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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 05/07/2025 06:46
Gary Becker (EFE) Resulta de importancia vital comprender que el conocimiento está siempre instalado en el contexto de un proceso evolutivo. Nunca se llega a una meta final, la ignorancia es mayor que lo que se conoce. En la primera clase que recibí en mi beca de 1968 el profesor dibujó dos círculos de diámetro distinto en el pizarrón -en aquel tiempo negro- y nos dijo que esas dos circunferencias representaban distinto grados de saber. A continuación nos invitó a que nos fijáramos cuánto más está expuesto a la ignorancia el círculo mayor y remarcó que cuanto más se conoce más se tiene consciencia de lo mucho que hay por conocer. Concluyó que a medida que vamos ensanchando nuestro saber nos vamos percatando de la oscuridad -en esa oportunidad ilustrada por la negrura del pizarrón- que debemos explorar para incorporar nuevos trozos de tierra fértil en el mar de ignorancia. Con razón Einstein decía que “todos somos ignorantes, solo que en temas distintos”. Ahora bien, hay casos en el mundo académico que son incapaces de aceptar el evolucionismo en el conocimiento y toman lo último descubierto al tiempo que la emprenden contra sus ancestros intelectuales sin percatarse que lo mismo ocurrirá con ellos cuando se mejoren sus propias presentaciones. Es muy injusto desconocer los méritos anteriores en el esfuerzo por despejar telarañas mentales. Tomemos el ejemplo de la tradición de pensamiento liberal. Aparecen desviados que se deciden por denostar aportes anteriores sin comprender que son escalones necesarios en denodados trabajos hacia una mejor comprensión. Una cosa es criticar y poner en evidencia el error y otra bien distinta es descalificar por completo los aportes y contribuciones anteriores. A título de ejemplo es del caso señalar el desacierto del gran Adam Smith que volvió sobre una grave equivocación respecto a la teoría del valor suscribiendo la que luego fue difundida por marxistas a pesar de haber sido resuelto el tema por la Escolástica Tardía y luego recuperada y afinada por la Escuela Austríaca. Como es sabido Smith refutó magníficamente las falacias de los mercantilistas y aportó muy valioso herramental al libre comercio en su obra colosal de 1776 y antes había mostrado el fundamento moral de la tradición de pensamiento liberal en su primer trabajo de 1759. También Friedrich A. Hayek en su Fundamentos de la libertad escribe que la administración del dinero es tarea indelegable del aparato estatal y luego en su Desnacionalización del dinero sostuvo que el gobierno nada debía hacer en materia monetaria y dejar que el sector privado tome las riendas de todo lo que tuviera que ver en esa materia. Aquí se prueba la evolución en la misma persona. Ludwig von Mises consideraba esencial la existencia del monopolio de la fuerza mientras que uno de sus discípulos Murray N. Rothbard mantiene que los aparatos estatales deben sustituirse por agencias privadas de seguridad y justicia. A su vez Rothbard era partidario del aborto mientras que muchos otros liberales de fuste, algunos congregados en academias de medicina, muestran que se trata de homicidio en el seno materno y así sucesivamente. Milton Friedman dejó de lado su propuesta de “la regla monetaria” para proponer la abolición de la banca central y de toda interferencia en esas lides en Money Mischief y con una trayectoria similar procedió Gary Becker -una persona dotada de excepcional don de gentes y capacidad didáctica- respecto a ese tema lo cual puso en evidencia por primera vez en su discurso cuando lo invité siendo rector de ESEADE. Personalmente he tenido el privilegio de tratar a los autores mencionados. A von Mises lo conocí en 1959 cuando mi padre lo invitó a disertar en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Charlas que luego fueron recopiladas en forma de libro titulado Política Económica. Seis lecciones sobre capitalismo que tuve el placer de prologar y en 1968 asistí a sus últimas clases en la Universidad de New York. A Hayek lo conocí en 1978 en una reunión de la Mont Pelerin Society en Madrid y fue quien sugirió mi incorporación a esa entidad de la que fui dos veces miembro del consejo directivo, la primera vez propuesto por el antes mencionado Friedman en 1984 en la reunión Londres/Cambridge y la segunda por el ex presidente Pascal Salin en 2000 en la reunión en Chile. Hayek prologó mi libro Fundamentos de Análisis Económico y lo invité a disertar en Buenos Aires en tres ocasiones. James M. Buchanan era socialista en su juventud, un autor que también tuvo la generosidad de prologar mi Hacia el autogobierno. Una crítica al poder político. También adhería a esa contradicción en los términos denominada welfare state (Estado de bienestar) el extraordinariamente prolífico y original Anthony de Jasay, luego un liberal de gran calado, quien estuvo presente en un coloquio de Liberty Fund que dirigí en 1999 para discutir su libro Against Politics. Mis queridos amigos Mario Vargas Llosa, Antonio Escohotado y Jean-Francois Revel han sido marxistas hasta que percibieron los gravísimos errores de esa postura y contribuyeron notablemente al espíritu liberal, el último de los cuales prologó mi libro Las oligarquías reinantes. Estos episodios los relato porque el contacto directo con aquellos pensadores de envergadura -que de más está decir exceden con creces astronómicas lo propio- me permitió aprender valiosas lecciones sobre la imprescindible modestia que demandan los ámbitos intelectuales y la larga cadena de aportes, refutaciones y correcciones que exige este mundo repleto de satisfacciones mayúsculas y a veces de amargas frustraciones. Todos estos gigantes del pensamiento han sido criticados en distintos aspectos con el debido respeto y reconocimiento a sus aportes. Como queda dicho, el rechazar de plano a pensadores que han contribuido con trabajos notables en la tradición liberal debido a ciertos errores constituye una demostración de que no se sabe en qué consiste el mundo académico. A mi bisabuelo paterno cuando tuvo un infarto le colocaban sanguijuelas en el pecho con la idea de bajar la presión y a nadie en el mundo de la medicina se le ocurre denostar a esos médicos que hacían lo mejor dados los conocimientos disponibles en aquel momento y así con todas las ciencias: no pueden intrapolarse conocimientos. El justificado entusiasmo por nuevos descubrimientos y nuevos paradigmas no permiten seriamente descalificar a quienes trabajosa y muy meritoriamente han venido escalando el interminable recorrido del saber. Como bien ha escrito Karl Popper, el conocimiento tiene la característica de la provisionalidad abierta a refutaciones. La pretensión de haber llegado a una meta final es demostración suficiente de ignorancia supina. De modo equivalente yerra quien afirma que una verdad se exhibe con demostración empírica puesto que como ha mostrado Morris Cohen en su Introducción a la lógica esa misma afirmación no está basada en evidencia empírica. Reiteramos, todo en la ciencia es provisorio sujeto a refutaciones. Por ello es que en economía los cuadros y estadísticas ilustran el punto previamente explicado pero en si mismas no prueban nada, de lo contrario con el copioso volumen de series que se han recopilado por doquier ya se hubieran probado todos los puntos. El problema estriba en que no se ha explicado y entendido lo suficiente el andamiaje conceptual subyacente. En mis clases, en las tres Academias Nacionales a las que pertenezco y en cuanta oportunidad que se me presenta he recalcado con la anuencia de colegas en la relevancia de la necesaria consideración a los predecesores por su dedicación rigurosa para abrir caminos que de otro modo hubieran estado vedados, lo cual no es en beneficio de esos intelectuales sino en beneficio propio pues sin esos alimentos no tendríamos ni remotamente la posibilidad de acceder a muy diversos andariveles ni a la posibilidad de explorar fértiles avenidas. Lamentablemente aparecen aquí y allá quienes pretenden desempeñarse en el terreno académico y se pronuncian con una arrogancia y una intolerancia típica de camuflados que consideran que con su empeño en prácticamente volver a fojas cero mantienen que antes de ellos prevalecía el diluvio, sin además vislumbrar siquiera la posibilidad que le apliquen a estos improvisados idéntica receta en el futuro. En resumen, en toda tradición de pensamiento es menester el debido reconocimiento a los que antecedieron en los esfuerzos y nunca ignorarlos o sacarlos del centro del debate puesto que sin esos eslabones en la larga cadena sería imposible lo actual. Lo contrario revela monumental soberbia que como escribió Giovanni Papini resume en uno los siete pecados capitales. A ellos les debemos infinito agradecimiento aunque pueda mejorarse la marca, recordemos lo dicho por Borges quien citando a Alfonso Reyes consignó que “como no hay tal cosa como un texto perfecto, si no publicamos nos pasaríamos la vida corrigiendo borradores”.
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