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Concordia » El Heraldo
Fecha: 12/07/2025 18:58
En la Edad Media la mujer no podía estudiar ni leer porque se la consideraba un ser inferior, y si aprendía de manera encubierta y era descubierta se la consideraba como un ser diabólico. El aprendizaje era para unos pocos, solo un puñado de hombres eran los privilegiados. Las mujeres han ido generando espacios por derecho propio, pero también es justo decir que los hombres han cometido centenares de errores garrafales, y la eficacia no fue una cualidad que los distinguió en las actividades laborales exclusivas a las que se dedicaban. Sumado al uso y abuso del poder que ejercieron. Cuando existen resistencias en contra de lo que una mujer puede o no estar capacitada, los varones deberíamos preguntarnos por los representantes de nuestro género que no cumplieron con las expectativas y fracasaron estrepitosamente. Cuando nos sorprendemos de que mujeres ocupen cargos importantes en la política, en las empresas, en la justicia, deberíamos revisar minuciosamente la innumerable cantidad de dirigentes políticos varones que no cumplieron con lo que habían prometido, siendo excelentes administradores personales, pero inútiles en la gestión pública. Como, por ejemplo, los centenares de CEO que fracasaron y llevaron a sus compañías a la quiebra. O los funcionarios judiciales que no eran los más idóneos para impartir justicia, que cajonearon expedientes, dictaron sentencias sesgadas de injusticia y a veces se sometieron a la coima amiga. ¿Y todo esto fue obra de las mujeres? Si respondiéramos a ese interrogante rápidamente o concienzudamente, la respuesta seria un no rotundo. Tampoco debemos olvidarnos de que por el hecho de ser mujer las convierta en eficaces o infalibles ante las diferentes circunstancias de la vida. Porque, a decir verdad, hemos observado muchos fracasos cuando muchas mujeres lograron perforar el techo de cristal. Lo justo sería decir que se no se trata de una cuestión de géneros, si no de capacidades. Un ámbito inexpugnable El mayor escollo que ha tenido la mujer a lo largo de la historia fue obtener lugares de jerarquía dentro de la Iglesia Católica. Después de más de 2000 años de la creación de la Iglesia del Pueblo de Dios, la mujer se ha visto impedida de ser ordenada como sacerdotisa. Otras Iglesias como la anglicana se han aggiornado y en la década de los noventa tuvieron sus primeras mujeres sacerdotisas. El Papa Juan Pablo II en sus últimos años como máximo jerarca de la Iglesia vedó esa posibilidad y los que vinieron después tampoco han podido romper con la tradición. Quizás con el paso del tiempo la Iglesia Católica revea esa férrea posición que se torna anticuada y les dé a las mujeres la posibilidad de poder brindar los sacramentos, terminando con siglos de tradiciones exclusivamente masculinas. Mandatos antiguos que quedan en desuso La tradición marcaba que una mujer que pasara los treinta años ya estaba de vuelta, que en la primera oportunidad que se les presentase agarraban viaje. Sin embargo, en la ciudad de Buenos Aires en el censo del año 2001 más de trescientas mil mujeres estaban sin pareja en la franja que va de los 30 a 34 años. Descendiendo a doscientas sesenta mil entre los 35 y 39 años. Cambió el concepto de que si una mujer está sola es infeliz, muchas no saben qué le pasan a los hombres de su edad, los ven como inmaduros, muchos viviendo en la casa de los padres, y esa postura de los varones a las mujeres les resulta incomprensible. Otras no entienden cómo los hombres le tienen miedo al compromiso de tener una pareja estable. Pero también es innegable que a las mujeres el nuevo escenario les ha abierto su cabeza, y se privilegian situaciones personales y profesionales en detrimento de la vida de a dos. Es importante conocer el pensamiento de Dora Barrancos sobre el tema. Ella es socióloga y ha sido titular del Instituto Interdisciplinario de Estudio de Género y directora del Conicet:” Con las grandes modificaciones de fin de siglo, la mayor consecuencia que se observa es que la mujer armó una subjetividad femenina más consecuente con su autonomía. Evidentemente, esto hace que ellas no acepten ni lo primero ni lo segundo que venga. Ejercen un mayor arbitraje en la elección, hay una referencia más que se agrega al examen de la verdadera convivencia. Buscan lo verdadero, ya no se rigen por el orden impuesto del contexto, tal como lo hacían 40 años atrás.” Las clases sociales tienen mucho que ver en los cambios de paradigma de la mujer, ya que en las clases bajas el predominio por tener hijos y no hacer otra cosa que parir y en algunos casos dejarlos que se críen a la buena de Dios. No hay en estas mujeres un claro sentido del desarrollo personal, contrariamente a las de clase media y alta que colocan entre sus objetivos primordiales el desarrollo personal y laboral. Dejando en un segundo plano al casamiento y al tener hijos.
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