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» Elterritorio
Fecha: 04/07/2025 20:40
El gesto de obsequiar un dulce no es solo un intercambio material. Desde la psicología, se reconoce como un ritual cargado de emociones, recuerdos y afecto. El psicólogo Mauricio Nitche analizó los vínculos invisibles que se esconden detrás de una simple golosina. viernes 04 de julio de 2025 | 12:00hs. Cada año, cuando llega la Semana de la Dulzura, se multiplican los gestos de afecto en forma de caramelos, bombones y alfajores. Pero, ¿qué hay detrás de este pequeño ritual? ¿Por qué lo dulce se ha transformado en sinónimo de cariño y vínculo emocional? Para reflexionar sobre esto, el programa Acá te lo Contamos por Radioactiva 100.7 conversó con el psicólogo Mauricio Nitche, integrante del centro interdisciplinario Equilibra. “La tendencia de regalar cosas dulces no se limita a esta semana, también aparece en otras fechas como San Valentín”, indicó y explicó que esto tiene una base neuroquímica: “Lo dulce genera placer, recompensa. El azúcar estimula la liberación de dopamina en el cerebro, lo que nos hace sentir bien. Está profundamente asociado a brindar afecto”. Más allá del sabor, el acto de regalar un dulce suele estar envuelto en una carga emocional compleja. “Muchas veces, detrás del chocolate hay un mensaje, una intención. Puede ser un gesto de acercamiento, de cariño o incluso una forma de cumplir con una obligación social”, sostuvo. En este sentido, también hay un trasfondo emocional cuando ese gesto no es recibido como se esperaba: “El rechazo a un regalo puede sentirse como un rechazo a la intencionalidad. Es similar a cuando nos dejan en visto o nos ignoran: duele no por el objeto en sí, sino por lo que representa”, dijo. El especialista resaltó que incluso lo que parece un regalo sencillo puede estar acompañado de un gran esfuerzo emocional: “Hay todo un ritual detrás. Desde pensar en la persona, ir a comprar algo, escribir una notita. Todo eso es tiempo. Y el tiempo es uno de los regalos más valiosos que podemos ofrecer”. También se refirió a cómo la comida —en general— puede cargarse de sentido afectivo. “El comer no es solo una necesidad nutricional, sino un acto social, una forma de vincularnos. Las comidas pueden tener rostro: la milanesa de mamá, los canelones de la abuela... se vuelven recuerdos que emocionan”. En esta línea, advirtió que muchas veces el consumo de dulces también puede estar ligado a momentos de ansiedad: “Hay quienes comen dulces para compensar un malestar emocional. Pero si se convierte en un hábito puede traer culpa y remordimiento. Hay que prestar atención a esos mecanismos”. Por último, Nitche dejó una reflexión: “Está bueno seguir regalando dulces, porque es una excusa para expresar afecto. Pero también es fundamental aprender a valorar el tiempo compartido, que muchas veces pasa desapercibido. Regalar tiempo es regalar lo más valioso que tenemos”.
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