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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/07/2025 02:34
Esther Díaz y la vejez “A partir de los cincuenta años, mi vida sexual comenzó a ponerse interesante”, escribe Esther Díaz. Y también: “A veces me pica la oreja y —casi distraída— busco un pequeño hisopo, lo humedezco con perfume. Comienzo a pasármelo por los recovecos del auricular, lentamente bajo a la fosa triangular. Ahí la comezón empieza a ponerse interesante". ¿Dónde lo escribe? No en una novela erótica, en un ensayo de Filosofía. Esther Díaz tiene 85 años y acaba de publicar Una filosofía de la vejez, un libro intenso en el que la sexualidad tiene un papel central. Pero hay más que eso. Una filosofía de la vejez Por Esther Díaz eBook $ 7,99 USD Comprar “¿Nos consideran clase pasiva? ¡Vean qué activas somos las vejeces del tercer milenio!“, dice, grita, Díaz -que es Doctora en Filosofía y fue profesora de esa materia en la Universidad de Buenos Aires entre 1985 y 2005. Y enumera: “Con el regreso de la desregulación de los mercados, desde finales de 2023, nuevamente el liberalfascismo embistió contra las vejeces. Y ellas protestaron contra el atropello. Se organizaron, tomaron las calles, soportaron palizas de las fuerzas de seguridad y se convirtieron en micro y macromilitantes, ejercieron su libertad”. En el libro, también habla de la vejez en la Filosofía: “Platón interpreta esta etapa etaria como mesura y sabiduría. Aristóteles, en cambio, se enfoca en la decadencia física y mental que le atribuye a la vejez en general”, escribe Díaz. Hay un capítulo sobre la vejez en el cine y en las artes. Pero no sólo va por las alturas. Cuenta la primera vez que le dijeron “jubilada” y se ocupa de los accidentes que sufren los mayores. Y lo hace poniendo el cuerpo, en primera persona. La filósofa Esther Díaz. (Sebastián Freire) Esta es la señora que, maquillada, coqueta, firme, se sienta del otro lado de la pantalla para hacer una entrevista por videollamada. Su libro no es un manual de autoayuda pero sí tiene una apelación a que no se subestime a los mayores y sí deja a los lectores con un buen sabor en la boca, el sabor de la vida plena. -Cuando uno lee tu libro da la sensación de que la vejez no existe, que no hay por qué aceptar limitaciones. ¿No existe? -Mirá el caso de las mujeres. Como yo doy muchas conferencias sobre esto, me vienen a hablar personas de más de 65 años. Y muchas mujeres dicen: “Yo a los 40 años cerré el negocio del sexo”. Esto es por el viejismo que hay en la sociedad, es decir el estar en contra de los viejos. Se considera que no somos eróticos. -¿Y eso genera rechazo? -En mi libro erótico, El himen como obstáculo epistemológico, la modelo de tapa soy yo. Se ve una bombachita con mi mano, que estoy como levantando un cierre. Mujeres que más jóvenes que la veían decían “¡Que asco, es una vieja!” Como si los viejos no tuvieran deseos... Hay un asco, hay un rechazo a que sigamos gozando. -Vos sugerís que es relativamente nuevo el concepto de vejez. -Con el sentido que le damos hoy, la vejez existe desde la modernidad un poco tardía. Cuando Simone de Beauvoir escribió su ensayo La vejez, poco tiempo después de escribir El segundo sexo, sus amigos preguntaban por qué ahora se ocupaba de cosas que no tienen importancia. Ese libro recién fue recuperado por las feministas 20 años después. Por supuesto existían personas con muchos años, pero no la categoría “vejez” tal cual lo conocemos hoy. El siglo XX recién inventó los geriátricos. Recién empezaba a haber medicina especial para los viejos. Recién empezó a haber ropa especial para los viejos. Es decir que, como categoría social, no estaba consolidada. -¿Qué es ser viejo? -Desde el punto de vista de la persona, uno difícilmente sienta que es viejo. No sé si a vos te pasa, ¿dentro tuyo sentís que tenés la edad que tenés biológicamente? -No, no lo puedo creer. Y me da terror. -Entonces, a eso me refiero. Tenerle terror ya es una cosa para trabajar. La vejez es la etapa más larga de la vida, tendríamos que tomarla como se toman las otras etapas. Las otras edades tienen sus problemas, por supuesto: pensemos en los adolescentes. Pero nunca tienen miedo de ser rechazado por la sociedad, de que los vean asquerosos. El miedo a que si me gusta arreglarme como a los 35, me critiquen porque las viejas no se tienen que vestir así. Me ha pasado, por ejemplo, subirme a un colectivo con una cuasi minifalda, unos años atrás, y que las mujeres me miren con asco. Me pasó en Turquía: me bajé de un tren por el asco con que me miraban las mujeres simplemente porque tenía una camisa que se me veía ese pedacito de acá, solo un poquito más, nada más. Entonces le tenemos miedo a eso porque sabemos que vamos a ser rechazados. Somos el apéndice de la familia. El hecho de que se hayan inventado los geriátricos me parece que es paradigmático, se inventa un lugar para encerrar a las personas por la edad que tienen. El libro de Esther Díaz sobre la vejez. -O porque ya no son autoválidas. A mí lo que me da miedo, además de lo que vos decís, es no poder caminar bien, perder la cabeza, esas cosas. -En el pensamiento de Platón, lo importante no es vivir muchísimos años: lo importante es vivir con bienestar y sabiduría. Claro, no le tengo miedo a la muerte, a lo que tengo el miedo es a la decrepitud, a tener que depender. Pero sobre todo al desprecio. Yo podía meterme a jugar en páginas como Tinder, antes de Tinder, pero si le decía la verdad de mi edad a un tipo que me pedía que hiciéramos intercambio, ¿sabes lo que me decían? Me mandaban a PAMI. Tuve que aprender a mentir porque sin verme, sin conocerme, directamente me discriminaban. -¿Y qué se hace frente a eso? -Ahora hay una cantidad de asociaciones con gente joven que trabaja en función de hacerle ver a la gente que a los viejos hay que aceptarlos, como a cualquier grupo de edad. Algo que me pasaba cuando estaba buscando insumos para este libro, era entraba a una librería, pedía material sobre vejez y había muy poco. Hay algunos de autoayuda, pero libros buenos.. -En la Argentina en este momento uno de los grupos de oposición más fuertes está formado por gente grande que protesta todos los miércoles... aunque les peguen. -Yo soy una joven de los 60, cuando me creía que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Y bueno, somos esos viejos de los 60, de los 70. Pensá que yo tenía 65 y no me sentía vieja, no me sentí vieja hasta que un día de una boletería me dicen “¿jubilada?" Juventud, vejez, cómo vivir las distintas etapas sin prejuicios. (Imagen Ilustrativa Infobae) -Al final del libro hay un manifiesto contundente: “Decimos: basta de tratarnos como débiles mentales. Somos personas responsables, sujetos de derecho. Reclamamos plenitud cívica, política y laboral. No nos encerrarán en “el cuarto del fondo”, ni hablarán por nosotras, ni administrarán nuestro dinero. Somos autónomas". ¿A quién se lo hacés? -Apelo a la sociedad. Apelo a la sensibilidad social. Apelo a que, cuando yo era chica, una persona de 30 años para mí era vieja. Bueno, hay que reeducar, como nos hemos reeducado en otras cosas. Fijate vos que las divas de la televisión argentina son las más grandes. Y también son las que más ganan. -¿Pero vos siguen siendo símbolos eróticos? -Conozco algunos chicos que se hacen la cabeza con ellas. A mí, a cierta edad me empezaron a gustar los hombres más jóvenes que yo. Y lo que me dijeron algunos es que ellos le gustaban las mujeres más grandes, pero que no se atrevían a acercarse porque en general les dicen “Ay no, ¿por qué no te metés con mi hija? Podría ser tu madre" . Obviamente, primero hay que convencer a las mujeres de que seguimos siendo valiosas, tengamos la edad que tengamos, aun con otras posibilidades. En el libro cuento que a partir de los 50 años comencé a ser multiorgásmica. Para mí lo que mata el deseo no son los años, lo que mata el deseo son los prejuicios sociales.
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