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  • Un futuro frágil, si tanto depende de la elección

    Colon » El Entre Rios

    Fecha: 13/07/2025 08:30

    Un amigo que vive en Madrid me escribía días atrás un mensaje que, en trazos gruesos, decía lo siguiente: “me subí a un taxi conducido por un búlgaro que vive hace 18 años acá. Cuando le pregunté si en Bulgaria vivían mejor antes de 1989 o si mejoró después, me contestó sin ambages que vivían mejor antes, con una vida estable, segura y con servicios básicos garantizados para la mayoría.” No se trata de defender los sistemas colectivistas, sino evitar pensar que un único modelo universal es adaptable a todos los países. Muchos piensan que en sus países se vivía mejor hace 40 años que ahora, y deducen que la libertad y la democracia están sobrevaloradas. Argentina acaba de cumplir 209 años como nación independiente: más de dos siglos insuficientes para sentar bases sólidas para el desarrollo. Más de dos siglos durante los cuales, en democracia o en dictadura, sobraron los líderes carismáticos y escasearon los que tuvieran una visión de largo plazo. La decepción es una regla, y la esperanza una excepción. También acá son muchos los que piensan que antes se vivía mejor, con menos desigualdad y más respeto. Pero si el modelo de país no logra consolidarse, el modelo político sí lo hizo. La democracia parece instalada y no parece estar atacada, por más que haya dirigentes a los que les gusta victimizarse. Sin embargo, llama la atención que la solidez de la democracia no haya derivado en mayor solidez institucional. Cada vez que se aproxima una elección, se la presenta como un evento crucial, en el cual se jugará nuestro futuro. Esa misma aseveración contiene el sello de nuestro fracaso: si gana uno, el país será completamente distinto del que hubiera sido en el caso contrario. No parece haberse afianzado modelo alguno de país, sino que lo que tenemos son muchos modelos de gobierno, a cual más mediocre que el otro. Esta semana hubo fuertes disputas en el Congreso Nacional por la distribución de recursos. Quienes durante dos años parecieron aliados, ahora necesitan mostrarse distintos, pues se juegan el cargo. No importa la racionalidad, ni el impacto social o económico de un sinsentido con forma de ley, que luego el Ejecutivo intentará vetar, sino que solo importa la campaña, que todo lo justifica. En época de elecciones, muchas bajezas quedan al desnudo. Como al taxista búlgaro, las noticias cotidianas y los beneficios de la democracia se nos hacen ininteligibles. Las elecciones son el amparo bajo el cual se urden redes de intereses personales que en nada nos benefician. Quizás ahí esté la razón por la cual la tasa de participación en las elecciones se ha desplomado: no tenemos mucha esperanza en lo que nos puedan devolver nuestros elegidos. Cuando nos dicen que esta elección es “crucial”, sabemos que sólo lo es para quienes compiten. Con todo, la indiferencia, o la apatía, podrían no ser tan malas señales. Podría indicar que hemos aprendido a adaptarnos a lo que nos toque en suerte en cada elección. Si fuera realmente crucial, podría llenar de fragilidad nuestro futuro, tan dependiente de un resultado que no podemos manejar. Fuente: El Entre Ríos

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