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  • Los nacionalismos de nuevo

    » Diario Cordoba

    Fecha: 06/07/2025 03:58

    El mal ideológico que arrasó buena parte de la historia entre finales del siglo XIX y casi la primera mitad del XX está llamando de nuevo a nuestro presente. ¿Otra vez se abrirán las puertas del infierno? Veamos algunos ejemplos significativos. Uno se viene arrastrando desde hace mucho tiempo, la reivindicación del derecho de China a integrar Taiwán bajo su soberanía. Otro lo tenemos a las puertas de Europa desde hace menos tiempo, la reivindicación de Rusia a ser la gran Rusia, con todo lo que ello conlleva. Ahora, se une a este florecer del nacionalismo excluyente, el MAGA de Donald Trump, que va a encontrar en la celebración del 250 aniversario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica su formulación más integrista y provocadora, la guinda a su política antiinmigración y furibundo nacionalismo. Por su parte, en Europa los partidos de ultraderecha tratan de imitar el modelo reivindicando el sentimiento nacional por encima de cualquier propuesta de multilateralismo o integración, y tratando de atacar los cimientos de la Unión Europea con argumentos de lo más pintorescos, para hacerle el trabajo sucio, cual caballo de Troya, al proyecto de Trump de debilitar y, si es posible, romper la Pax Europea que se construyó sobre las cenizas de más de cincuenta y cinco millones de muertos. Algunas de las actividades previstas para las celebraciones del próximo año en Norteamérica recuerdan tanto a los desfiles de nibelungos, deidades y mitos pangermánicos, exaltaciones de la pureza aria y demás, que llenaron las calles de Alemania en los años previos a la II Guerra Mundial, que da pavor simplemente leerlo. EEUU va a tener en 2028, una vez más, hasta sus juegos olímpicos, por si faltase algún ingrediente para hacer que de nuevo la historia rime. Escribo sobre esto simplemente con el ánimo, no menor, de dejar constancia de que se ve venir; que no valdrá luego afirmar que nos pilló por sorpresa. El proyecto de reescritura de la historia norteamericana que está llevando a cabo su gobierno bajo la premisa de que hay que eliminar todas las mentiras introducidas por la cultura de la «izquierda radical» cumple su deseo de hacer una historia sin historiadores. Una historia que modifique contenidos, museos, archivos y bibliografía si es preciso, para exaltar el valor de lo propio frente a cualquier otro elemento integrador. Como si Estados Unidos fuese la proyección del permanente Mayflower de los padres peregrinos, blancos blanquísimos, puros purísimos. No se piensen que el nacionalismo siempre ha acompañado a la humanidad. En absoluto. El nacionalismo es una ideología que apareció entre los años 1880-1914. Ese término comenzó a usarse en Francia, Italia y Alemania para definir los grupos ideológicos de derecha extrema, que utilizaban las apelaciones a la patria frente a extranjeros, liberales y socialistas (Eric Hobsbawm). La base del nacionalismo es la voluntad de identificar emocionalmente al individuo con los elementos identitarios de su nación, frente a otros a los que considera inferiores, de modo que quien no comparta estos principios, sea simplemente un traidor a la patria. De otra parte, en cuanto a las conmemoraciones, celebraciones, centenarios y demás, como tengo escrito en otro lugar, no es algo que hunda sus raíces en la memoria de los tiempos. Es un invento también ligado al nacionalismo. Baste recordar que, por mucho que busque cualquier investigador, no encontrará ninguna referencia al III Centenario del descubrimiento de América, menos al segundo, ni tampoco al primero. Sencillamente, era algo que no existía en la conciencia política. Los reyes solo celebraban sus cumpleaños, onomásticas y algún que otro asunto religioso. La primera vez que se conmemoró tal efeméride fue en 1892, con motivo de los cuatrocientos años del viaje de Cristóbal Colón. Justo cuando en España surge el nacionalismo español junto a nuestros nacionalismos locales, ciertamente nada amigables también en sus contenidos. Con el ánimo de seguir relativizando la fortaleza de estos conceptos es preciso recordar que en español la palabra «patria» no fue sinónimo de España hasta ese siglo, con anterioridad el término se refería a la localidad de nacimiento. Algo parecido pasa con el italiano y la palabra «paese». Cuando las comunidades locales, tales como la aldea, el pueblo, la comarca iban debilitándose, la patria se convirtió en la metáfora para integrar al imaginario de la nación. La escuela, los nuevos medios de comunicación de masas, incluso la religión, fueron contribuyendo a crear y fortalecer el concepto de la comunidad, del yo frente a la comunidad del otro. Es paradigmático el caso del Imperio austrohúngaro, en el que la conciencia de pertenencia a una nación no fue incompatible con la idea del apoyo a la monarquía habsbúrgica. Claro está, hasta que saltó por las aires tras la caída del Imperio y las naciones centroeuropeas acrecentaron su idea nacional que desembocaría en las guerras europeas del siglo XX. A la altura de 1914 ya no era la gloria individual o la conquista lo que inspiraba a los beligerantes, sino la idea de la amenaza al nosotros, de la agresión del ellos contra nuestra libertad y nuestra civilización. No es casual que la xenofobia encontrara también en este momento su mejor caldo de cultivo. Nuestra victoria ya no era la de nuestra gloria sino la de la patria. Como dijo Hobsbawn, los soldados alemanes, franceses y británicos no iban como aventureros o guerreros de soldada, sino como ciudadanos que marchaban azuzados por la supervivencia de la nación o la patria. Llegados a este punto, solo basta recordar que después de la Gran Guerra, como la patria ya eran todos, se abandonó la idea del campo de batalla, la idea de la justa en espacios abiertos entre ejércitos enemigos, y nació el concepto de guerra total que encontraría su cenit en la II Guerra Mundial, en la que los muertos eran todos, no solo los soldados; y las bombas iban contra todos: niños, mujeres, ancianos, civiles en general. Exactamente como hoy se hacen las guerras, atacando más a las retaguardias, a los civiles y haciendo a toda la comunidad objetivo militar. Por concluir, la nación, la patria, ha sido desde finales del siglo XIX el origen de las mayores desgracias de la Humanidad. En cambio, los proyectos colectivos y de integración: Naciones Unidas, Unesco, Organización Mundial de la Salud, FAO y, por supuesto, la Unión Europea, han traído las épocas de mayor prosperidad y solidaridad mundial o regional y paz. Advertidos estamos porque tenemos cerca los dos modelos. Después de Napoleón, hasta el nacimiento de los nacionalismos, Europa había vivido en paz. Luego acabó todo. El renacer de esta ideología nada bueno puede augurar. *Catedrático de la Universidad de Córdoba Suscríbete para seguir leyendo

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