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  • Los nuevos Años Locos

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 06/07/2025 02:53

    El presidente Javier Milei “Así seguimos adelante, barcos contra la corriente, devueltos incesantemente al pasado”. Se cumplen exactamente cien años desde que Francis Scott Fitzgerald escribió esta frase final de El gran Gatsby, considerada por muchos como “la gran novela norteamericana” y una de las obras literarias más icónicas del siglo XX. La historia se sitúa en la década del 20, aquéllos “años locos”, una explosión de disfrute, cambio radical y desborde después del trauma de la Primera Guerra Mundial y los estragos de la pandemia de 1918 (popularmente llamada “gripe española”). La época estuvo signada por la innovación, la transformación cultural y social, y la prosperidad económica de la mano de la especulación bursátil. El lujo y el espíritu de libertad corrían en paralelo con las prohibiciones (como la ley seca), la violencia y el racismo. En esa nueva vida de opulencia y fiestas desenfrenadas, el personaje de Jay Gatsby no podía escapar de su nostálgico deseo de volver hacia atrás. “¿No podemos repetir el pasado? ¡Claro que podemos!”, asegura el protagonista, en conversación con Nick, joven corredor de Bolsa, un idealista detrás del sueño americano. El recuerdo vibrante que dejó esa década –tan presente en la moda, el jazz y el arte- se oscurece en 1929, con el colapso financiero de Wall Street y la Gran Depresión, y mucho más con la consolidación después de los regímenes totalitarios y fascistas, cuya máxima expresión fue Adolf Hitler. Esta década del 20 del siglo XXI tiene algún aire de semejanza con la del centenario anterior, por lo disruptivo, los contrastes y la velocidad de los acontecimientos que imprime la tecnología, pero intentar explicar un hecho en construcción con las categorías del pasado no es acertado. La política cae una y otra vez, por facilismo y especulación, en narrar con el espejo retrovisor, en alertar de la desgracia que está por venir en base a una premonición de la historia. En la Argentina, no hay que bucear en la profundidad para palpar esa inclinación, sino que aparece de manera clarificada en los discursos. Javier Milei libra su batalla contra el “comunismo”, no sólo un sistema del que casi no quedan rastros, sino que lo convierte en un concepto tan amorfo que allí entra cualquiera que no sea 100% libertario. Cristina Kirchner sostuvo que el Presidente lleva al país a una “deriva autoritaria” y que se vive un “terrorismo de Estado de baja intensidad”. Un verdadero disparate aplicar ese término a un gobierno democrático, que además puede o no gustar pero no ha quebrado las reglas. La izquierda viene hablando de “dictadura” y “fascismo”, pero la izquierda siempre habla de lo mismo. La publicación de CFK contra Milei, tras haber recibido la visita de Lula durante su detención domiciliaria Ya entrada la campaña electoral, el debate ingresó en un espiral de máxima radicalización. No es un fenómeno local, por cierto. En el mundo, sobre todo ante el avance de los partidos de derecha y ultra derecha, la tendencia es hacia los extremos. Santiago Gerchunoff hace un abordaje interesante sobre la categorización de los hechos políticos y los problemas de la visión “profética” de la historia en Un detalle siniestro en el uso de la palabra fascismo (Anagrama, 2025). Allí advierte acerca de la facilidad con la que rápidamente dirigentes e intelectuales hoy llaman a la resistencia “antifascista”. Más allá de la aplicación correcta o no del término, lo que busca el autor del ensayo es desentrañar una pulsión oculta. “La emoción en el uso actual de la palabra fascismo es, dicho de un modo muy sintético, la de estar frenando un Auschwitz venidero”, sostiene. En la argumentación, toma como pieza central el poema falsamente atribuido a Bertolt Brecht, y que en realidad pertenece a Martin Niemöller, un pastor alemán, quien al inicio apoyó y luego combatió al nazismo. El texto original, que después tuvo otras versiones, fue este: Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí. El cierre del poema cumple con el golpe de efecto llamar a actuar antes que sea tarde y se encuadra en una idea providencial de los sucesos históricos, como hechos que inevitablemente siguen un patrón y, de este modo, pueden anticiparse. Es una mirada heredera de la reformulación cristiana de la historia. “El problema de la visión profética procesual de la historia no es que exagere la gravedad de acontecimientos ‘aislados’: el problema es que cree conocer su lógica y desenlace”, describe Gerchunoff. Por supuesto, ese modo de pensar el devenir es más tranquilizador, pero no sirve para entender el ahora de este nuevo tiempo. Quizá las respuestas haya que buscarlas, como tantas veces, en la pintura, la literatura, el cine. La sátira Mountainhead, estrenada en mayo, acerca de cuatro “techno bros” parecía demasiado burda hasta que ocurrió la colosal pelea entre Donald Trump y Elon Musk. La película muestra a cuatro multimillonarios con capacidad de gobernar al mundo a través de la Inteligencia Artificial y la desinformación, cuyas personalidades son infantiles, ególatras, volátiles, ridículas y sin propósito claro. Esa posibilidad de pensarse absolutos los hace maquinar sobre poder y política, e intentar quedarse con un país: la Argentina. La ironía es total. Cory Michael Smith en Mountainhead (HBO) Uno de los papeles, el de Venis, exhibe similitudes con Elon Musk, pero Musk definitivamente ha ido más lejos. El hombre más rico del mundo pasó en un microsegundo de ser amigo íntimo a enemigo público del presidente más poderoso del mundo, y ahora se trazó la misión de fundar un partido político para romper con el sistema bipartidista de Estados Unidos. Musk contra una matriz de 160 años. El punto de quiebre en el vínculo de ambos fue el proyecto fiscal, denominado oficialmente por Trump como “One Big Beautiful Bill Act” (en su traducción, “La gran y hermosa ley”), que acaba de aprobarse. Para Musk esa iniciativa es una “orgía” del gasto y condena al país a un endeudamiento insostenible, lo que lo ha volcado a tratar sin éxito de trabar su aprobación legislativa y a prometer venganza política. En su cuenta de X, red social de la que es dueño, preguntó si estaban de acuerdo con la creación del “America Party”, y respondió que sí el 65% de los más de 1,2 millones de participantes. La cifra está por encima de lo que recogen sondeos de opinión, que en los últimos 20 años dan cuenta de una fluctuación de esa demanda de entre 50 y 60 puntos. Eso sí: jamás la tercera vía tuvo rédito electoral. El dato más llamativo del sentir estadounidense lo marca un reciente trabajo de Gallup, que da cuenta de una caída récord del “patriotismo”, valor característico de Estados Unidos. El índice que mide el “orgullo nacional” baja 9 puntos respecto de la medición del año anterior, obteniendo un promedio de 58%, la cifra más baja registrada. Estudio de Gallup La disminución es mayor entre demócratas e independientes, mientras que los republicanos experimentan un alza. Se consolida también una tendencia: los jóvenes expresan menos “orgullo estadounidense” que los adultos, y, como en capas, cada generación es menos patriota que la que la antecede. Trump y Musk se enfrentan en ese escenario, desde edades, formaciones y proyecciones muy distintas, con el denominador común de ser hombres de negocios. La incursión del fundador de Tesla y SpaceX en política venía siendo lateral a lo largo de los años, tenía alguna orientación hacia los demócratas que modificó radicalmente, pero el gran salto lo dio cuando respaldó orgánicamente la campaña de Trump y luego fue funcionario de la oficina DOGE, a cargo de los recortes. Musk revolucionó cada área en la que se metió: pagos electrónicos, autos eléctricos, espacio, comunicaciones. La política es otra cosa. ¿Podrá? Por ahora, la amenaza latente es el poder de fuego contra adversarios: ya avisó que trabajará en contra de que puedan reelegir republicanos que votaron a favor de la ley fiscal. Se comprometió, en cambio, a sostener la candidatura de Thomas Massie, en Kentucky, uno de los senadores que se rebeló contra Trump. Elon Musk y Donald Trump El partido libertario, liderado por Steven Nekhaila, le solicitó a Musk que se una a sus filas, en lugar de fundar su propio espacio, tarea que calificó de burocrática y complicada. El financiamiento del sello les toma entre 1 y 3 millones de dólares al año, un monto ínfimo para Musk, quien canalizó alrededor de 250 millones de dólares para las elecciones que coronaron a Trump. Musk sabe que es poco probable (no imposible) el éxito de un nuevo partido en términos tradicionales, por eso se centra en posiciones desde donde ejercer la toma de decisiones: por la composición del Congreso, lograr dos o tres bancas en el Senado, y entre ocho y diez en la Cámara de Representantes, le daría acceso a volcar la balanza en las leyes más controvertidas. Aleksandr Dugin, el teórico que más sintoniza con el ideario de Putin, alienta la aventura del magnate al decir que “es hora de empezar algo nuevo”. “Musk es mucho más serio ideológicamente de lo que parece”, escribió en las últimas horas. Son, verdaderamente, años locos. Jamás hay que subestimar a Trump, que viene de imponer su voluntad en Medio Oriente y de pegarle un sacudón al tablero geopolítico desde que asumió su segunda administración. La gran duda que lo envuelve, al igual que la experiencia de Milei en la Argentina, es su receta económica. En su última tapa, The Economist pone el foco en la “Trumponomics 2.0”: advierte que la receta “erosionará los cimientos de la prosperidad estadounidense” y lo critica no por pasar la motosierra, sino por hacerlo en lugares que considera equivocados, mientras renueva exenciones impositivas que estaban por vencer. Según el artículo, en los últimos 12 meses, el déficit presupuestario de Estados Unidos fue de 6,7% del PIB. De aplicarse la ley fiscal, como todo indica, se mantendrán esos niveles y en dos años el ratio deuda/PBI superaría el 106% registrado después de la Segunda Guerra Mundial. Milei resultó eficaz al cumplir la promesa de bajar la inflación y dar un marco de estabilidad. Las incógnitas acerca de cómo sigue el programa económico después de la elección de octubre, aún con un resultado positivo para el oficialismo, mete ruido en el trayecto hacia la votación al que se suma la habitual falta de incentivo de la oposición para mostrarse colaborativa en procesos previos y durante una campaña. No es muy diferente a otras etapas, pero se percibe mayor fragilidad por dos signos de esta gestión: extrema debilidad parlamentaria y liderazgo inflexible y volátil. El Presidente está dispuesto a afrontar, por ejemplo, la posibilidad de otro veto a un aumento de jubilaciones, con altas chances de ser aprobado en el Senado. Debido a la tensión por el armado en las provincias –donde aliados legislativos resultaron perjudicados- y el poco eco que vienen teniendo las demandas de los gobernadores, le implicará un esfuerzo muy superior a la Casa Rosada reunir un tercio de las manos para mantener en pie la decisión de Milei. Si no lo consigue, la señal será peor. Javier Milei, Santiago Caputo y Karina Milei En el medio, los dos bandos internos (Las Fuerzas del Cielo versus Los Menem) tironean por estrategias e influencia en el habitual clima de anarquía que caracteriza a los libertarios. ¿Podrán transitar así todo el mandato o uno se impondrá sobre otro? Dependerá de Karina Milei y, en última instancia, de su hermano. Los pases de factura continuarán hasta que termine la última elección del año. La falta de un acuerdo con el gobernador radical Gustavo Valdés, en Corrientes, crispó los ánimos en los despachos oficiales. No sólo esa alianza garantizaba una performance vencedora (como pasó en Chaco), sino que resuelve temas más mundanos, como el financiamiento de la campaña. Ahora, ¿quién aporta los fondos para cada distrito en el que deciden ir solos? Ese fue uno de los inconvenientes en Santa Fe. El Gobierno viene apostando a mecanismos de repetición que le dieron resultado. Milei a los insultos. Una provocación de la militancia digital por redes para ganar una batallita diaria. Algún anuncio controvertido para sembrar la discusión. Últimamente han perdido la capacidad de asombrar, quizá la retomen en el formato que mejor les cabe: la campaña. El gran activo para La Libertad Avanza es lo que tiene enfrente, que es la visualización del pasado. El kirchnerismo/peronismo disputándose una pequeña interna por los lugares en la boleta, con su figura más rutilante, presa. Cristina Kirchner le ordenó a Máximo que arme una “lista conjunta” (ya nadie usa la palabra “unidad”), y él lo ejecuta con la peor de las ondas. Axel Kicillof solo pretende salir indemne de este proceso, es decir, sin una fractura del sector y con un desempeño que no desentone con lo que suele sacar el PJ en territorio bonaerense en las intermedias. Nadie espera demasiado del peronismo, por eso no habría que subestimarlo. Máximo Kirchner en una reunión del consejo del PJ bonaerense La Cámpora termina siendo un lastre para la posición del espacio, que intenta dar vuelta de página, aunque sin ninguna propuesta concreta. La agrupación está centrada en el slogan “Cristina Libre” y lleva adelante actividades de militancia en todo el país. Ahora también exigen la liberación de Eva Mieri, concejal de Quilmes, acusada de integrar el grupo que tiró estiércol en la puerta de la casa de José Luis Espert. Lejos de condenar el escrache al diputado libertario y el ataque en el edifico de TN y Artear, perpetrado por ex funcionarios vinculados a Wado de Pedro, Cristina y sus incondicionales hablan en soledad de “terrorismo de Estado de baja intensidad”. No reconocen la autoría de los hechos, pero se quejan de cuándo actúa la Justicia a partir de la evidencia de, por ejemplo, las cámaras. El grueso del peronismo y la CGT observan con distancia y desconcierto el modus operandi descuidado de los camporistas. Como comentó, en privado, un dirigente que tuvo participación en los 70: “Si la van a hacer, por lo menos que la hagan bien”.

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