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» El litoral Corrientes
Fecha: 06/07/2025 01:35
Independientemente de los motivos por los cuales no avanzan todos parecen estar tomando nota demasiado tarde. Por momentos parecen atrincherarse y hasta buscar un espacio para oponerse a la dinámica actual. Creen que si se aglutinan algo bueno sucederá gracias a esa supuesta rebeldía corporativa. No han comprendido ni la potencia de las transformaciones ni tampoco su naturaleza. Ellos están convencidos que se trata de una suerte de imposición amparada en una obsesión demencial. Parte de esa visión tiene que ver con que han normalizado situaciones totalmente ridículas, muy habituales en el país, pero no por ello menos disparatadas. Vivir eternamente de prestado, gastar más de lo disponible, funcionar como si las restricciones económicas no existieran no es ni sensato ni tampoco sustentable. Pero hay algo más grave que eso, que es asumir que eso es moralmente correcto. Hacer pagar las cuentas propias, a otros, a los más pobres, a los de afuera o a las próximas generaciones, es absolutamente inapropiado y muestra un desapego por la ética completamente inaceptable, que debería dar vergüenza y no satisfacción, como suele pasar hace décadas por estas latitudes. Se puede entender la dificultad de algunos líderes para hacer lo que hay que hacer. Se puede también ser tolerante con la ausencia de formación económica y financiera, con las falencias profesionales y hasta con la escasa calidad de los equipos domésticos, pero no está bien validar la tozudez como si fuera una virtud. Cuando alguien no logra dimensionar la profundidad de un asunto esencial se debe recurrir a los especialistas o convocar a los expertos, pero eso precisa de una humildad y una determinación poco abundante en los personajes que tienen la responsabilidad de conducir. "Lo que parece imposible, no lo es. En todo caso puede ser incómodo, pero muchas veces esa cuota de fastidio es indispensable para pasar a otra fase y mirar el futuro con un prisma positivo. No se puede estar orgulloso de los niveles de decadencia conseguidos hasta aquí. Sin embargo, se insiste con mantener todo como está, como si eso fuera lo acertado, siendo que eso ya dio sobradas muestras de enormes niveles de corrupción e ineficacia crónica." Hace meses que dan vueltas en círculos. Se enojan con lo evidente, despotrican contra las políticas vigentes, hacen el máximo esfuerzo por poner freno a las reformas, postergan hasta el cansancio todo aquello que no encaja en sus parámetros, pero no dan un paso en el sentido del rumbo necesario. Una cuestión vital es prescindir pronto de esta postura cándida y dar vuelta la página para entrar en sintonía fina con el presente. Sin proactividad, sin una hoja de ruta que intente asimilar esa agenda en proceso lo único que se conseguirá es agravar el cuadro de situación. No es central estar de acuerdo con esta grilla de decisiones. No es imprescindible comulgar ni total ni parcialmente con las directrices que hoy rigen. Sería deseable, ya que eso simplificaría todo, pero no es lo más trascendente. Lo significativo es acoplarse a este esquema para capitalizar las oportunidades que vienen de la mano de esa impronta. No hay duda alguna de que más allá de lo conceptual y hasta de lo ideológico, una larga lista de prejuicios y de incomodidades políticas operan como una barrera insalvable. Hasta los más avispados, esos que captaron algo de lo que ocurre, tienen temor a las consecuencias que imaginan y que serían el corolario esperable de hacer lo que deben. Quizás haya que darle el beneficio de la duda a este programa de estabilización y crecimiento. La primera razón está vinculada a la esperanza ciudadana que no se puede defraudar. No sería saludable boicotear esta chance, ya no por lo político, sino por una comunidad que necesita progresar y abandonar la pobreza con celeridad. Pero hay otras aristas por las cuales apostar en esta dirección. Un nuevo orden colaboraría con la legitimidad política, con la erradicación de malos hábitos cívicos y le otorgaría racionalidad a los vínculos sociales, tan desgastados y vapuleados. "Es imperioso reaccionar a tiempo, salir de esa conducta repleta de necedad y soberbia. Las provincias y los municipios deben revisar sus presupuestos, desterrar la dilapidación, abrazar la austeridad y la transparencia. Si no lo hacen será la gente la encargada de castigarlos en las urnas. Los votantes están hartos y su paciencia se ha agotado hace rato. No parece buena idea tirar de esa cuerda. Muy por el contrario, si no hacen algo al respecto ahora mismo las represalias las van a sentir en los comicios y entonces será tarde para llorar." Lo que parece imposible, no lo es. En todo caso puede ser incómodo, pero muchas veces esa cuota de fastidio es indispensable para pasar a otra fase y mirar el futuro con un prisma positivo. No se puede estar orgulloso de los niveles de decadencia conseguidos hasta aquí. Sin embargo, se insiste con mantener todo como está, como si eso fuera lo acertado, siendo que eso ya dio sobradas muestras de enormes niveles de corrupción e ineficacia crónica. Es imperioso reaccionar a tiempo, salir de esa conducta repleta de necedad y soberbia. Las provincias y los municipios deben revisar sus presupuestos, desterrar la dilapidación, abrazar la austeridad y la transparencia. Si no lo hacen será la gente la encargada de castigarlos en las urnas. Los votantes están hartos y su paciencia se ha agotado hace rato. No parece buena idea tirar de esa cuerda. Muy por el contrario, si no hacen algo al respecto ahora mismo las represalias las van a sentir en los comicios y entonces será tarde para llorar. "Es mejor que el cambio venga por las buenas, por el entendimiento de la realidad y por un plan serio que al menos explicite la voluntad de activar mecanismos a la brevedad. Definitivamente emperrarse no es el camino. No es lo que hay que hacer ni tampoco lo que buena parte de la sociedad espera de sus dirigentes.” Es mejor que el cambio venga por las buenas, por el entendimiento de la realidad y por un plan serio que al menos explicite la voluntad de activar mecanismos a la brevedad. Definitivamente emperrarse no es el camino. No es lo que hay que hacer ni tampoco lo que buena parte de la sociedad espera de sus dirigentes.
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