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Parana » Informe Digital
Fecha: 02/07/2025 21:26
La actividad agropecuaria en nuestro país, según los registros de la época, comenzó hace más de un siglo con la instalación de las colonias, experimentando una intensificación en las últimas tres décadas gracias al avance de tecnologías superiores en diversas áreas del sector. El inicio se dio sobre un suelo de increíble fertilidad, aunque al mismo tiempo finito, frágil y no renovable, que abasteció los ininterrumpidos ciclos agrícolas con sus bondades. Sin embargo, las reservas han ido decreciendo sin límites, y aún no ha colapsado. Aun así, se encuentra lejos de lo que alguna vez fue su “tope de gama”. Como anticipo, entre Hunter y Los Indios, Buenos Aires, uno de los establecimientos con rendimientos sostenidos y monitoreo regular presentó el mejor lote promedio auditado con fósforo de 11 ppm, materia orgánica de 2,1% y zinc a 1,6 ppm. Del mismo campo, en un área aún bien conservada del siglo XIX, el fósforo alcanzaba los 101 ppm, “el oro gris” -zinc- subía a 4 ppm y la materia orgánica llegaba al 6%. Era un verdadero imperio de recursos naturales, donde la alfalfa alcanzaba la altura del caballo, las avenas superaban el sexto hilo y los trigos eran abundantes, potenciando las cargas del ferrocarril. Un signo claro de la robustez de la época, proveniente de un suelo generoso que, debido a la desidia, el desconocimiento o diferentes urgencias, llevó a poner el carro delante de los caballos. Las regiones tuvieron una lectura común, y además de la disminución de las reservas de fósforo, se evidenció la fuga de cationes nutricionales como calcio y magnesio. El año 1986 marcó el inicio de una auditoría de información estratificada a 60 cm para esclarecer qué nutrientes se retienen superficialmente en tasas no deseadas, generando desbalances y bloqueos en los principales índices, además de los parámetros de rutina. Las regiones evaluadas abarcaron desde el Domo Occidental, atravesado por la núcleo sojera, hasta la Patagonia, entre Chubut y Santa Cruz. Los hallazgos fueron consistentes. Junto a la merma de las reservas de fósforo, se observó la fuga de cationes nutricionales como calcio y magnesio. Su interacción con potasio, sodio, hidrógeno, amonio, hierro y aluminio, así como las modificaciones en la capacidad de intercambio y la inducción en los poros, fueron clave. También se incorporó el monitoreo foliar. En cuanto a las fuentes de fósforo y zinc, la amplia variedad disponible en el mercado ofrece funciones desde el inicio, con bajas dosis de reacción inmediata, opciones convencionales, líquidos y mezclas que se ajustan a las necesidades de todos los cultivos. Para abordar las pérdidas de calcio y magnesio, se pueden implementar aportes de respuesta rápida, y dependiendo de la estrategia, la protección del suelo puede ser a mediano y largo plazo con carbonatos, carbonatos dobles o sulfatos, preferentemente de partículas ultra finas que luego pueden presentarse en diferentes formas físicas, sólidas o líquidas, promoviendo la unión entre las partículas del suelo. Esto estimula la actividad de la matriz orgánica y regula el equilibrio en los espacios de poros, aumentando la presencia de aire, lo que redundará en mejoras en el recuento enzimático y elevará la interacción de los fertilizantes con las raíces. Sin duda, la oferta de materiales en el mercado para proteger el suelo y nutrir los cultivos es vasta. En comparación con la década de 1980 en Argentina, el fertilizante tenía aranceles de importación casi tan altos como los de un perfume francés. Fue esencial la intervención y acción del productor independiente y de diversas empresas para flexibilizar el estado de las cosas, logrando así satisfacer un amplio espectro de requerimientos. Es clave el bienestar del suelo. La empresa agropecuaria, al iniciar la campaña, debe tomar una serie de acciones intensivas: controlar la gestión de los procesos, evaluar seguros de riesgo, recorrer los lotes, muestrear y analizar, planificar rotaciones, así como hacer una adecuada elección de semillas y mezclas de nutrientes o la pastura a establecer. Tecnologías como el tratamiento profesional de semillas, el enriquecimiento nutritivo, los PGPR (promotores del rendimiento) y las micorrizas, entre otros, tienen impactos positivos en la producción. Así, para quienes aún no han iniciado el programa de acciones en sus lotes, es recomendable complementar en futuros inventarios de suelo con todos los nutrientes esenciales, al menos cada cinco campañas, tales como materia orgánica, pH, pH-Búfer, capacidad de intercambio, conductividad, calcio, magnesio, potasio, sodio, calcular el porcentaje de saturación, azufre, oligoelementos y ultratraza, además de caracterizar los rasgos físicos, el recuento microbiano y estratificar determinando pH y cationes, asegurando una proyección de suelo sostenible tanto para quienes levantan alambrados para perpetuar la agricultura como para aquellos que mantienen el esquema 33% chacra/33% vaca/33% novillo, ya que en ambos casos la migración o extracción nutricional es recurrente. Aplicar la práctica de la ingeniería agronómica significa poner el carro detrás de los caballos, lo cual resulta en beneficios para una actividad colmada de oportunidades. El autor es asesor privado.
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