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  • Una alergia alimentaria podría ser la causa oculta detrás de las pesadillas

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 09/07/2025 03:02

    Investigadores canadienses hallaron una relación entre las pesadillas y la intolerancia a la lactosa, ligada a molestias digestivas nocturnas (Imagen ilustrativa Infobae) Entre el 2 % y el 8 % de los adultos tienen problemas con las pesadillas, afirma la Fundación del Sueño de Estados Unidos. La entidad señala que no existe una explicación definitiva sobre por qué tenemos esas experiencias oníricas desagradables, angustiantes y perturbadoras que ocurren durante la fase de sueño REM (movimientos oculares rápidos) cuyos efectos son una mala calidad de sueño y feos despertares. En busca de una causa, un nuevo estudio de la Universidad de Montreal, publicado en Frontiers in Psychology, sugiere que ciertos alimentos, en especial los lácteos, pueden influir en la aparición de pesadillas. Según los investigadores, en particular, la intolerancia a la lactosa y los síntomas gastrointestinales asociados se vinculan con sueños extraños o perturbadores. Estos resultados respaldan la relación entre dieta y calidad del sueño, y abren un nuevo camino para diseñar intervenciones no farmacológicas para tratar los trastornos del sueño. Intolerancias alimentarias y sueño El consumo de lácteos antes de dormir se asoció con sueños más perturbadores en personas con intolerancia (Imagen ilustrativa Infobae) El equipo de investigadores encuestó a más de 1000 estudiantes de la Universidad MacEwan sobre sus hábitos alimentarios, la calidad del sueño y posibles vínculos entre ambos, y halló una asociación significativa entre las pesadillas y la intolerancia a la lactosa, posiblemente relacionada con molestias digestivas nocturnas como gases o dolor estomacal que alteran el contenido de los sueños. “La gravedad de las pesadillas está estrechamente relacionada con la intolerancia a la lactosa y otras alergias alimentarias”, afirmó el doctor Tore Nielsen, de la Universidad de Montreal, autor principal del artículo. “Estos nuevos hallazgos implican que cambiar los hábitos alimenticios en personas con ciertas sensibilidades alimentarias podría aliviar las pesadillas. También podrían explicar por qué las personas suelen culpar a los lácteos de las mismas”, detalló. La relación entre la alimentación y el sueño es objeto de estudio durante décadas, pero la evidencia científica que respalde o refute esta creencia sigue siendo escasa. “Nos preguntan con frecuencia si la comida afecta los sueños, especialmente los periodistas que viajan a vacaciones gastronómicas. Ahora tenemos algunas respuestas”, dijo Nielsen. La intolerancia a la lactosa se vinculó con mayor frecuencia de pesadillas y peores condiciones para alcanzar un sueño reparador (Imagen Ilustrativa Infobae) El estudio se centró en analizar no solo el tiempo y la calidad del sueño de los participantes, sino también la frecuencia y el contenido de sus sueños, la presencia de pesadillas y cualquier asociación percibida entre determinados alimentos y la experiencia onírica. Además, los investigadores indagaron en la salud mental y física de los estudiantes, buscando conexiones entre estos factores y la alimentación. Aproximadamente un tercio de los encuestados reportó experimentar pesadillas con frecuencia. Las mujeres, según los datos recogidos, mostraron una mayor tendencia a recordar sus sueños y a informar tanto de un mal descanso como de pesadillas. Además, casi el doble de mujeres que de hombres reportó intolerancia o alergia alimentaria. Este dato sugiere una posible relación entre la percepción de la salud digestiva y la calidad del sueño, especialmente en la población femenina universitaria. En cuanto a las creencias sobre la influencia de la comida en el sueño, alrededor del 40 % de los participantes manifestó pensar que comer tarde o consumir ciertos alimentos afectaba su descanso. De este grupo, aproximadamente el 25 % consideró que algunos alimentos podían empeorar la calidad del sueño. El análisis de los hábitos alimentarios reveló que quienes seguían una dieta menos saludable tenían más probabilidades de experimentar sueños negativos y menos probabilidades de recordarlos. Este patrón sugiere que la calidad de la alimentación podría influir tanto en el contenido como en la memoria de los sueños, aunque la dirección de esta relación aún no está clara. Ciertos alimentos como lácteos, dulces y picantes fueron identificados como factores que afectan la calidad del descanso nocturno (Imágen Ilustrativa Infobae) Entre los alimentos señalados como posibles responsables de un mal descanso, los dulces, las comidas picantes y los lácteos ocuparon los primeros lugares. “Las pesadillas son peores para las personas intolerantes a la lactosa que sufren síntomas gastrointestinales severos y cuyo sueño se ve interrumpido”, explicó Nielsen. Esta observación sugiere que el consumo de lácteos podría desencadenar molestias digestivas en personas con intolerancia, lo que a su vez afectaría tanto la calidad del sueño como la naturaleza de los mismos. La lógica detrás de este hallazgo se apoya en el conocimiento previo de que otras sensaciones corporales pueden influir en el sueño. Las pesadillas, especialmente cuando son frecuentes, tienden a despertar a las personas en un estado de malestar emocional. Este fenómeno puede llevar a conductas de evitación del sueño, lo que dificulta aún más la posibilidad de obtener un descanso reparador. Así, la relación entre la alimentación, las molestias físicas y la experiencia onírica parece estar mediada por una compleja interacción de factores fisiológicos y psicológicos. El contexto histórico del estudio también resulta relevante. En una investigación previa realizada por Nielsen y el doctor Russell Powell en la misma universidad, 11 años antes, se había observado un mayor número de participantes que reportaban un vínculo entre la comida y sus sueños. Investigadores señalaron que los productos lácteos como el queso podrían alterar el sueño en personas con sensibilidad digestiva (Imagen Ilustrativa Infobae) La diferencia en los resultados actuales podría deberse a una mayor conciencia sobre las intolerancias alimentarias entre los estudiantes, lo que habría llevado a una reducción en el consumo de alimentos problemáticos y, en consecuencia, a una menor incidencia de sueños alterados por la dieta. Esta hipótesis abre la puerta a posibles intervenciones dietéticas sencillas que podrían mejorar tanto el sueño como la salud general de las personas. Si los individuos logran identificar y evitar los alimentos que desencadenan molestias digestivas o alteran su descanso, podrían experimentar una mejora significativa en su bienestar nocturno. No obstante, el estudio reconoce que, más allá del vínculo sólido entre la intolerancia a la lactosa y las pesadillas, la relación entre la dieta y el sueño sigue siendo en gran medida desconocida. “Necesitamos estudiar a más personas de diferentes edades, de distintos ámbitos de la vida y con distintos hábitos alimentarios para determinar si nuestros resultados son verdaderamente generalizables a la población más amplia”, afirmó Nielsen. Mejorar la alimentación en personas con intolerancias podría reducir las pesadillas, aliviar molestias digestivas y favorecer un descanso más reparador (Imagen Ilustrativa Infobae) Esta necesidad de ampliar la muestra y diversificar los perfiles de los participantes responde a la complejidad inherente al fenómeno estudiado. Factores como la edad, el entorno social y los patrones dietéticos pueden influir de manera significativa en la relación entre la alimentación y el sueño. “Nos gustaría realizar un estudio en el que pidamos a las personas que ingieran productos de queso en comparación con algún alimento de control antes de dormir para ver si esto altera su sueño o sus sueños”, propuso Nielsen. Finalmente, aunque existe la posibilidad de que una mala alimentación conduzca a un peor descanso, no se puede descartar la hipótesis inversa: que las personas coman peor debido a la falta de sueño. Asimismo, podría existir algún otro factor que influya tanto en la dieta como en la calidad del sueño. Se necesitarán más investigaciones para confirmar estos vínculos e identificar los mecanismos subyacentes, dijeron los expertos.

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