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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/07/2025 02:35
Las raíces de la vitivinicultura nacional se hunden en tradiciones que aún moldean los vinos actuales (Imagen Ilustrativa Infobae) Sin dudas, los vinos que se consumen hoy en día no solo son mucho mejores que los que se bebían a comienzos del siglo XIX, sino que además son los mejores de la historia argentina. Y si bien la evolución tecnológica tiene mucho que ver, más ha sumado la experiencia. La observación a lo largo de estos años ha contribuido mucho a la toma de decisiones de los hacedores que, cada vez más, encuentran en las tradiciones las respuestas que hoy necesitan. Porque claramente para lograr grandes vinos se necesita una bodega equipada y bien limpia. Pero también, un terruño especial y, sobre todo, alguien que pueda interpretar ese paisaje para transformarlo en una botella única. Es por ello que, detrás de muchos vinos argentinos hay historias que explican mejor la evolución, ya sea de una zona o de una variedad. Aunque también existieron personajes y se dieron sucesos que moldearon el rubro y que son muy responsables del estilo, la calidad y la diversidad. Se sabe que los integrantes del Congreso de Tucumán; que en 1816 proclamó la liberación política del país de la monarquía española; tomaban pocos vinos elaborados en la Región de Cuyo y muchos vinos españoles. Y recién cuarenta años después, la vitis vinífera se introdujo al país masivamente; a mediados del siglo XIX, y recién hacia finales del siglo comenzaría a desarrollarse la vitivinicultura a nivel industrial. A comienzos del siglo XIX, los argentinos bebían más vino español que local debido a una ley que prohibía cultivar vid en las colonias (Imagen Ilustrativa Infobae) Por consiguiente, la mayoría de los vinos que se tomaban en 1816 eran importados de España, porque además existía una ley (promulgada por la corona en el siglo XVI) que prohibía el cultivo de la vid en sus colonias. Así, la clase alta y los políticos disfrutaban de los afamados vinos de Rioja, Málaga y Jerez, mientras el pueblo debía conformarse con el “vino Carlón”; tintos generosos a base de la uva Garnacha que se elaboraban en la región de Valencia, a los que se encabezaba con mosto concentrado cocido durante la fermentación. Eran vinos intensos, densos y pesados, de gran cuerpo y con más de 15 grados de alcohol, que soportaban bien el cruce del Atlántico y el paso del tiempo, pero debían rebajarlos con agua para poder tomarlos. Sin dudas, cuando se declara la independencia en el país, el vino Carlón (español) era el más popular. Con el paso de los años, y ya liberados de la corona española, se empiezan a elaborar en el país (paradójicamente a manos de viticultores inmigrantes de España e Italia, principalmente) mejores vinos que los importados. Mendoza ya producía una cantidad suficiente de uno que resultaba de menos cuerpo que el Carlón, pero a la vez con bastante espíritu, de excelente gusto, y con cierta capacidad de guarda, según consta en documentos jesuitas de la época. Elaborados a base de uvas Criolla (grande y chica), Cereza y Moscatel, provenientes de parrales “españoles” y cosechadas en canastos, se llevaban en mula a la bodega. Los racimos se volcaban en un lagar de cuero de buey, allí se pisaban y el mosto (jugo de uva) se depositaba en grandes botijas para su fermentación. Una vez obtenido el vino, se colaba con un cedazo de cuero para eliminar hollejos, semillas e impurezas, y de ahí pasaba a las vasijas de arcilla y cerámica (reemplazadas a finales de siglo por las de roble), ubicadas en los sótanos de las bodegas para su posterior despacho. Historias de vinos con mucha historia Al igual que la sociedad argentina, la industria vitivinícola se forjó a imagen y semejanza del Viejo Mundo, con uvas, métodos y denominaciones europeas, llegando a ser uno de los cinco productores de vinos del mundo de la historia. El vino más consumido en tiempos de la independencia era el Carlón, un tinto español encabezado, rebajado con agua por su potencia alcohólica (Imagen Ilustrativa Infobae) Fue así que, hasta finales del siglo XX, los vinos nacionales más admirados y consumidos tenían mucho más que ver con la influencia de los importados. El comienzo del siglo XXI fue el puntapié inicial para lograr vinos con más identidad de lugar, así fue que el Malbec se convirtió en sinónimo de Argentina; aunque este es un proceso muy dinámico y está en pleno desarrollo. Hoy, el presente y el futuro del vino argentino dependen fundamentalmente del Malbec. No solo por ser la uva tinta más plantada (48.000 hectáreas) sino por ser el vino más producido, consumido internamente y exportado. No hay dudas que es el mejor que elaboran agrónomos y enólogos, además de ser el que demuestra mayor potencial. No obstante, en la Argentina hay muchas variedades plantadas y que también se han adaptado muy bien; Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Bonarda, Criolla, Chardonnay, Syrah, Petit Verdot, Semillon, Viognier y un largo etcétera. Y si bien ninguna asoma como sucesora del Malbec, varias de ellas son protagonistas de vinos con mucha historia, debido a su gran adaptación al suelo argentino, y las características logradas. Hoy en día, donde los países celebran a la distancia la independencia de sus pueblos; lograda por antepasados lejanos con mucho sufrimiento; el vino es más protagonista que nunca, sobre todo en la vida cotidiana. Porque sigue siendo el compañero ideal de mesa de la mayoría. Todo vino tiene una historia, pero algunos tienen mucha historia, sin que ello implique solamente paso del tiempo. Ya que un período de 25 años es suficiente para escribir una historia. Por ejemplo, en un terruño donde antes no se hacían vinos, como San Patricio del Chañar en Neuquén. Hoy, Bodega Del Fin del Mundo no solo ostenta los viñedos más antiguos de la región, sino que ha llevado su expertise al Viejo Mundo, más precisamente a Armenia, donde también tienen una bodega. La llegada masiva de la vitis vinifera en el siglo XIX marcó el inicio de la vitivinicultura nacional a escala industrial (Imagen Ilustrativa Infobae) Así, unieron dos terruños, uno milenario y el otro joven, uno en el principio del mundo y el otro en el fin. Y la familia Eurnekián; que está haciendo historia; apuesta por el Syrah como el vino que una esos dos mundos. Es por ello que el Fin Single Vineyard Finca La Surpina Syrah 2021 es un vino que hay que seguir de cerca, más allá de sus atributos, ya que marca la evolución de una búsqueda, que busca hacer historia. Otro varietal con mucha historia detrás es el Benegas Lynch Cabernet Franc, un vino elaborado por Federico Benegas Lynch desde 2000, con uvas provenientes de Finca Libertad, ubicada sobre el lecho del Río Mendoza, donde en 1899 significaba para el viticultor tener agua asegurada en medio del desierto. En ese viñedo plantado por su bisabuelo (Tiburcio Benegas), las raíces de las vides llegan hasta cuatro metros de profundidad, y el riego por inundación las protege de la filoxera, que le escapa al agua. El microclima que genera el viento frío que baja de los Andes por el cauce del Río, la amplitud térmica y la pobreza de los suelos, hacen que ese Cabernet Franc no sea solo el más antiguo del mundo, sino un viñedo completamente único. Sus 125 cosechas lo confirman. Por su parte, la bodega Catena Zapata comenzó a pensar en Malbec desde el vamos; 1902; según cuenta la historia de Nicola Catena, el fundador de la casa. No obstante, el Malbec que mejor cuenta esa historia (y la de la variedad) es el Malbec Argentino, un vino que nació en 2004 elaborado por Alejandro Vigil y que hace algunos años cambió su etiqueta sobria, por una que hace historia. Ya que cuenta, desde sus orígenes en el siglo XIII, la historia del Malbec; de dónde surgió, cómo viajó a la Argentina, cómo la filóxera la hizo casi desaparecer de Francia, y cómo resurgió como gran vino en las regiones mendocinas. Una verdadera obra de arte, única en el mundo del vino. Si bien en Mendoza hay varios viñedos históricos en lo que se denomina Primera Zona (Luján de Cuyo y Maipú), Las Compuertas es una de las zonas más destacadas en ese sentido. Ubicada en una de las zonas más altas del Río Mendoza, a una altitud de 1100 metros aproximadamente, donde el clima es templado y el suelo pedregoso, con una capa superficial de material fino: arena, limo y arcilla, pobre en materia orgánica pero rico en calcáreo. Allí, las “Cepas Madres” de la Viña Jardín de María tienen más de 110 años de vida, y sus raíces alcanzan los 2,35 metros de profundidad. Las primeras elaboraciones locales usaban uvas Criolla, Moscatel y Cereza, pisadas en lagares de cuero y fermentadas en botijas (Imagen Ilustrativa Infobae) Como en toda finca tradicional, el riego se hace por surcos y las vides reciben las primeras aguas del deshielo de la Cordillera de los Andes. Para Gustavo Barbier, sus vinos son un homenaje a las madres, porque el amor, la dedicación, la paciencia y el cariño que una madre tiene por sus hijos inspira todos los cuidados y dedicación que le da a sus vinos y a su pequeña gran viña. Así es la dedicación que le pone a cada cepa, a cada racimo y a cada baya con la que elabora sus vinos. Muy cerca de allí, está la bodega Cheval des Andes, que marcó un hito desde 1999, ya que fue un joint-venture entre Cheval Blanc y Terrazas de los Andes, para producir un Grand Cru de los Andes. El enólogo que inició esta historia es Roberto de la Mota, y el que se acaba de despedir es Gérald Gabillet, que estuvo como Director & Head Winemaker de Cheval des Andes de 2018 a 2025. En ese período elaboró el blend del 2018 y las cosechas 2019, 2020, 2021 (actualmente en el mercado), 2022, 2023, 2024 y 2025. Para esta última, ya contó con la ayuda de su sucesor, Pierre Polbos, de 29 años, ingeniero agrónomo y enólogo diplomado por la DNO de Toulouse, se formó en Château Cheval Blanc. Sin dudas, la visión y la técnica se funden en este blend tinto que, desde hace 25 años, es uno de los mejores exponentes del país, reflejando como la experiencia del Viejo Mundo (Cabernet Sauvignon) se combinó de manera excepcional con la fuerza del Nuevo Mundo (Malbec). Otro personaje que está haciendo historia es Marcelo Miras, quién desembarcó en la Patagonia en los años noventa y, gracias a su trabajo, se convirtió en un referente de la zona. Elaboró vinos en Canale, Noemia, Bodega Del Fin del Mundo, Del Río Elorza y Patritti, entre otras. En su propia bodega, desde 2005, trabaja con su familia respetando el terruño. Su flamante línea de alta gama (Familia Miras), elaborada con uvas de viñedos certificados orgánicos en Río Negro, muestran su mejor versión. Según el hacedor, ahora se da bien el Cabernet Sauvignon en la zona, debido al cambio climático. Las uvas provienen de solo seis hileras, y se vinifican en bines con pissage y a barricas, dando apenas 300 botellas. 2022 es el año en que lo empezaron a vinificar por separado este varietal, para ver qué pasaba. La tradición vitivinícola argentina fue moldeada por inmigrantes europeos que reinterpretaron técnicas del Viejo Mundo en suelo americano (Imagen Ilustrativa Infobae) Si bien Patagonia no es una de las principales regiones vitivinícolas, no solo cuenta con mucha historia, sino que hay emprendimientos que están haciendo historia, como Ribera del Cuarzo. Que no solo se luce con sus Malbec, sino que apostó fuerte a dos cepajes tintos emblemáticos de la zona; Pinot Noir y Merlot. Las raíces en la Patagonia y en la tradición vitivinícola de la familia de Felipe José Menéndez Arguelles, fundador de la bodega, se remontan a más de 150 años. Provenientes de dos orígenes muy diferentes, Bodega Ribera del Cuarzo parece ser la síntesis de esas dos poderosas fuerzas. Su abuela, Melchor Concha y Toro, fundó su bodega en 1883, solo unos años después de que José Menéndez comenzara su empresa de producción y transporte de lana en la lejana Patagonia. Casa Pirque; bodega emblemática de Chile, fue el lugar donde Felipe pasó los veranos de su infancia y al que viajó muchas veces en su juventud. Su carrera en el mundo del vino comenzó cuando, siendo muy joven, se unió a la bodega del doctor Nicolás Catena y descubrió, a su lado, el fascinante mundo del vino; que se ha convertido en su vida. El NOA también tiene mucha historia, tanta que posee la primera bodega registrada de la Argentina; hoy Colomé. Y se sabe que lo más importante de un vino es lograr embotellar un lugar, ya que nadie puede emular el carácter del viñedo de otro. Eso que tienen muy claro en el Viejo Mundo es lo que atrajo a Thibaut Delmotte, un joven hacedor francés que se deslumbró con el lugar, y se dejó llevar por la tentación de conquistar las alturas con los vinos que imaginó, allí se podrían lograr. Y en estos más de veinte años pasaron muchas cosas. Colomé puede ser considerada una de las bodegas más jóvenes del NOA, pero adquirió la bodega más antigua de la Argentina, y eso la obligó desde el vamos a estar a la altura de los referentes. Una de las primeras cosas que hicieron Thibaut y Donald Hess (su fundador) fue respetar el carácter del lugar, e intentar hacer el vino más alto del mundo. Con esas premisas se lanzaron y, de alguna manera, revolucionaron los vinos del NOA. Otros jóvenes que están revolucionando su zona son los dos matrimonios detrás de Cara Sur en Barreal, Valle de Calingasta, en San Juan. En este pequeño proyecto, Pancho Bugallo y Sebastián Zuccardi trabajan con variedades Criollas de viñedos viejos que están recuperando. El crecimiento cualitativo del vino argentino en el siglo XXI responde tanto a avances técnicos como a la acumulación de experiencia (Imagen Ilustrativa Infobae) El nombre tiene origen en la Cara Sur del cerro Mercedario (6770 msnm) y una historia de supervivencia. En la bodega, sus respectivas mujeres (Nuria y Marcela), también participan activamente en todo el ciclo de la concepción de los vinos. El emprendimiento ya cuenta con bodega propia, especialmente diseñada para poder realizar todas las pequeñas vinificaciones por separado. Las uvas provienen de viñedos con más de 80 años de historia, recuperados y maduros, que ofrecen uvas sanas que luego son fermentadas y maceradas en huevos de cemento. Luego aparecen las barricas añejas para equilibrar el vino. El rescate y revalorización de la uva Criolla mucho tiene que ver con el trabajo que vienen haciendo estos cuatro jóvenes que, en lugar de dejarse llevar por las modas, apostaron por poner en valor las tradiciones vitivinícolas del lugar. Estos son apenas nueve vinos que cuentan muy bien su historia y son el fiel reflejo de la evolución de una zona, de una variedad, de un estilo o de las personas, demostrando que el vino es especial y la bebida ideal (además de ser la bebida nacional) para brindar por la patria. La evolución del vino argentino muestra un giro desde la imitación de estilos extranjeros hacia la expresión del terruño propio (Imagen Ilustrativa Infobae) Nueve vinos argentinos con historia Ribera del Cuarzo Clásico Merlot 2022 Ribera del Cuarzo, Río Negro, Valle Azul $37.800 Van ocho años de observación, pero ya se han logrado muchos avances, sobre todo a manos de este varietal, protagonista del “vino argentino más caro de la historia” (es de la misma bodega). Tinto con buen cuerpo y agarre, con cierto protagonismo de la madera, pero ganan la fruta y la frescura. De buen volumen, con taninos incipientes y finos que resaltan la delicadeza del cepaje con carácter propio. Beber entre 2025 y 2028. Puntos: 91 Fin Single Vineyard Finca La Surpina Syrah 2021 Del Fin del Mundo, Neuquén, San Patricio del Chañar $39.000 Juliana del Águila Eurnekian continúa con el gran desafío de unir el principio con el fin del mundo del vino; la historia (de Armenia) con el potencial (de la Patagonia). Y la variedad elegida por su familia, para ser insignia en ambos terruños, es la Syrah. Y poco a poco, cosecha tras cosecha, este vino se va consolidando como un referente de la región. De aromas delicados, con cierta complejidad. Hay un carácter de frutas maduras con algo de especias. Franco y de buen cuerpo, taninos firmes pero finos que aportan estructura y profundidad, resaltando su muy buena frescura final. Beber entre 2025 y 2029. Puntos: 92,5 Viña Jardín de María Cabernet Sauvignon 2021 Viña Jardín de María 1910, Mendoza, Luján de Cuyo, Las Compuertas $45.000 Con cada cosecha, Gustavo Barbier y familia le van encontrando la mejor manera de expresar ese viñedo único que poseen. Las “Cepas Madres” de Viña Jardín de María tienen más de 110 años de vida, y sus raíces alcanzan los 2,35 metros de profundidad. Como en toda finca tradicional, el riego se hace por surcos. Para cuidar su “jardín de viñas”, realizan varias tareas durante todo el año para mejorar las plantas y el suelo, y especialmente cuidar sus antiguas cepas. Esto explica los aromas distinguidos y más dirigidos de este vino, con algo de notas de madera nueva y taninos algo granulosos que hablan de su juventud. Su buena frescura resalta el agarre en su paso por boca. Se lo puede esperar hasta que se afinen los taninos o bien disfrutarlo acompañando platos consistentes. Beber entre 2025 y 2030. Puntos: 92 La interpretación del paisaje por parte de enólogos y agrónomos se volvió clave para crear vinos con identidad local (Imagen ilustrativa Infobae) Colomé 1831 Oldest Vines Malbec 2020 Bodega Colomé, Alto Valle Calchaquí, Salta $58.700 Las uvas provienen del viñedo de la finca en Colomé, plantado en 1831, y se eligen exclusivamente de vides de más de 100 años de antigüedad. Colomé es la bodega más antigua de Argentina en funcionamiento y, desde hace más de 180 años, elabora vinos. Es un Malbec de aromas classy, con fruta madura dejos de cuero y especias. De trago voluptuoso, con las notas de crianza que asoman sobre el final, potenciadas por sus taninos algo firmes. Hay profundidad con carácter de lugar. Beber entre 2025 y 2028. Puntos: 92 Benegas Lynch Estate Single Vineyard Finca Libertad Cabernet Franc 2021 Benegas, Mendoza, Maipú, Cruz de Piedra $60.000 Es, según su creador, el primer Cabernet Franc varietal de Alta Gama que llegó al mercado, a principios del milenio. Elaborado de manera clásica, a partir de vides casi centenarias de un viñedo recuperado por Federico Benegas y plantado por su bisabuelo Tiburcio, fundador de Trapiche (1883). De trago fluido y estilo clásico, paladar fresco y taninos incipientes que aportan profundidad y hablan de juventud, resaltando el carácter herbal típico de la variedad. Beber entre 2024 y 2028. Puntos: 92,5 Malbec Argentino 2022 Catena Zapata, Mendoza, Valle de Uco $75.000 Desde 2004 este Malbec marca el camino, porque no se hace a partir de un viñedo sino de una combinación de uvas, provenientes de viñedos viejos en La Consulta y Lunlunta. Y ese choque de lo tradicional (Angélica, Lunlunta) con lo moderno (Nicasia, La Consulta) propone un Malbec que logra contar una historia a partir de un vino, tanto por fuera como por dentro. Esta cosecha 2022 se muestra joven y herbal, con buen cuerpo y una frescura que resalta su expresión. De trago ágil y consistente, con dejos de frutas rojas y especias, y la crianza muy bien integrada. Beber entre 2025 y 2029. Puntos: 94 En zonas como el Valle de Calingasta o el Alto Valle de Río Negro, se recuperan viñedos antiguos y se revalorizan variedades Criollas Familia Miras Cabernet Sauvignon 2022 Familia Miras, Río Negro, Alto Valle de Río Negro, General Roca $80.000 Se nota que hay un estilo definido que atraviesa toda la línea, más allá de que este haya sido el último en sumarse, y el más joven. Con un año más de estiba, el vino ha ganado. En nariz, sus aromas se integraron y su tipicidad resulta más elegante, más allá de las notas maduras. Su paladar es consistente, con sus taninos finos y granulosos que destacan su muy buena frescura, aportando complejidad al final de boca. Un gran vino de autor, en cuya etiqueta se puede apreciar la palma de su mano con las líneas en relieve. Beber entre 2025 y 2030. Puntos: 94 Cara Sur Parcela La Totora Criolla Chica 2022 Cara Sur, San Juan, Valle de Calingasta $107.800 Hay mucho significado en este vino, no solo por su escasez –ya que nace de solo 100 plantas (0,32 ha) de más de 80 años, en Paraje Hilario, a 1500 msnm–, sino también por la búsqueda de sus hacedores, Pancho Bugallo y Sebastián Zuccardi, ambos bien secundados por sus mujeres Nuria y Marcela. Todo esto explica su valor e intenciones. De aromas muy austeros, aunque la fruta es roja y delicada. De paladar limpio y sutil, con texturas finas, de final suave y persistente. Beber entre 2025 y 2028. Puntos: 93 En regiones andinas, las cepas centenarias se riegan con aguas de deshielo y conservan prácticas tradicionales como el riego por surcos (Imagen Ilustrativa Infobae) Cheval des Andes 2021 Cheval des Andes, Mendoza $175.000 Desde hace algunos años, el enólogo francés Gerald Gabillet está al mando de Cheval des Andes, enfocado en lograr un estilo más definido y en línea con su hermano mayor francés (Cheval Blanc). De aromas equilibrados, elegante e integrado, de paladar compacto (por joven) y con taninos finos. Posee un agarre delicado y una expresión contenida que refleja su potencial. Acá hay un vino completo y joven, con gran potencial, que refleja muy bien la cosecha fresca. Y en este potencial compacto, fino y fresco, está lo mejor del vino. Elaborado a base de Cabernet Sauvignon (50%), Malbec (48%) y Petit Verdot (2%). Beber entre 2025 y 2030. Puntos: 95,5
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