transhumanistas, tirititrans? Excelencia. El problema de la excelencia es que no puede ser para todos. No es ni aspiracional. Lo robusto y fiable no es excelente y tampoco pasa nada. Se puede tener una digna carrera en las letras sin escribir Guerra y Paz y se puede ser un buen jurista sin ser Savigny. Esta excelencia publicitaria acaba siendo siempre espontánea: ¿pero no era usted excelente de antes? Mire que no es algo que se decida, es algo que se es. Ni la gente que puede ser excelente lo es siempre, es un saco que pesa. Un gigante llevando un saco que le pesa y se le clava en el hombro, más exactamente. A menudo, creo, cuando empieza este menudeo de la excelencia como una mercancía más de un sórdido contrabandista de callejón, creo que se confunde lo difícil con lo extraordinario. Lo difícil lo hace cualquiera. *Abogado
Ver noticia original