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» Misionesparatodos
Fecha: 08/07/2025 11:25
La última encuesta REM entre bancos y economistas dejó en claro que el atraso del dólar deterioró la expectativa sobre el saldo en la balanza comercial Si hay algo que se desplomó este año es la expectativa del mercado sobre el superávit comercial: en la encuesta mensual REM -de la que participan los principales bancos y consultoras- ya se proyecta que a fin de año apenas quedará un saldo favorable de u$s6.133 millones. Es una cifra que impacta por su pequeñez, dado que apenas cuatro meses atrás, la previsión de los especialistas indicaba un superávit de más del doble: u$s12.554 millones. Y ni que hablar de la comparación entre las expectativas actuales y la proyección oficial que había hecho el gobierno en su proyecto de presupuesto para este año, cuando preveía un muy holgado superávit de u$s20.000 millones. ¿Cómo puede, en tan poco tiempo, cambiar de manera tan drástica la expectativa sobre los volúmenes que Argentina va a comprarle y venderle al resto del mundo? Hay varios motivos para explicarlo, pero el fundamental se llama tipo de cambio: con este nivel de dólar, otra vez vuelve el incentivo a importar, al tiempo que se complica la competitividad de las exportaciones. Cuando se anunció el levantamiento del cepo, los más preocupados por el retraso cambiario se prepararon para un dólar más alto. No un poquito más alto, sino aproximadamente un 20% arriba, dado que ese era el salto devaluatorio que sugería el mismísimo Fondo Monetario Internacional. Pero a casi tres meses de la adopción del sistema de flotación entre bandas, aquella corrección cambiaria se produjo en mucho menor medida. De hecho, si se hubiese devaluado en la medida en que el FMI recomendaba en ese entonces, hoy el dólar oficial mayorista tendría que cotizar en torno de $1.345. Es decir, un 13% por encima del dólar al momento de hacerse la encuesta REM. ¿Quién paga la cuenta? Y, si bien el ministro Luis Toto Caputo remarcó en su comentado discurso ante el IAE de Universidad Austral que ahora el peso argentino es el único que se devalúa mientras todos los países vecinos revalúan, lo cierto es que las críticas a la política cambiaria no cesan. Sobre todo, por la alarma que generó el déficit de la cuenta corriente, que el gobierno estima en 1,8% del PBI, pero que algunos analistas creen podría crecer rápidamente hasta ubicarse cerca de 3%. El motivo del escepticismo es claro: aunque Caputo repite casi a diario que el dólar flota y que él es neutral en el movimiento cambiario, lo que el mercado ve es otra cosa: hay formas indirectas de intervención, como por ejemplo la postura de contratos de futuros por parte del Banco Central, que con u$s2.000 millones "aplanó" la curva, incidiendo sobre el tipo de cambio real. Lo que la mayoría de las consultoras decodificaron es que el gobierno priorizó la baja de la inflación por sobre cualquier otro objetivo, y por eso sigue aferrado al "ancla cambiaria", aunque eso implique que los pequeños ahorristas, lejos de gastar los dólares del colchón, estén otra vez "fugando capitales" a razón de u$s3.200 millones mensuales, entre compras de billetes y gastos por turismo. ¿Alcanza con el petróleo? Pero el dólar no lo explica todo. Hay también motivos ajenos al gobierno. El frío, por ejemplo, que está obligando a importar gas licuado de petróleo. Los analistas ya pronostican que la compra de este año superará la de 2024, cuando ante la suba de la demanda residencial, hubo que licitar buques gasíferos por u$s671 millones. Por cierto que es un número que luce pequeño en comparación con el inolvidable invierno de 2022, cuando la combinación de precios altos por la guerra de Ucrania y la crisis de oferta del sistema gasífero argentino hizo que solo en julio hubiera que importar energía por u$s2.400 millones. Aun sin ser una cifra tan alta, la importación de gas de este año hace que se tenga que revisar a la baja la expectativa de que el rubro energético deje un superávit de u$s8.000 millones. Esa era la apuesta de comienzos de año, en medio de la euforia por el incremento de la producción en Vaca Muerta. Eso era lo que llevaba a Caputo a afirmar que cambiaron los paradigmas de la economía argentina: en la visión del Gobierno, la clásica escasez de divisas que se produce en el segundo semestre se vería compensada por el aporte de "petrodólares". Pero hay más factores que Caputo no maneja, como el "efecto Trump", que hizo que el precio del barril de petróleo cayera a sus niveles más bajos desde la pandemia. En definitiva, todo indica que, pese a Caputo, se repetirá el esquema clásico: el segundo semestre verá una brusca caída de la exportación agrícola, luego del récord de casi u$s17.000 millones que se liquidó en la primera parte del año. Pero claro, ya se sabe cuál es la contrapartida: ese volumen de ventas conlleva un "adelanto" para aprovechar la rebaja temporaria de retenciones. En consecuencia, las ventas del campo a partir de ahora se resentirán, sin que haya certeza de que el rubro petrolero pueda compensar esa merma de dólares. Importaciones que vuelan Mientras tanto, en el lado de las importaciones, no solamente está influyendo el tipo de cambio, sino también la apertura comercial, con rebajas de aranceles para varios rubros. Es así que en mayo -el último dato oficial- la importación creció un robusto 29% interanual mientras la exportación cayó un 7,4%. Se estima que la balanza de junio dejará un alto nivel de exportación, por el efecto agro, pero que será el último mes con festejos. En cambio, las importaciones no tienen perspectivas de freno. Todos los días se conocen protestas de los industriales que denuncian una situación de competencia despareja con la mercadería que ingresa desde el exterior. Por caso, el sector textil señala que, en lo que va del año, la importación de ropa creció un 180%. Déficit, pero no por "motivos buenos" El gobierno defiende la tesis -que el FMI comparte- de que una suba acentuada de las importaciones es el componente inevitable de una economía que se recupera a una alta velocidad y necesita insumos del exterior. De hecho, hay consenso sobre la regla del "tres a uno", que implica que por cada punto que suba el PBI argentino, las importaciones deben crecer un 3%. "El déficit de cuenta corriente es entendible desde un aumento de importaciones de bienes de capital y consistente con la inversión necesaria para una economía que está creciendo arriba del 5%", afirmó Pablo Quirno, secretario de Finanzas. Pero esa justificación tiene un punto débil: la suba de las importaciones -que ya están en un nivel mensual de u$s6.500 millones- no está liderada por los insumos para la industria, sino por la compra de bienes de consumo finales y de automóviles. Los datos del Indec marcan que el rubro "bienes de capital" crece un 69%, mientras que los productos de consumo lo hacen al 75% anual, y los autos a un 160%. Si se suman estos últimos dos rubros, explican un 21% del total importado -hace un año apenas llegaban al 14%-. Y luego está el explosivo rubro de turismo, que no solamente se vio impulsado por el retraso cambiario sino además por la eliminación del impuesto PAIS, que abarató el costo financiero para quienes usan la tarjeta de crédito en el exterior. De continuar con la tendencia mostrada hasta ahora, ese rubro podría implicar en el año una salida de u$s10.000 millones, superando incluso el récord histórico de 2017. Por Fernando Gutiérrez-IProfesional
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