07/07/2025 15:10
07/07/2025 15:10
07/07/2025 15:10
07/07/2025 15:10
07/07/2025 15:09
07/07/2025 15:09
07/07/2025 15:09
07/07/2025 15:08
07/07/2025 15:07
07/07/2025 15:07
Gualeguaychu » FM Maxima
Fecha: 07/07/2025 10:30
Vivimos tiempos en que las palabras circulan con velocidad asombrosa. Una imagen, una frase, un audio editado o una noticia con tono urgente pueden dar la vuelta al mundo en cuestión de minutos. Y en medio de esta marejada de información, muchos terminan siendo víctimas de la mentira disfrazada de verdad. Como el ingenuo chorlito, un ave sencilla que se deja atrapar sin resistir, algunos caen —sin darse cuenta— en las redes de quienes mienten por burla, por ideología o por malicia. Nos advertía el Papa Francisco que “la desinformación se basa frecuentemente en discursos heterogéneos, intencionadamente evasivos y sutilmente engañosos, y se sirve a veces de mecanismos refinados” (Mensaje Jornada Mundial de las Comunicaciones 2018). Y en el año 2024 señaló acerca de “la creación y difusión de imágenes que parecen perfectamente verosímiles pero falsas; yo mismo he sido víctima de ello”. He tenido en este tiempo conversaciones con padres de familia, profesores y hasta con periodistas que lamentan un fenómeno cada vez más frecuente: ya no importa la verdad, sino el impacto. Se viraliza lo que causa indignación o confirma lo que uno ya piensa. Se difunden historias manipuladas, citas inventadas, imágenes sacadas de contexto. Incluso en temas delicados, como la fe, la política o la salud, la guerra; se miente sin pudor. Hace poco circuló una supuesta anécdota sobre un sacerdote que habría sido recibido y alentado por el Papa León XIV, con detalles tan emotivos como inverosímiles. Pero basta con una mínima búsqueda para darse cuenta de que esa historia jamás existió. Y, sin embargo, muchos la compartieron, emocionados, sin detenerse a comprobar si era cierta. Dos videos de YouTube señalaban “¡cambios revolucionarios de León XIV que hacen crujir al Vaticano!” …y todo venta de humo. Hoy, para muchos, la veracidad es secundaria. Fue una manipulación de contexto, arguyen. Sin embargo, miles las comparten con comentarios agresivos hacia el Papa y la Iglesia. ¿El resultado? Confusión, enojo, división... todo basado en una mentira. Pero vivir sin amor a la verdad es un riesgo enorme. Es jugar a construir sobre arena. Las mentiras no sólo engañan: deforman la mirada, dividen a las personas, arruinan reputaciones. Algunos difunden noticias falsas por simple ignorancia, otros con intenciones más oscuras: sembrar odio, manipular conciencias, crear confusión. En este escenario, hace falta recuperar una actitud básica: buscar la verdad con responsabilidad. Antes de compartir algo en redes sociales es necesario tomarse el tiempo de leer completo, chequear la fuente, preguntar a personas confiables. No dar cabida a quienes no conocemos. Sospechar de lo que parece demasiado perfecto para ser real, o demasiado alarmante como para no estar en ningún medio serio. Es sano consultar varias fuentes. Los buenos periodistas saben que corroborar los datos es parte del oficio. Los buenos ciudadanos también deberían saberlo. Vivir con pensamiento crítico, con apertura a revisar nuestras ideas, con humildad para reconocer que a veces nos equivocamos. No te dejes usar. No permitas que otros piensen por vos. Ni siquiera compartas algo sólo porque lo dijo alguien “de tu lado”. Que el afecto, la simpatía o la ideología no te cieguen. La verdad es más valiosa que una emoción momentánea o una consigna que nos deja tranquilos. Y si alguna vez compartiste algo que después descubriste que era falso, no te preocupes: rectificar también es signo de madurez. A veces el mejor testimonio que podemos dar es reconocer un error y aprender. Te dejo una cita breve para reflexionar: "Una mentira puede dar la vuelta al mundo antes que la verdad tenga tiempo de ponerse las botas". (Sentencia atribuida a Mark Twain) Hoy, más que nunca, la verdad necesita defensores valientes. No héroes camuflados en redes sociales sino personas comunes con sentido crítico, con mirada atenta, con el coraje de no caer como un chorlito. Porque la verdad nos hace libres (Juan 8, 32), aunque a veces incomode. Y vivir en la mentira, aunque dé calma por un rato, termina por destruir.
Ver noticia original